Distorsiones electorales
Mientras el PNV pierde, todos los demás ganan, pero volverá a gobernar. Los partidos no nacionalistas resisten y suben, pero el Parlamento será el más nacionalista de la historia
No hace ni diez años que Podemos ganó en unas generales en el País Vasco; este domingo desapareció casi por completo el llamado ‘quinto espacio’. Hace una docena que EH Bildu se renovó como principal partido de la oposición.
Este domingo era el PNV la formación que más porcentaje perdía y es a la vez el que las gana. Mientras él pierde, todos los demás ganan, pero volverá a gobernar. Los partidos no nacionalistas resisten y suben, pero el Parlamento será el más nacionalista de la historia.
En resumen: el PNV se desangra, pero no lo suficiente porque resiste un poco en su territorio-régimen vizcaíno. Bildu crece a su techo máximo, pero no se sale de la tabla y tiene otros cuatro años para rumiar su estrategia paciente. El PSE se zafa del ‘catch’ a dos que le había dejado fuera de escena y alcanza un resultado imprevisto.
Por su parte, el PP sube todavía más, cuando todo parecía que los jeltzales resistirían a costa suya, pero continúa en guarismos testimoniales y muy desequilibrados: cada vez es más un partido alavés. Por si fuera poco, Vox aguanta y con una mísera unidad estropea la fiesta en la calle Génova.
La contribución de la izquierda comunista o alternativa al ascenso ultranacionalista lleva reiterándose desde los tiempos en que vivía Lenin, por lo que dejó de ser noticia hace decenios.
Doce puntos menos de abstención maquillan todos los resultados, hasta los del ganador/perdedor. Por debajo, los cambios de fondo. El crecimiento de Bildu es estructural y se reitera desde las últimas fases electorales.
Su posición en la política española polarizada le puede seguir reportando beneficios y su mayor adherencia al suelo social vasco lo asegura.
El PNV está viejo y hace cosas raras, como cambiar de caballo a mitad de carrera derribando incluso a un jockey bien considerado.
Los socialistas tienen más suelo del previsto, igual que los populares –aunque su distribución territorial es mucho más equilibrada–, pero pagan todos aquí el precio de mantener a los de allí.
Los de allí, los ‘de Madrid’, están encantados con lo sucedido. El presidente Sánchez no podría soñar con mejores resultados, aunque la imaginación abertzale es abundante y la tentación en Moncloa para sorprender no se agota.
Feijóo sale bien parado gracias a su bastión alavés y proyectará los resultados para que le duren como impulso hasta las catalanas: recorta porcentajes con los socialistas, pero no se deshace de su aliado constante de la extrema derecha.
Los Gobiernos vasco y español menguan en escaños, pero no por culpa socialista esta vez, sino por la de sus respectivos socios y sus malas cabezas.
Una noche más, todo ha cambiado para que parezca que todo sigue igual. Es el maldito juego de los puntos de partida, las expectativas y la foto de llegada.
En todo caso, tenemos un Parlamento hipernacionalista, un futuro gobierno que ahora se equilibrará un poquito, un socialismo que puede jugar a algo más que a ser el freno a las tentaciones montañeras de su socio mayoritario y una oposición capaz de pisar a la vez la alfombra y la calle, y dispuesta a seguir superando su techo tradicional. No nos aburriremos.