Reducir deuda como forma de ahorro
Una buena planificación financiera personal nos puede evitar problemas en escenarios adversos
De nuevo el arranque del año es un momento propicio para sentarse a hacer balance y planificar los próximos pasos. Con los efectos de la inflación, la subida de tipos de interés y la tímida (en el mejor de los casos) revisión de los salarios, con efectos directos sobre nuestra capacidad de afrontar pagos corrientes y cubrir nuestras deudas, la planificación financiera destaca entre esos propósitos del año.
Lo analiza Jordi Martínez, director de educación financiera del Institut d’Estudis Financers (IEF): «En épocas de crisis, hay un cierto boom de las finanzas personales: crece el ahorro y miramos más en qué gastamos nuestro dinero». Los augurios de desaceleración económica y posible recesión que sonaron con cierta intensidad en el tramo final del año 2022 y el arranque de este año son una explicación al creciente interés por las finanzas personales detectado por esta fundación, pero no solo.
«Desde el año 2008 -explica Jordi Martínez, aludiendo a la fecha de inicio de la Gran Recesión-, ha habido muchas iniciativas para mejorar la educación financiera, y se han dado a conocer muchas herramientas orientadas a la economía familiar».
Entre ellas, aplicaciones móviles, en muchos casos creadas por las nuevas Fintech, pero también por entidades financieras tradicionales que se sumaron a esta corriente, mediante las que este control de las finanzas personales «se ha puesto más fácil -prosigue Jordi Martínez-, porque todas las domiciliaciones y los pagos con nuestra tarjeta están digitalizados, ya no hace falta ir con esos tíquets de caja, y solo haría falta anotar aquellas cosas que se han pagado en efectivo».
Sobre este último punto, además, «la pandemia ha ayudado a bajar el uso del efectivo -resalta este portavoz del IEF-, y eso hace más fácil automatizar el seguimiento».
Más herramientas, más facilidades, y un creciente interés. Visto esto, la pregunta sería cuántas personas llevan a cabo efectivamente una planificación de sus finanzas. Antonio Terceño, catedrático de Economía Financiera y decano de la Facultat d’Economia i Empresa de la Universitat Rovira i Virgili (URV), es claro en la respuesta: «Muy poca gente».
«Una buena práctica -recomienda Antonio Terceño- sería, a principios de año, hacer una previsión de los gastos fijos que se tienen y, en función de eso, ver la capacidad de ahorro que se tiene. Es una cosa que poca gente hace, y sería una buena medida».
La elaboración de un presupuesto familiar es la primera medida que suele recomendarse a cualquiera que quiera hacerse cargo de sus propias finanzas. Y, para ello, la primera acción es, sin duda, poner negro sobre blanco ingresos y gastos. «El punto de partida -coincide Jordi Martínez, del IEF- es elaborar el presupuesto y generar superávit, cosa que es cada vez más difícil» en un contexto de inflación, encarecimiento de las cuotas de las hipotecas y salarios sin grandes revisiones al alza.
Recortar gastos superfluos para tratar de generar ese superávit es una medida de choque que, quien más quien menos, suele hacer con acierto en esta fase. «El segundo paso -prosigue Jordi Martínez- sería construir un fondo de emergencia, por si sucede un imprevisto, que nosotros recomendamos que sea entre tres y seis veces los gastos mensuales de una familia». Y eso, ya, es otro cantar.
Mercedes Teruel, vicepresidenta del comité ejecutivo de la sede en Tarragona del Col·legi d’Economistes de Catalunya (CEC), analiza el momento: «En general, la situación es de sándwich, con los ingresos de las familias estancados en el mejor de los casos, con los costes incrementando, y con un margen de maniobra que se reduce para muchas de estas familias».
«Otra cosa -prosigue Mercedes Teruel- es si se hace suficientemente el análisis del endeudamiento, del presupuesto... y aquí hace falta cultura financiera básica, desde la escuela, para tener más conocimiento de la perspectiva a largo plazo cuando, por ejemplo, decidimos coger una hipoteca a tipo variable o fijo».
Sobre ello, Josep Soler, delegado ejecutivo de EFPA España y consejero de EFPA Europa (asociación europea de asesores financieros), razona que «lo primero que se tiene que entender es que la educación financiera es positiva porque reduce la fragilidad financiera, es decir los riesgos de caer en problemas financieros por cometer errores al gestionar las finanzas personales».
Dicho lo cual, «lo más importante es dedicarle un poco más de tiempo», explica Josep Soler, que emplea una analogía: «igual que para prevenir enfermedades sabes que has de hacer deporte o alimentarte mejor, en el caso de tu salud financiera es lo mismo». Porque, quien dice ‘ejercicio físico’ y ‘dieta mediterránea’, puede decir en este caso ‘presupuesto familiar’ y ‘fondo de emergencia’. «Para ello has de formarte -prosigue Josep Soler-, pero sobre todo dedicarle un poco de tiempo».
«De la misma forma -insiste Josep Soler- que antes de comprar un coche le dedicamos tiempo a informarnos y a planear esa compra, cuando planeamos una hipoteca o un plan de pensiones deberíamos dedicarle tiempo también. Falta cultura financiera y hábito financiero. Nos da pereza porque no lo entendemos, y no lo entendemos porque nos da pereza. Es un círculo vicioso».
Ponerse en marcha, sin embargo, no requiere tanto. Lo explica Mercedes Teruel, del CEC: «Para elaborar un presupuesto familiar, donde cada cual puede hacer la previsión de los gastos familiares, con un simple Excel basta. Hay que tener unas mínimas nociones -reconoce- y ser constantes, comparando los recibos de productos y servicios respecto al año anterior y buscando alternativas».
«Llegados aquí -añade Antonio Terceño de la URV, en alusión a la elaboración de un presupuesto familiar-, se trata de ver si tienes capacidad de ahorro o no. Y si tienes esa capacidad, ver cuál es tu horizonte de inversión. Pero es evidente que, antes, una familia ha de tener un colchón para imprevistos, unos ahorros en una cuenta que podrían llegar a dos o tres mensualidades».
«El problema -prosigue Antonio Terceño- es que muy difícilmente una familia con unos ingresos mensuales de 2.000 euros podrá mantener 6.000 euros en la cuenta corriente. Quien puede hacer eso es, como mínimo, una familia de clase media. Mi recomendación entonces es que, si esa familia no puede tener ese colchón, no tiene ningún sentido plantearse inversiones».
Jordi Martínez, del IEF, coincide en priorizar ese fondo de emergencia: «Si tienes la mala suerte de que se te rompe la lavadora y el frigorífico el mismo mes, o tienes ‘un rincón’ o vas a tener que endeudarte. Por eso es importante ir aportando a ese fondo de emergencia, aunque sea muy poquito cada mes. Y, a partir de aquí, sí que podremos planificar y plantearnos cuestiones como ‘tengo unos hijos, que hoy tienen ocho y diez años, y que en doce años puede que hagan un Erasmus. ¿Puedo ahorrar 30 euros al mes hasta entonces para eso?’».
Controlados los ingresos y los gastos, con un fondo de emergencia disponible y llegado el momento de planificar nuestro ahorro, aflora de nuevo esa falta de nociones. Josep Soler, de EFPA, considera que, cuando hablamos de planificación financiera personal, «seguro que hoy lo hacemos más de lo que hacíamos años atrás, pero de forma insuficiente y peor o menos que otros países occidentales, donde hay una cultura financiera más extendida».
«Un ejemplo -prosigue Soler- es a qué dedicamos el ahorro. En el estado español, el ahorro es enormemente conservador: cuentas corrientes, depósitos... lugares que no generan valor. Eso es tremendamente negativo, porque no le sacas rendimiento a ese ahorro».
«Dos terceras partes de los activos financieros -añade- están en lugares sin ningún rendimiento. Y eso, en tiempos de inflación y pérdida de poder adquisitivo. No le sacamos ningún partido al ahorro, y esto demuestra que la cultura financiera es pobre».
Mercedes Teruel, del Col·legi d’Economistes de Catalunya (CEC), comparte el diagnóstico de esa falta de cultura financiera pero, ante esta realidad, defiende ese plus de conservadurismo: «Yo, seguro que no pondría el ahorro en productos que tienen riesgo y que, en caso de necesitarlo, tengas pérdidas de la inversión inicial. Las inversiones a largo plazo necesitan de cierta cultura financiera, y si la perspectiva es que a nivel familiar tienes unas finanzas estresadas, lo mejor es rebajar deuda».
Antonio Terceño, de la URV, coincide: «En familias con una capacidad de ahorro limitada, y teniendo en cuenta la subida de los tipos de interés, con efecto en los préstamos pero todavía no en los depósitos bancarios, lo mejor es rebajar deudas hipotecarias, amortizando hipoteca, si se tiene y es a tipo variable».
La razón es que «estás sacando como rendimiento el coste del préstamo -justifica Antonio Terceño-, y difícilmente encontrarás hoy un producto financiero que te dé la rentabilidad del coste de ese préstamo. ¿Serías capaz hoy de obtener un rendimiento del 4% por 2.000 euros, que son los que por ejemplo amortizarías? No de forma segura».
Mercedes Teruel, del CEC, coincide: «Absolutamente, tiene más sentido hoy amortizar hipoteca que hace un año y, en la medida en que se pueda, ir reduciendo los costes de la deuda es muy recomendable».
Jordi Martínez, del IEF, introduce matices: «Si tienes una hipoteca a tipo fijo con un interés bajo [como muchas de las que se firmaban hace apenas uno o dos años], déjalo como está, porque puedes tener más rendimiento invirtiendo. Si es un escenario a tipo variable, amortiza, pero no en todos los casos, porque con el sistema de amortizaciones que tenemos, donde primero se pagan los intereses, si apenas te quedan tres años de hipoteca, quizás no merezca la pena amortizar».
Pero, independientemente de si ponemos ese ahorro en un fondo de inversión en Bolsa o decidimos rebajar nuestra deuda hipotecaria, y previo a esa cuestión, está la capacidad real que tenemos para ahorrar. «A niveles muy pequeños -responde Josep Soler, de EFPA-, seguro que siempre hay la posibilidad de ahorrar alguna cosa, pero para eso es conveniente que antes se haga el trabajo personal del presupuesto y se separe ni que sea una parte muy pequeña. Pienso que no es cierto que no se pueda ahorrar, e incluso en momentos de crisis puede hacerse, lo que sucede es que se ahorra mal».
«En el caso de las personas -reflexiona Antonio Terceño, de la URV- que no pueden tener ninguna capacidad de ahorro y que una lavadora la tienen que financiar, aquí ya no estamos hablando de finanzas personales, sino de supervivencia. Pero el esfuerzo siempre es factible, con un ahorro pequeño, que tendría que ser imprescindible, intentando hacer aquello que puedas hacer».
«Con 50 euros al mes durante siete meses -ejemplifica Terceño-, tienes casi para esa lavadora, y eso es algo que debería intentar hacer todo el mundo. Pero hay un problema de entorno social. Estamos en una sociedad en la que nos hemos creado unas grandes necesidades, donde nadie se plantea hoy ir por el mundo sin móvil o no tener un Netflix o alguna cosa similar en casa. Y los gastos son cada vez más altos porque las necesidades que nos hemos creado son más altas».