Elecciones en pleno verano
Pedro Sánchez ha demostrado ser un hombre que no se da por vencido. Tras la derrota sufrida por su partido en las elecciones municipales y autonómicas celebradas el domingo, ayer por la mañana, sin esperar siquiera 24 horas para digerir el disgusto, sorprendió a propios y extraños al anunciar un adelanto de las elecciones generales al 23 de julio, en plenas vacaciones de verano.
Se trata, qué duda cabe, de una jugada con la que trata de contener la ola derechista antes de que vaya a más. También es cierto que los seis meses que quedaban para acabar con normalidad la legislatura no se consideraban en Moncloa como una oportunidad de demostrar que con la gestión se podían revertir los resultados. Más bien se temían como una fase de mayor deterioro y desgaste de la marca socialista y su presidente.
El factor Vox, con sus buenos resultados que condicionan la formación de gobiernos locales y autonómicos, ha sido un clavo ardiendo al que agarrarse y el dato que faltaba para lanzar la arriesgadísima apuesta de meter al país en una consulta electoral en pleno verano, en plena presidencia de turno de la Comisión Europea, dos meses después de una despiadada campaña cuerpo a cuerpo y bloque a bloque. Y Sánchez ha lanzado al país a decidir qué tipo de políticas quiere, lo que, por otra parte, no deja de ser un mensaje de lo más democrático.
Por otra parte, la convocatoria pilla a todos los partidos con el pie cambiado. Sobre todo, a sus socios a la izquierda del PSOE, que apenas tendrán unos días para entenderse y lograr la coalición Unidas Podemos-Sumar que no divida el voto de estas formaciones. Claro que también pilla un tanto cansados a los ciudadanos, agotados tras una campaña electoral que se ha prolongado durante un año largo y que ahora han de afrontar otra. Habrá que volver a votar, aunque haya que salir de la playa para hacerlo. Nos va mucho en el envite.