No hay 9 sin 10
Nueve de cada diez ‘startups’ fracasan antes de alcanzar su tercer año de vida
Querido lector, con éste ya son 9 los artículos en los que hemos hablado de temas tan dispares como: transformación digital y organizacional, empresas que están revolucionando sus sectores, nuevas formas de gestionar el talento, el síndrome de burnout o la aparición de innovadores estilos de liderazgo.
Pero me he dado cuenta de que faltaba un concepto tan sumamente vital como manido en los últimos tiempos: el fracaso.
Sí, ni más ni menos que el 90% (prometo que va a ser la primera y última estadística que leas) de startups fracasan antes de alcanzar su tercer año de vida. Impactante, ¿no crees?
Y es que cada vez que leo esta frase, son varias las preguntas que asaltan mi mente: ¿por qué se produce este fracaso? ¿Existe una fórmula mágica para evitarlo? ¿Qué es exactamente el fracaso?
Comencemos por la última: si de algo se está caracterizando el ecosistema startup es de las obscenas cifras que le rodean. Hablamos de rondas de financiación y ventas de empresas por miles de millones de euros con suma facilidad; lo cual hace que generar beneficios todos los meses o aportar valor a nuestros clientes, acabe resultando banal.
¿A dónde quiero llegar? A que quizá la pregunta no es tanto ‘qué’, sino ‘para quién’.
Alrededor de la evolución de una empresa surgen distintos actores con objetivos y necesidades muy diferentes, por lo que el fracaso acaba resultando un poliedro de casi infinitas caras.
Bien, teniendo en cuenta que nuestra primera pregunta parece no tener una respuesta evidente, aventurémonos con las otras dos: ¿por qué se da este fracaso y cómo podemos aplacarlo?
«He creado un producto que nadie quiere», «hemos crecido muy rápido y el dinero se ha quemado», «no supimos remontar nuestro último bache», «nos hemos adelantado a nuestra época»...
Como puedes comprobar, hay tantas justificaciones como empresas, personas y contextos. Pero hay ciertas líneas rojas que debemos trazar y que creo que son necesarias para acercarnos a esa ‘fórmula mágica’:
-Rodéate de personas con las que compartas un propósito, con las que pienses en el mismo ‘por qué’. Y, sobre todo, que estén dispuestas a implicarse al 100% en el proyecto.
-Pregunta. Qué daño ha hecho la mítica frase de Steve Jobs: «el cliente no sabe lo que necesita hasta que se lo muestras». Créeme, la gente sabe muy bien lo que necesita y lo único que debes hacer es salir a la calle y preguntárselo.
-Investiga, planifica y ejecuta. La procrastinación en el mundo de la empresa tiene un nombre: ‘parálisis por análisis’; y es de los peores enemigos que encontrarás en tu viaje. Recuerda: si cuando lanzas tu producto al mercado no te avergüenzas, es que lo has lanzado demasiado tarde.
Quien me conoce, sabe que no soy un gran amante de la filosofía de vida norteamericana; pero sí hay algo que envidio profundamente de ellos. Y esa es su visión respecto al fracaso.
En España, incluso en Europa, el fracaso está visto como síntoma de debilidad, de torpeza, incluso de idiotez. Por ello lo tememos tanto; porque además de deber gestionarlo internamente, sabemos que nos espera el paredón público listo para fusilarnos con sus miradas de desdén, sus comentarios jocosos y su falsa compasión. Por ello te invito a atreverte a pensar y crear, a lanzarte al vacío, a probar sin miedo. Y, por encima de todo ello, a aplaudir a aquellas personas que lo intentan tanto si triunfan como si fracasan. Yo, Víctor Barcelón, he fracasado. Pero te aseguro que nos volveremos a ver. Porque van 9 intentos y recuerda que no hay 9 sin 10.