¿Qué política laboral necesitamos?
La bolsa de desempleo estructural persiste pese al buen momento económico y un mercado laboral dinámico
Esta semana volvieron a publicarse cifras de desempleo. El número de desocupados en la demarcación de Tarragona cerró septiembre en 38.972 personas, con una ligera reducción de 139 desocupados (un 0,36% menos) respecto al mes precedente.
Las mujeres (con 22.858 desempleadas) siguen superando de largo a los hombres (16.114), si bien las cifras mantienen una tendencia a equilibrarse. En el caso de los menores de 25 años sin trabajo, se invierte la proporción, con 1.510 hombres en paro frente a 1.336 mujeres.
Y, de nuevo, pese a estas cifras en las que persiste una bolsa significativa de personas en busca de empleo (la última Encuesta de Población Activa, relativa al segundo trimestre de este año, situaba la tasa de paro en las comarcas del sur de Catalunya en un 13,44%), sigue habiendo vacantes por cubrir.
La escasez de talento en determinadas posiciones es recurrente, y ha pasado de limitarse a unos perfiles profesionales muy determinados a extenderse a todos los sectores, con perfiles cada vez más diversos. Hay gente que busca empleo, hay empresas que buscan empleados, y no se encuentran. ¿Qué política laboral (o qué falta de política laboral) nos ha traído hasta aquí? ¿Qué necesitamos?
Josep Ginesta, secretario general de Pimec, lo analiza: «En el fondo, el problema es de base, y tiene sus consecuencias. Es paradójico que tengamos el paro en dos dígitos, el triple del que tienen las economías de Europa, cuando el crecimiento de nuestra economía y la capacidad de impulsarla es hoy más alta. Eso no es lógico».
«España -prosigue Josep Ginesta- acumula más de una cuarta parte del desempleo de la zona euro, pero no tenemos ese porcentaje de población que lo justifique. Parece que hayamos comprado un marco mental en el que el paro estructural es una característica del mercado laboral español, y eso es algo que no podemos aceptar».
«La causa -asegura Josep Ginesta- es doble. Por un lado, un desajuste entre los perfiles demandados y ofertados. Hay un desajuste entre los perfiles que necesitan las empresas y la formación que acreditan, porque el modelo de FP Dual y competencial todavía se está desplegando, y hace que todavía no haya mecanismos ágiles de adaptación oferta-demanda».
«La segunda razón -prosigue el secretario general de Pimec- es el marco de derechos y deberes de las personas cuando están en situación de desempleo. Es algo que tenemos descompensado. Está bien proteger a las personas en situación de paro, eso es algo de país normal con escudo social. Pero la mayoría de países también exigen deberes y obligaciones. Aquí, este marco de derechos y deberes lo tenemos muy destilado».
«Para que una persona perciba una prestación de desempleo -razona Josep Ginesta-, prácticamente solo se le exige que selle su situación de paro. En otros países se le exige que busque trabajo e interactúe con redes de empleo. Aquí se produce una actuación condescendiente, y cuando una cosa no la exiges, ya sabemos qué sucede. En la Ley de Empleo, la palabra ‘derecho’ sale cerca de 70 veces. La palabra ‘obligación’, ninguna. Acabamos dependiendo del autoconvencimiento de que trabajar es bueno, y eso no funciona en el 100% de las personas».
Oferta y demanda
Josep Maria Arauzo-Carod, catedrático de Economía en la Universitat Rovira i Virgili (URV), razona que «aquí lo que hay es un problema de matching con los perfiles que demanda el mercado». Un problema que pasa por la formación, donde el sector público acumula importantes carencias. «No es que no tengas alumnos para estudiar -explica Josep Maria Arauzo-Carod-, sino que desde el sector público no les estás ofreciendo esos estudios, con lo cual acuden al sector privado, que es más ágil en adaptarse a lo que pide el mercado».
«Toda esta gente que quiere estudiar determinados ciclos formativos -prosigue este catedrático de Economía- y no puede, acaba engrosando el grupo de los ‘ni-ni’ (ni estudian ni trabajan)».
Ferran Teixes, director general del Institut d’Estudis Financers (IEF) y de la Barcelona Finance School (BFS), explica que «ante este desajuste entre la oferta y la demanda, hay dos opciones: preparar rápido a la gente o importar gente de otros países». Aquí, la Formación Profesional tiene un papel relevante.
