Emboscada de la ultraderecha

Los vecinos han recibido lanzando barro y al grito de «asesinos» a los reyes, al presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, y al presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón, durante su visita este domingo a Paiporta, donde se han encontrado, hasta ahora, casi medio centenar de muertos. Es una de las localidades más dañadas por la catastrófica DANA.

En una democracia robusta, la crítica es esencial -a la oportunidad de esa visita, por ejemplo-. También lo es la expresión ciudadana de la desesperación o la cólera, incluso cuando adquiere tonos airados y cierta desmesura. Muchos vecinos sienten que ellos solos se han hecho cargo de la reconstrucción sin el debido auxilio público. La trifulca entre gobiernos, el tira y afloja sobre el socorro a la zona devastada, el juego con las víctimas, no ha hecho más que agravar su sensación de desamparo y su irritación. No les falta razón.

Encubiertos bajo esa lógica protesta, sin embargo, la ultraderecha -entre ellos militantes de Revuelta, la marca juvenil de Vox, partido que da la mayoría en Valencia al PP- han intentado agredir a Sánchez, cuya escolta le ha evacuado como manda el protocolo de seguridad. Por si faltara confirmación, el sindicato de Vox ha ofrecido servicios jurídicos a quienes destrozaron el coche oficial del presidente. Por hechos parecidos, la justicia española ha impuesto graves penas de cárcel y largas inhabilitaciones. El derecho al disenso no ampara la agresión ni el odio. Este episodio exige una condena clara y contundente de todas las instituciones y de todos los sectores políticos y sociales, especialmente de los partidos «de gobierno. Minimizar el ataque a Sánchez o tratarlo con indiferencia aumentará el clima de crispación de la política y dará alas al golpismo de baja intensidad.

Es necesario saber dónde está cada uno en este punto respecto a la ultraderecha, desde la primera institución hasta la última. También los medios de comunicación, algunos de los cuales deben hacer su particular examen de conciencia, puesto que, con sospechosa sincronía, este mismo domingo abrían sus ediciones digitales con títulos mendaces como este: «El Rey calma a los vecinos de Paiporta mientras Sánchez abandona la comitiva». Ojalá la clarificación de este episodio marque un punto de inflexión hacia el fin de la polarización y de la política crispada, las mentiras y el enfrentamiento sistemático.

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