Los parados mayores de 45 años cuadriplican a los menores de 30
El edadismo tiene una gran presencia en el mercado laboral. Expertos y sindicatos abogan por la necesidad de formar a los mayores para que pueden encontrar un empleo
Carmen se ha acostumbrado a pasar los lunes al sol. «Los lunes, y los martes, y los miércoles...», dice con un punto de resignación en su voz. Tiene 55 años y lleva sin trabajar desde mediados de 2020, cuando la empresa en la que se desempeñaba como secretaria cerró.
Ha agotado el subsidio del desempleo y percibe la ayuda de 480 euros que el Estado otorga a los parados mayores de 52 años. Ella intentó recolocarse. «Me decían que cuando uno pierde el trabajo debe moverse rápido para encontrar otro, pero la pandemia lo paralizó todo.
Envié el currículum a muchos sitios, pero solo una empresa me respondió, para decirme que valoraban mi experiencia pero que buscaban a alguien más joven».
Así que esta mujer, que comenzó a trabajar «cuando tenía 21 años», ha tirado la toalla y ya asume que «tendré que seguir cobrando esta ayuda hasta que me jubile», una realidad en la que se ve envuelto un elevado porcentaje de los parados mayores de 55 años.
Y lanza una crítica al sistema: «No se entiende que por una parte alarguen la edad de jubilación a los 67 años y que por otra te digan que a los 50 ya eres demasiado mayor para trabajar».
En una situación parecida se halla Javier, de 57 años, un camarero que lleva en el paro tres años, desde que el restaurante en el que trabajaba cerró. «Vivíamos del menú del día y el confinamiento y los cierres por la Covid nos mataron».
A diferencia de Carmen, él no se resigna y cada día se despierta con la esperanza de conseguir un contrato, aunque su ánimo va decayendo con el paso de los días. «Dicen que faltan camareros, pero yo no encuentro trabajo.
He ido a alguna entrevista, pero quieren chicos más jóvenes, que aguanten bien el ritmo y las horas de pie que requiere un empleo como este. Es un trabajo muy duro y exigente, con mucho desgaste. He tenido alguna oferta, pero con jornadas larguísimas, sobre todo en los fines de semana, y sueldos de risa.
Sí, hay trabajo, pero las condiciones son a menudo tan precarias que no puedes aceptarlas».
Los casos de Carmen y Javier no son aislados. El desempleo se ceba sobre todo en los mayores de 45 años, que suponen más de la mitad de los 40.961 parados que había en la provincia de Tarragona a finales del año pasado.
Y es que, pese a encontrarnos en un momento en el que la afiliación a la Seguridad Social alcanza cifras históricas, hay algunas lagunas en esa fortaleza del mercado laboral, como es la de los parados mayores de 45 años.
Y es que los desempleados que rebasan esa edad tienen cada vez más dificultades para encontrar un empleo, como lo demuestra el hecho de que en la provincia de Tarragona cuadruplican la cifra de parados menores de 30 años.
En efecto, Tarragona cerró el 2023 con un total de 40.961 desempleados, de los que más de la mitad, 23.999, superaban los 45 años, mientras que el paro juvenil afectaba a 5.673 menores de 30 años, según el SEPE.
Las mujeres, peor
De los datos también se desprende que la brecha de género se ensancha con la edad. Entre los menores de 25 el paro golpea a las chicas con menos fuerza –1.312 paradas por 1.586 parados–, pero la cosa cambia a medida que cumplen años: en la franja de 25 a 29 años el desempleo afecta a 1.576 mujeres y a 1.199 hombres; entre los 30 y los 44 años, la diferencia crece: 4.294 hombres sin trabajo y 6.995 mujeres; y ya a partir de los 45 años son 9.997 hombres los que padecen el desempleo y 14.002 mujeres.
Sin duda, apuntan los expertos, el crecimiento de la brecha tiene mucho que ver con la edad en que las mujeres son madres.
De hecho, un reciente informe del centro de investigación Ageingnomics para la Fundación Mapfre señalaba que «ser mayor y ser mujer no son buenas cartas de presentación para conseguir un empleo».
De todos los parados que llevan más de dos años buscando trabajo, el 55% son mujeres, y entre los mayores de 50 ellas también son mayoría.
Si lo analizamos por sectores, el mayor desempleo se da en los servicios, que aglutinan el 70,6% de los desempleados de la provincia.
Se podría deducir que el perfil del parado en Tarragona se corresponde con el de una mujer con nivel formativo de Estudios primarios/ESO, mayor de 55 años y con una antigüedad de más de 24 meses en la demanda de empleo.
La situación de Tarragona no difiere demasiado de lo que sucede en el resto del Estado: el 47% de todos los parados de larga duración, los que llevan más de dos años buscando empleo, tiene más de 50 años.
«Una parte importante del talento de una generación se está desperdiciando por considerar que no es válido por los prejuicios existentes y la falta de medidas de apoyo», resume Javier Blasco, director de Adecco Group Institute.
La formación, clave
Entre las medidas que se plantean para abordar esta situación, explica Blasco, está el desarrollo de incentivos adecuados para la contratación de mayores de 45 años, con bonificaciones a la Seguridad Social, cambios en la formación para el empleo y los contratos formativos o ayudas al emprendimiento sénior.
«Es un problema estructural en el que las soluciones no son fáciles y hay que luchar contra un enorme prejuicio contra el talento sénior», resume Blasco.
«Son los poderes públicos los que pueden y deben configurar el marco adecuado para aprovechar la capacidad y potencial de los mayores de 55 años», dice el presidente de Fundación Mapfre, Antonio Huertas, que apuesta por la mejora de la formación continua, fomentar con recursos públicos nuevos programas de recualificación profesional y apoyar el emprendimiento sénior.
También los sindicatos se muestran muy preocupados. Joan Llort, de UGT, insiste que «la principal receta para reintegrar a los mayores de 45 años al mercado laboral pasa por la formación, porque a menudo estas personas tienen niveles muy bajos de formación, lo que merma su capacidad para acceder a buenos empleos y han de conformarse con trabajos precarios».
Llort asegura que «la gente formada y preparada encuentra trabajo, porque hay ofertas y hace falta mano de obra, por lo que hay que intentar formarles en función de las necesidades laborales que puede haber en la zona».
El dirigente de UGT considera que «a las empresas les cuesta entender que la experiencia es un plus que te da garantías en temas de calidad y de productividad, por lo que la edad es un hándicap que se agrava en el caso de muchas mujeres que han interrumpido su vida profesional y su formación por cuestiones familiares y ya solo pueden acceder a trabajos precarios, tanto en el aspecto laboral como en el económico».
En una línea similar se expresa Mercé Puig, de CCOO, quien dice que «soluciones hay y la Generalitat tiene que ponerse en ello. La transformación del SOC tiene que ir encaminada a favorecer a toda esta gente y procurarle una formación en lo que se necesita para que pueda volver al mercado de trabajo.
Hay grandes oportunidades con la descarbonización, por ejemplo, para formar a los mayores de 50 años en empleos que el territorio necesita».
Mercé Puig propone «cambios en las empresas con políticas de ocupación. No pueden estar cogiendo solo a gente joven, hay que destacar el valor de la experiencia. Y hay maneras de hacerlo, que pasan, sobre todo, por la formación».
Preguntados al respecto, tanto Carmen como Javier expresan su voluntad de formarse «si nos garantizan un empleo. Es que aún nos faltan diez años para la jubilación y no podemos vivir con 480 euros al mes todo ese tiempo», concluyen.