Lobos con piel de cordero
Desde hace muchas décadas el concepto de liderazgo le ha ganado la partida a la noción clásica de ‘jefe’. Se supone que los líderes son algo más que simples jefes
Desde hace muchas décadas el concepto de liderazgo le ha ganado la partida a la noción clásica de ‘jefe’. Se supone que los líderes son algo más que simples jefes. Escuchan, atienden las emociones, fomentan la cooperación y ayudan a sus colaboradores a crecer profesionalmente. No se escudan en su poder jerárquico sino que ejercen una influencia que sintoniza con la gente, facilitando el logro de objetivos comunes.
Todo eso, al menos, en teoría. Porque hay lobos con piel de cordero. Son los jefes de toda la vida que, cuando todo va bien, ejercen de líderes, pero que cuando las cosas se tuercen, se transforman en tiranos. No es difícil observar esa increíble metamorfosis en las organizaciones de nuestro alrededor. Son líderes aparentes que dejan de serlo cuando alguien osa desafiarles o pensar de forma diferente y hacerlo ostensible. Son líderes maravillosos cuando la economía responde pero jefes crueles cuando las cosas no van bien y hay que tomar decisiones drásticas (de las que, por supuesto, ellos quedan excluídos).
Son personas que, aparentemente, cuentan con todo el mundo, pero que toman decisiones sin escuchar prácticamente a nadie. Porque crean una barrera muy sólida entre los que dirigen y los que simplemente obedecen sin rechistar. Son jefes que cuando consiguen dominar sus emociones todo va bien, pero que cuando estallan (con razón, claro), gritan y humillan a la gente sin contemplaciones.
Son personas que aparentemente comulgan con los avances en management pero que, en privado, piensan que nada cambia, que todo sigue igual, que los viejos hábitos de poder son los que realmente funcionan. Son expertos en hacer ver que ellos se han adaptado a los nuevos tiempos pero en realidad nada de eso sucede. Son unos auténticos farsantes. Hay lobos con piel de cordero por todas partes. En empresas grandes, medianas y pequeñas. Son una clase a extinguir pero eso es algo que no pasará de un día para otro. La nueva oleada de autoritarismo post-democrático está reforzando y legitimando sus pautas de actuación, por desgracia. Es una pena, porque la extrema complejidad de los tiempos que nos toca vivir aconseja otra cosa. Necesitamos líderes de verdad, que ejerzan la autoridad y sólo en casos muy aislados, el poder. Líderes que sepan distribuir las responsabilidades de toma de decisiones entre todos sus colaboradores y que fomenten la creatividad y la innovación de una forma clara y desacomplejada. Líderes que entiendan que las decisiones de arriba a abajo causan desimplicación y frustración. En definitiva, personas que aprecien de verdad que la gente piense por sí misma y sea crítica
En definitiva, son necesarios líderes que sepan mandar, pero de verdad. No es fácil encontrarlos. Pero hay que buscarlos debajo de las piedras si creemos realmente que ya es hora de hacer las cosas de forma distinta.
Franc Ponti es profesor de innovación en EADA Business School