El 8M de la división

La celebración del 8M este año llega un tanto empañada por la división política que se ha generado en el seno del Gobierno del PSOE y Unidas Podemos por los desencuentros entre los socios por las leyes trans y del ‘solo sí es sí’.

Sobre todo, por esta última y sus consecuencias, reflejadas en la rebaja de la pena a más de 700 condenados por delitos contra la libertad sexual, lo que ha generado gran alarma social. La división política se ha trasladado también al propio movimiento feminista, en este caso por la ley trans. Y así nos hallamos ante el 8M de la división.

Una auténtica pena, porque la lucha por la igualdad no se merece esto. Es verdad que en los últimos años se han logrado grandes avances, pero no es menos cierto que es mucha e ingente la tarea que hay que realizar todavía para que la mujer sea considerada en todos los ámbitos de la vida, tanto pública como privada, con los mismos derechos que los hombres.

La brecha salarial y el techo de cristal, la mayor concentración en ellas de los contratos a tiempo parcial y de los trabajos peor remunerados, la idea aún persistente de que son ellas las que deben asumir el papel de cuidadoras...

Son muchas las asignaturas pendientes en la batalla por lograr que el sexo no represente una ventaja o una desventaja a la hora de afrontar y enfrentarse a la vida. Son muchas y muy flagrantes las injusticias que aún se cometen sobre las mujeres por el mero hecho de ser mujeres. La más cruel, execrable e insoportable es la violencia que aún muchos hombres ejercen sobre ellas, unos crímenes que no cesan pese al cada vez mayor repudio social que generan.

Sí, el machismo, pese a lo ilógico que resulta que alguien se crea superior en función de su sexo, aún tiene demasiada fuerza en la sociedad. Hay tanto por hacer que lo que menos se necesita es que la pelea partidista divida y por tanto debilite la lucha por la igualdad. O sea, por la justicia.

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