Au revoir París, bienvenida la realidad
Una segunda luna iluminó el cielo de París durante las dos últimas semanas. La brillante idea de convertir el pebetero en un globo aerostático en medio de las Tullerías ha sido uno de los fenómenos de masas durante estos Juegos Olímpicos, que concluyeron ayer. Todo empezó con una ceremonia inaugural espectacular, polémica, diferente, astuta y políticamente muy potente.
Los organizadores creyeron que durante los JJOO, el gobierno francés estaría en manos de la extrema derecha, y a modo de reivindicación republicana pusieron toda la carne en el asador, usando y casi abusando de referencias a la Gran Cultura francesa de las Luces. Antes de que empezaran los juegos, los franceses eran muy pesimistas, pero tras quince días impecables, su percepción ha pasado de un extremo al otro. Antes de la ceremonia inaugural en el Sena, predominaban los testimonios negativos o escépticos respecto a los Juegos. Ahora cuesta encontrar aquellos con un matiz negativo.
Tras unos últimos meses de crispación y crisis política en Francia, donde hay un Gobierno interino y cuesta vislumbrar las mayorías en la Asamblea Nacional, la cita olímpica ha representado un oasis veraniego. Los franceses han descubierto un nuevo rostro de un país que desde los atentados del 2015 no consigue diluir la tristeza y el miedo. Hemos visto París como no la veíamos nunca. ¿Pervivirá el espíritu de los Juegos? Muchos parisinos se muestran escépticos ante el legado que dejarán, más allá de un bonito recuerdo y quizás un ligero repunte del número de visitantes en la ciudad más turística del mundo.
La «tregua política» pedida por el presidente Emmanuel Macron se termina, en principio, este lunes. El jefe de Estado galo podría nombrar a un nuevo primer ministro este mismo mes. Esa decisión probablemente dejará descontentos a millones de franceses prácticamente irreconciliables. El deporte ha unido a los franceses, pero la política volverá a dividirlos. Suele ser así en todas partes.