30 aniversario del genocidio en Ruanda
El genocidio en Ruanda de hace 30 años es el ejemplo de la violencia étnica alimentada por el discurso del odio transmitido a través de los medios
La Liga Anti-Difamación presentó en 2018 la Pirámide del Odio, que descompone la manera en que algunos comportamientos pueden ser la raíz de la violencia motivada por odio, que puede conducir incluso a los genocidios. Está descompuesta en cinco apartados.
Actitudes prejuiciosas. Actos tendenciosos. Discriminación sistémica. Violencia motivada por prejuicios, y en la cúspide, Genocidio, que es un acto o intención deliberada y sistemática de aniquilar a un pueblo o grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad.
El genocidio en Ruanda de hace 30 años es el ejemplo de la violencia étnica alimentada por el discurso del odio.
Durante los años 90, los hutus dieron rienda suelta al discurso del odio contra los tutsis a través de la radio y los periódicos, alentando a los ciudadanos y a los militares a cometer asesinatos en masa que acabaron con la muerte de entre quinientos mil y un millón de civiles y redujeron la población tutsi del país un 75%.
Las raíces de esta atrocidad se remontan a la época del gobierno colonial, cuando los belgas favorecieron a la minoría tutsi frente a los hutus y crearon las condiciones para la opresión de la mayoría por una minoría. En 1959, los hutus empezaron a asesinar tutsis, forzando la emigración de más de 300.000 a los países vecinos.
En 1990, los refugiados tutsis, bajo la bandera del Frente Patriótico Ruandés, invadieron Ruanda desde Uganda. El FPR y el gobierno ruandés llegaron a un alto el fuego, en vigor hasta 1994, cuando el avión del presidente Habyarimana fue derribado sobre la capital, Kigali. El magnicidio prendió la mecha que los medios de comunicación habían avivado.
Entre los medios, la revista Kangura, tremendamente extremista, la cual en 1990 publicó sus Diez Mandamientos del hutu, acusando a los tutsis de todo tipo de atrocidades. Como la tasa de alfabetización era baja, se utilizó la radio para incendiar los ánimos. En 1993, el presidente Habyarimana financió la Radio Televisión Libre de Mille Collines.
Los altos cargos del gobierno ruandés participaron activamente en la emisora, pautando sus contenidos, escribiendo editoriales y proporcionando los guiones a los periodistas. Su mensaje presentaba a los tutsis como sus opresores, por lo que su eliminación estaba justificada.
Un informe de la ONG Human Rights Watch de 1999 extendía parte de responsabilidad de las masacres tanto al personal de la ONU como a los tres gobiernos extranjeros principalmente involucrados en Ruanda.
A los primeros, «por no haber proporcionado información y orientación adecuadas a los miembros del Consejo de Seguridad»; a Bélgica, por haber «retirado sus tropas precipitadamente y defendido la retirada total de la fuerza de la ONU»; a Estados Unidos, «por haber antepuesto el ahorro de dinero a salvar vidas y por frenar el envío de una fuerza de socorro»; y a Francia, «por haber continuado apoyando a un gobierno involucrado en genocidio».
Igualmente ahora con la intervención directa occidental, vendiendo armas a Israel, sobre todo los Estados Unidos, asistimos en directo a un genocidio en Gaza. Así lo describe Francesca Albanese, relatora de Naciones Unidas para Gaza, en su informe Anatomía de un genocidio.
Es muy claro: «Cuando la intención genocida es tan ostentosa como lo es en Gaza, no podemos apartar la vista, debemos hacer frente al genocidio; debemos prevenirlo y debemos castigarlo...
Hay «motivos razonables» para creer que se ha alcanzado el umbral que indica la comisión del delito de genocidio contra los palestinos como grupo en Gaza».
«En concreto, Israel ha cometido tres actos de genocidio con la intención requerida: causar graves daños físicos o mentales a miembros del grupo; infligir deliberadamente al grupo condiciones de vida calculadas para provocar su destrucción física total o parcial; imponer medidas destinadas a impedir los nacimientos dentro del grupo».
«Una minoría de poderosos Estados miembros», en lugar de detener su impulso, «ha prestado apoyo militar, económico y político a la atrocidad, agravando la devastación que ha provocado en los palestinos».