‘Equilibrio’ es una metáfora defectuosa

El equilibrio entre la vida laboral y personal supone una dicotomía que está desvirtuada, y que en muchas ocasiones no resulta particularmente útil ni realista, por lo que cada vez es más importante, y casi imprescindible, que las organizaciones se planteen dar prioridad a la que se ha dado en acuñar como la integración de la vida laboral y personal.

¿Tenemos la impresión de que el día no tiene suficientes horas? ¿Nos sentimos constantemente empujados en múltiples direcciones, debiendo hacer auténticos malabarismos para cumplir y satisfacer las prioridades y demandas a las que nos enfrentamos? La mayoría de nosotros probablemente diríamos que nos sentimos abrumados y hasta cierto punto malhumorados, lo que sugiere que no nos sentimos en absoluto equilibrados, sino más bien «desequilibrados».

El hecho de tener que gestionar prioridades, en ocasiones contrapuestas, entre el trabajo y la vida personal es el que denominamos «equilibrio entre la vida laboral y personal». Sin embargo, la metáfora del equilibrio, que implica dedicar cantidades iguales de tiempo al trabajo y a la vida personal, simplemente no es en absoluto realista.

La idea de que el trabajo y la vida personal deben estar ‘equilibrados’ nos presenta una falsa, y en ocasiones fútil, dicotomía. El uso del concepto «equilibrio» nos lleva a pensar en el «trabajo» y la «vida» como dos cosas claramente diferenciadas, en lugar de considerarlas como un todo. Nos genera la sensación de que hay un problema que necesitamos resolver, en lugar de reconocer la polaridad existente entre gestionar e integrar. El CCL (Center for Creative Leadership) recomienda adoptar la idea de integración de la vida laboral y personal y dejar a un lado el equilibrio entre el trabajo y la vida personal.

Para el CCL, la integración de la vida laboral y personal no supone conseguir ‘cuadrar’ perfectamente la ecuación tiempo-esfuerzo, distribuyéndolos equitativamente entre los compromisos adquiridos, sino que se trata más de una cuestión de elegir y compensar, alineando nuestros comportamientos y valores. En este sentido, por ejemplo, la crianza de los hijos y el liderar una organización, no tienen por qué ser mutuamente excluyentes.

La elección de dar prioridad a la integración de la vida laboral y personal significa que, por ejemplo, se tiene que trabajar los fines de semana. Otras veces, puede suponer tener que dedicar tiempo y esfuerzo a aspectos personales durante la «jornada laboral». El objetivo de la integración de la vida laboral y personal es pasar fácilmente de una actividad a otra que nos brinde un estado de satisfacción y sentido de realización, independientemente de cuándo suceda, en que ámbito esté ubicada sea o no remunerada.

Las personas dedicamos más energía cuando hacemos cosas que creemos que tienen un impacto real en algo que es importante para nosotros (ya sea trabajo, familia, amigos, voluntariado u otras actividades), incluso si se debe dedicar muchas horas.

Por lo tanto, pensemos en las cosas que podemos hacer tanto en el trabajo como en nuestra vida personal que son importantes para nosotros y que nos permitan vivir una vida satisfactoria. Ser capaz de hacer lo que queremos no es solo una cuestión de horas dedicadas: se trata de si tenemos la energía, el impulso y las ‘ganas’ para hacerlo.

La integración entre la vida laboral y personal consiste en sentirse energizado por lo que estamos haciendo en todos los ámbitos de nuestra vida, lo que nos permite canalizar la energía para cuidar y alimentar lo que es realmente importante para nosotros. Esto supone practicar el denominado liderazgo personal holístico, es decir, gestionar nuestra persona en su totalidad, abarcando cuerpo, mente, espíritu y emociones.

En un próximo artículo, abordaremos el nivel de control que tenemos las personas para integrar la vida laboral y personal, y se introducirán algunos mecanismos y tácticas para conseguir el mejor control posible de estos límites y, consecuentemente, un mejor nivel de integración de ambas vidas.

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