Algo más que deporte

Siempre me ha fascinado de los Juegos Olímpicos la gran capacidad que tienen de mostrarse como un reflejo del mundo en el que vivimos. Más allá de las gestas deportivas de sus participantes, me quedo con las imágenes que ponen el foco de atención en detalles que reflejan nuestra diversidad y, de paso, sacan a la luz algunas de nuestras miserias. Como el primer equipo de refugiados en la historia del Olimpismo, una iniciativa del COI que ha permitido que un grupo de deportistas de diferentes países -todos ellos desplazados como refugiados- puedan competir bajo la bandera de aquellos que han tenido que abandonar su hogar por culpa de la guerra. O la primera medalla de oro en la historia de Kosovo, un pequeño Estado que hasta hace unos años formaba parte de Albania y que, después de una guerra, logró su independencia. O el ‘selfie’ de Lee Eun-Ju y Hong Un Jong -surcoreana la primera y norcoreana la segunda-, dos gimnastas que no han tenido ningún reparo en hacerse una foto juntas, tirando por los suelos el estado de guerra declarado en la primavera de 2013 por el dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un, contra sus vecinos del Sur. O la imagen del equipo femenino de voley playa de Egipto, cuyas jugadoras disputaron su partido contra las de Alemania tapadas completamente, a excepción de la cara, los pies y las manos, a pesar del calor que hacía en la playa de Copacabana. Estampas de los Juegos Olímpicos que nos deberían hacer reflexionar y nos recuerdan que esta gran cita mundial que tenemos cada cuatro años es algo más que deporte.

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