Ejecuciones en Irán

Cuando una dictadura eleva el grado de represión que ejerce contra su ciudadanía para mantenerse en el poder es que teme que su tiempo de terror llegue a su fin. Hay varios casos en la historia donde el endurecimiento de las medidas contra los que protestan ha sido contraproducente para sus oscuros intereses porque ha provocado una reacción de mayor valentía interna y de necesidad vital de luchar contra el abuso de autoridad por la fuerza, la denigración de la dignidad individual y colectiva y la profunda concienciación personal de la necesidad de acabar con una injusticia inaceptable e insoportable.

Desde hace varias semanas, miles de iraníes protestan en todas las ciudades del país contra el régimen de los ayatolás. Las manifestaciones comenzaron tras la muerte de una joven, Mahsa Amini, tras ser detenida por la Policía de la moral por llevar mal puesto el velo.

Las mujeres encabezaron las reivindicaciones por sus propios derechos que día a día se fueron generalizando para reclamar el final del régimen represor que respondía asesinando a docenas de manifestantes en las calles y ahorcando públicamente a dos de los más de veinte condenados a muerte acusados de delitos de «enemistad contra Dios y corrupción en la Tierra».

No es fácil que el régimen de los ayatolás colapse porque los clérigos chiíes radicales han copado el poder en todas las instituciones y organismos. Desde el poder judicial, legislativo, militar, económico y el político que maneja el líder supremo y su consejo más cercano.

Sin embargo, el hartazgo de la sociedad iraní desafía a la dictadura y a su policía y grupos paramilitares impulsada más todavía por la indignación que producen los ahorcamientos públicos. Se va perdiendo el miedo.

La comunidad internacional no puede permanecer impasible ante tamañas violaciones de los derechos humanos. La necesidad del petróleo iraní para aliviar la crisis no puede ni debe ocultarlo todo ni comprar el silencio.

Temas: