¿De dónde eres?
Es una pregunta que tiene un componente no tan neutro. Expresa también que el interlocutor considera, en principio sin más, que no eres de aquí
¿De dónde eres? Es una pregunta que me la han hecho muchas veces. Es una pregunta en principio inocente, que sólo quiere ubicarte. Un buen amigo, gran viajero, siempre comenta que en países lejanos contesta diciendo que es español, luego que es catalán, y si le insisten un poco más, que es de tal barrio de Barcelona. Generalmente, dice mi amigo, se quedan con la primera respuesta, porque un nativo de Polinesia es posible que tenga grandes problemas de situar a España como para adentrarse en más cuestiones geográficas.
Es una pregunta que tiene un componente no tan neutro. Expresa también que el interlocutor considera, en principio sin más, que no eres de aquí (sea lo que sea el aquí), sino de otro sitio (sea lo que sea ese otro sitio). En este concepto, el interlocutor te excluye de un círculo (el suyo) y te ubica en otro diferente al de él. Hay que reconocer que el idioma facilita estas ubicaciones. Esta reubicación puede tener más alcance y, en algunas ocasiones, especialmente en los últimos tiempos en Catalunya, puede ser una posición claramente política.
Con la edad, uno ha ido acumulando historias personales que son difíciles de resumir en una frase. Cuando me preguntan por tal persona, acabas diciendo que es una historia muy larga que requiere tiempo. Quizás, como mucho, dejas una pista: fue mi amigo, pero ahora no lo es; o tuve mucha relación, pero hace tiempo que dejé de tenerla. Con eso se expresa que a lo largo de los años han ocurrido acontecimientos que requerirían una cierta explicación, aunque sea sucinta, para poder ser entendidos.
Cuando me hacen la pregunta que de dónde soy, puedo contestar de muchas formas según el ánimo que uno tenga o el tiempo de que se disponga. En la mayoría de los casos, tengo que resumir que es una historia muy larga, que es complicada de definir con un lugar.
En otras, si uno se ha levantado con ánimo polémico, acabas a su vez repreguntando: «¿Qué quiere decir con eso?». El interlocutor por regla general desiste de seguir por ese camino, porque piensa que ha preguntado algo que puede acabar mal cuando sólo se trataba de una pregunta sin más, tan inocente como conversar sobre el tiempo.
Si la ocasión lo merece, tú mismo contestas a tu pregunta para evitar que tu interlocutor se encuentre incómodo ante su inicial pregunta. Y le dices, antes de que diga nada: «¿Me pregunta sobre el lugar donde nací, o el lugar donde quiero volver, o el sitio donde vive mi familia?». Y sigues como el inicio de un cuento: «Yo nací en el pleno centro de Palma de Mallorca, en la calle Menorca, y me bautizaron en la iglesia del Borne, una historia muy larga...».
El otro día estaba firmando un documento y pregunté sin más a uno de los presentes que de dónde era. «De Marruecos», afirmó inmediatamente, como diciendo que era evidente. «Pero, usted tiene documento nacional del Reino de España», le dices. Su simple sonrisa fue más que suficiente para aclararme su sincera respuesta inicial.
A veces envidio a las personas que tienen una respuesta sin más complicaciones y no se hacen tantas reflexiones. Pero estas personas se pierden un sentimiento que tiene su morbo: la de considerarse para bien o para mal un extranjero o un extraño estés donde estés, con todo lo que ello comporta de libertad y de cierto alejamiento objetivo de lo local e inmediato.