Tiempo de avellana
La quinta edición del programa de ‘Temps d’Avellana’ se enmarca en las actividades que desarrolla la Oficina Técnica de la Avellana, gestionada por Eurecat desde 2020, y que desarrolla algunas acciones del Plan estratégico para la valorización de la avellana hasta diciembre de 2023. En este período se seguirá con las acciones destinadas a la promoción del producto, al apoyo a la DOP Avellana de Reus, a la consolidación del Panel de Cata de la avellana, a la difusión entre escolares y restauradores y al apoyo a la organización del sector.
En efecto, es el tiempo de la avellana, pero también del olivo, los cereales, las almendras, la leche, las hortalizas, la carne y el pescado, la fruta... Es el tiempo de la alimentación, de preguntarnos dónde y quién produce, de ver el campo no solo como un lugar bello para pasear, ya que de lo que pasa en el campo depende la cesta de la compra de las familias y la economía del país.
Según PRODECA, el sector agroalimentario genera un volumen de negocio de 38.205 millones de euros, cifra que equivale al 16,28% del PIB de Catalunya, y da empleo directamente a 163.372 personas. Lo integran 57.423 explotaciones agrarias que ocupan a 55.000 trabajadores, 3.922 industrias de alimentación y bebidas y 436 establecimientos de la industria auxiliar agroalimentaria. Estos datos lo convierten en el primer sector económico y confirman su valor estratégico.
El sector de la avellana no pasa por su mejor momento, ha encadenado tres cosechas con una producción muy por debajo de la media de su producción potencial y se estima que, en esta cosecha, los daños sufridos por causas climatológicas se pueden valorar entre 3 y 5 millones de euros.
En el campo se ha instalado un desánimo creciente que se traduce en un abandono de las explotaciones. Se habla de que no se puede perder ni un palmo de terreno más porque hay que asegurar unos mínimos de autosuficiencia alimentaria, de que hay que mantener espacios cultivados para frenar los incendios que se nos anuncian inevitables y de que hay que frenar la despoblación de los entornos rurales. Se aplaude la labor incansable, tenaz y a veces heroica de los agricultores y se reconoce las dificultades a las que se enfrentan debido a los efectos de la globalización y el cambio climático. Sin embargo, la pérdida de efectivos agrarios sigue con un goteo continuado.
Preocupa el incremento de los precios de la alimentación, pero el sector primario sigue perdiendo rentabilidad. Importa producir de manera sostenible, social y ambientalmente, pero somos menos exigentes con las importaciones. Preocupa el campo y exigimos, como a todos los sectores, regulaciones que contribuyan a una gestión más sostenible, pero llegamos a la paradoja que hoy es más fácil obtener una autorización para hacer una barbacoa que para quemar los restos de poda y las hojas secas de los avellanos.
Ciertamente, es tiempo de avellana y de innovación, pero la innovación no consiste sólo en la digitalización de los procesos del sector de la producción. La innovación debe dirigirse urgentemente a atacar las causas del abandono de la actividad agraria, atender eficientemente los problemas fitosanitarios que padece la explotación agrícola, afrontar con garantías los retos del cambio climático, mejorar la rentabilidad, facilitar el relevo generacional y a atender la difícil relación entre la actividad agraria y los desequilibrios generados por la fauna salvaje.
La innovación debe responder, finalmente, a generar seguridad para que el agricultor se sienta acompañado por la sociedad y la administración. En este sentido, la innovación no puede ser ni debe ser exclusivamente tecnológica, sino que debe tener una perspectiva global, con especial atención a los equilibrios entre todos los elementos que definen el ecosistema.
Jaume Salvat, Consultor en Turismo y Cultura del centro tecnológico Eurecat. Director de la Oficina Técnica de la Avellana