Familias de acogida: el mejor rostro posible
Hay días en los que ser periodista es lo mejor que puede ocurrirle a nadie. Los días en los que se puede explicar una historia buena, los días en los que el foco de la atención se desvía del habitual ruido de odios, declaraciones panfletarias, promesas incumplidas, guerras, muertes, desolaciones y catástrofes, para posarse en una pequeña-gran historia. De esas que te ponen los pelos de punta. De esas que cuando las lees notas como se reconforta el corazón. Hoy, este Diari lleva una de estas historias en la página 8 firmada por Norián Muñoz. Nos cuenta la historia de Patricia Cañadillas y Francesc Cusidó, que decidieron en su día ser familia de acogida para niños de entre 0 y 6 años. No es la primera vez que lo hacen y seguramente tampoco será la última. El sistema de acogida permite que los bebés que nacen en situaciones de particular vulnerabilidad tengan una oportunidad de vida. Actualmente, en Catalunya, más de 200 están tutelados por las instituciones. Son muchos. El objetivo de la Generalitat, y el objetivo de cualquier sociedad que se precie de serlo, debería ser cero. Pero para ello son necesarios muchos Francescs y muchas Patricias y, sinceramente, no debe ser fácil ser como ellos. No ha de ser nada sencillo acoger a un bebé de dos días, cuidarlo como si fuera tuyo sabiendo que algún día, en cualquier momento, podrá ser reclamado por su familia biológica o por una familia adoptiva. Porque acoger no es adoptar. Acoger es darlo todo, sabiendo que de la noche a la mañana te puedes despedir de ese ser que te ha llenado la vida. Esa generosidad que le otorga al pequeño una oportunidad de construirse como persona, de adoptar las herramientas vitales esenciales para –a pesar de todas las dificultades– poder crecer con esperanza. Cada pequeña historia es una historia infinita. Cada persona lleva una maleta de recuerdos únicos. Los pequeños que son acogidos por las Patricias y los Francescs, los pueden acabar olvidando, la ley lo permite, y seguramente ocurre en muchos casos, pero quien no lo puede olvidar somos los demás. Valga esta editorial como modo de agradecimiento por habernos permitido –por un día– emocionarnos con una foto, con una historia, con un testimonio. Es un auténtico honor que la portada se la lleven ellos tres.