Debemos defender una Europa sin complejos

Debemos defender una Europa sin complejos. Se celebran elecciones donde lo que realmente tiene valor son los temas clave como la industrialización, la inmigración, la seguridad y la defensa contra un Putin, una China y un radicalismo islámico que nos quieren derrotados. La energía, la innovación y digitalización, los chips, los repuestos de los coches, la agricultura, la alimentación y otros asuntos que afectan el día a día de los ciudadanos también forman parte de las prioridades. La Unión Europea tiene que dar una respuesta clara y eficaz a los desafíos y necesidades de sus habitantes con los principios y valores en la mano, le pese a quien le pese, aunque los populistas utilicen las redes y otros canales para desacreditar todo aquello que no les interesa. Hacen mucho ruido, manosean el término democrático, se apropian de una falsa mayoría social, descalifican a sus adversarios y su objetivo es imponer su única verdad mesiánica.

Las elecciones representan una buena oportunidad para fortalecer las bases de la Unión Europea sin complejos. No es sencillo dar cobertura informativa a estas elecciones. Resulta muy complicado abordar los trascendentes temas europeos en un momento crucial por la necesidad de renovar el impulso de Europa y de aterrizar en el mundo real. Los principios y valores europeos, sin pudor ni vergüenza, merecen una defensa clara, plantar cara con argumentos y experiencias a los populistas autoritarios que utilizan los mecanismos democráticos para llegar al poder y una vez en el sillón, hacen y deshacen a su antojo.

La gran amenaza para las democracias liberales son los populismos autoritarios que se alimentan de nuestra congoja ante el cambio, ante la mundialización, ante el desánimo de una generación que no encuentra cómo construir su proyecto de vida. Europa, seguramente, no es la solución a todos los problemas, pero lo que seguro no es, es la culpable de todos los males. Es una caja de herramientas para ser usada con responsabilidad.

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