Agresión sexual a un menor, el delito insoportable
El consumo masivo de pornografía –repleta de prácticas sexuales violentas contra las mujeres– por parte de millones de niños, adolescentes y adultos no es inocuo en la construcción de su deseo sexual, y, por consiguiente, en las relaciones sexuales que mantienen con otras personas. En la actualidad, muchos niños y adolescentes están accediendo a la pornografía a edades cada vez más tempranas desde cualquier dispositivo móvil, sin necesidad de registrarse ni de pasar ningún tipo de filtro. En el año 2021 uno de los términos más buscados en los portales de pornografía fue “how to”, es decir, “cómo hacer”, lo que nos indica que muchos chicos y chicas jóvenes utilizan la pornografía para aprender sobre sexualidad. Esta realidad denota que el modelo de educación sexual actual no está resultando ni efectivo, ni suficiente.
La educación sexual en España se aborda de manera residual, aislada, y, además, desde una perspectiva biologicista que asocia la sexualidad a la reproducción y ligada a prevención de las infecciones de transmisión sexual. Todos los niños, niñas y adolescentes, además de conocimientos académicos, deberían tener garantizado el derecho a recibir una educación que les ayude a desarrollarse plenamente en todas las facetas de la vida, incluida la sexual. El modelo de la educación afectivo–sexual debe ser crítico y emancipador, debe problematizar sobre el consentimiento, poniendo el deseo en el centro, y brindar herramientas para poder detectar la violencia sexual en una sociedad donde ésta se encuentra absolutamente naturalizada. Esto ofrecer a los y las jóvenes conocimientos y herramientas que les permitan reconocer y detectar la violencia más normalizada en sus relaciones afectivo–sexuales y que les ayuden a reconocerse como agresores y como víctimas, entendiendo que la violencia sexual no es un problema individual, sino cultural y social. La educación siempre es la clave en la solución de los problemas. En este caso es la única clave.