Petroquímica: menos petróleo y más química
McKinsey & Company vaticina que la transición energética reducirá la demanda de productos de petróleo, pero aumentará la de productos petroquímicos
La transición energética reducirá la demanda de productos de petróleo, pero aumentará las oportunidades para captar la creciente demanda de productos petroquímicos. Es la principal tesis de un reciente informe elaborado por McKinsey & Company, titulado From crude oil to chemicals: How refineries can adapt to shifting demand y en el que se analizan las principales líneas estratégicas que deberían contemplar hoy polos petroquímicos como el de Tarragona.
La primera constatación es que el peak oil (el momento histórico de máximo consumo de petróleo en el mundo, al que seguirá su declive sostenido) se encuentra, esta vez sí, cerca. «El sector del transporte -explica McKinsey en este informe- está a la vanguardia de esta tendencia, con una demanda global que se espera alcance su máximo en los próximos uno o dos años y luego comience a descender gradualmente».
«La gasolina -prosigue- experimentará el mayor impacto porque se utiliza principalmente para vehículos de pasajeros ligeros, y el mercado de estos vehículos está cambiando hacia la electricidad. Además, estos vehículos están sujetos a mejoras de eficiencia y a cambios en los hábitos de movilidad de los consumidores».
En sus previsiones, McKinsey estima que, a escala global, las refinerías tienen la capacidad de procesar cerca de 100 millones de barriles de crudo por día. A medida que la demanda mundial decaiga, se espera que la utilización de refinerías caiga en los mercados clave de Europa Occidental y Asia, con lo que para mediados de esta década, la utilización en esos mercados podría caer de la tasa actual del 85% a poco más del 70%.
¿Pone en riesgo esa tendencia el futuro de complejos industriales como el de Tarragona, con una importante refinería de petróleo en el Polígono Norte? No, si se saben leer bien las tendencias, como ya ha hecho el sector desde hace años. Porque la segunda constatación de McKinsey es que «la demanda de materias primas petroquímicas seguirá creciendo».
Los principales insumos petroquímicos derivados del petróleo -expone en su informe- son el etano, el gas licuado de petróleo (GLP) y la nafta, que se utilizan principalmente en la producción de polímeros para plásticos, fibras sintéticas y otros intermediarios petroquímicos. Llegados a este punto, vaticina que «la demanda de estos productos seguirá creciendo con el aumento de la riqueza global».
Y añade: «Estos dos desarrollos plantean un doble desafío para los más de 600 refinadores del mundo. Una menor demanda general implica una menor necesidad de capacidad de refinación. Al mismo tiempo, la capacidad de refinación restante debe evolucionar para adaptarse a un cambio en el mix de productos para satisfacer la demanda petroquímica. Los refinadores tendrán que encontrar maneras de hacer mucha menos gasolina, marginalmente menos diésel, y más combustible para aviones y materias primas petroquímicas».
«Las refinerías con visión de futuro -añade- ya están buscando oportunidades para ajustar o modificar sus modos de producción a fin de capturar la creciente demanda de petroquímicos, por ejemplo, aumentando su producción de nafta, propileno y reforma, los bloques de construcción de otros petroquímicos».
En este punto, McKinsey destaca que, a día de hoy, las refinerías ya producen algunas materias primas petroquímicas, aunque «típicamente a tasas no superiores al 10% de la producción total».
En esta competencia global, el alto grado de integración entre el Polígono Norte y el Polígono Sur del polo petroquímico de Tarragona, donde casi desde su origen se han trabajado estas sinergias, le da una ventaja competitiva importante sobre otros polos con menores grados de integración o, directamente, con infraestructuras de refino enteramente enfocadas a los carburantes y sin ‘socios’ del sector químico como los que se encuentran en Tarragona.
«Las refinerías del mundo -apunta McKinsey en este informe- deben repensar fundamentalmente cómo se diseñan y operan. Dado el tiempo que lleva hacer inversiones de capital y construir nuevas plantas, deberían comenzar esta revisión ahora».
De no hacerlo a tiempo, «la caída en la utilización y la rentabilidad podría resultar en cierres de capacidad que afectarán a las plantas menos eficientes y a las menos capaces de adaptarse a las nuevas demandas».