«La cuestión de los ciclos formativos de grado superior -explica Ferran Teixes- es algo que viene de muchos años atrás, y tiene que ver con una histórica falta de prestigio frente a los estudios universitarios. La manera de prestigiarlos es certificar que con ellos puedes trabajar, pero también acceder a un grado universitario. ¿Cuánta gente hay con carreras universitarias haciendo un trabajo que no requiere estudios superiores?».
«Todos tenemos que empezar a cambiar y a ser honestos como sociedad -propone Ferran Teixes-, examinando qué necesidades tenemos. ¿Todas las profesiones necesitan un grado universitario? El origen de las universidades era crear conocimiento. Para aplicarlo, hay otras cosas. Pero lo que nos encontramos hoy es que estamos conduciendo a los alumnos a tomar decisiones sobre su futuro demasiado pronto. ¿Cuántos alumnos están en Bachillerato y no saben qué estudios harán? ¿Cuántos cambian tras el primer curso de carrera?».
La extensión de la formación dual a los estudios superiores es la solución que desde hace poco se está sugiriendo. Igual que los ciclos formativos están inmersos en la transición hacia la Formación Profesional Dual, los grados universitarios podrían emprender el mismo camino. La Universitat Rovira i Virgili (URV) fue pionera, en este sentido, con la puesta en marcha de un grado en Química en modalidad dual, al que han seguido otras propuestas en esta misma línea. Pero el camino no está siendo fácil.
«El despliegue del grado dual es muy complicado -analiza Josep Maria Arauzo-Carod, de la URV-, porque no hay colaboración por parte de las empresas. En el mientras tanto, hasta llegar a ese objetivo, las empresas han de colaborar. Pero tenemos un país con una estructura productiva de pymes; no tienes la tipología de empresas con la estructura para esta conexión».
«Creo -prosigue este catedrático de Economía- que es un problema global de la Administración, por su rigidez y falta de capacidad para sacar programas formativos que tengan interés. Hay mucha rigidez administrativa. En la Universidad, cuando quieres poner en marcha un grado nuevo, la burocracia que hay supone muchos años. Pero las profesiones que vienen las has de incorporar».
Aunque no todo es fijarse en esos trabajos del futuro, que todavía no conocemos y no tienen nombre. La distorsión entre la oferta y la demanda en el mercado laboral es hoy; y se da también con fuerza en oficios tradicionales, en los que hace décadas que hay oferta formativa.
En opinión de Josep Maria Arauzo-Carod, «es también un tema de prestigio profesional: el déficit de técnicos intermedios antes de 2008 era bestial, y de ahí la inmigración de profesionales de países del Este. Deberíamos hacer un replanteamiento general, y hace falta mucha pedagogía pública de cuáles son las opciones reales y qué prestigio tiene cada opción. Hay salidas profesionales que quizás no sean muy atractivas, pero el mercado las está demandando mucho».
En este punto, Josep Ginesta, secretario general de Pimec, reconoce que «las empresas tenemos mucha responsabilidad en hacer atractivo el mercado de trabajo a los jóvenes, pero el sistema educativo debe hacer una reflexión, para hacer entender a esos jóvenes que el trabajo emancipa a las personas».
«Al sistema de FP, cualificación profesional y subsistemas formativos -añade Josep Ginesta- les cuesta ir a la velocidad a la que van las transformaciones, y los mecanismos que utiliza el Departament de Educació i Formació Professional para la planificación han de mejorar. Hay personas que no han recibido orientación de en qué se han de formar para tener trabajo. Eso es lo que lleva a que se produzca una alta demanda formativa en lugares donde no necesariamente hay trabajo».
Entre las propuestas de Pimec están, explica Josep Ginesta, «mantener el sistema de colaboración público-privada y público-social en oferta formativa, porque la falta de oferta se podría resolver con los mecanismos de concierto que tiene el país, no creando nuevos centros públicos. Si se profundiza en el mecanismo de concertación con el sector privado, podremos dar una respuesta más ágil».
Dicho lo cual, insiste en los deberes que tenemos como ciudadanos: «El mundo ideal sería aquel en el que toda persona puede elegir siempre el trabajo que hace, pero no se puede rechazar un trabajo porque no te termina de gustar. Si no estás trabajando, no sé si podemos asumir eso como lógico».
«Estamos perdiendo el modelo en el que el trabajo era un instrumento de socialización y emancipación -alerta Josep Ginesta-, y el sistema educativo parece transmitir que las oportunidades caen del cielo, y de alguna forma es como si se trasladase a través de él la imagen negativa del mundo de la empresa y del empresario, como si se hubiese perdido el mensaje de que el trabajo es la mejor política social».