¿Liderar la transformación o sufrirla?
Mantener nuestra calidad de vida y prosperidad requiere una transformación social y económica sin precedentes
El mundo cambia y nos impone unos retos que no podemos evitar como sociedad. Se habla mucho de los grandes desafíos globales como la energía limpia, el agua, la movilidad y la salud pública, y de la necesidad de una respuesta a nivel local. Se trata de proteger nuestra seguridad digital, organizar nuestro trabajo con la inteligencia artificial, evitar la contaminación de nuestro medio ambiente, preparar nuestra respuesta a posibles migraciones, conseguir la resiliencia climática, asegurar la sostenibilidad de nuestras industrias. Son desafíos globales que sacudirán nuestra realidad y amenazan nuestro bienestar y confort.
Mantener nuestra calidad de vida y prosperidad requiere una transformación social y económica sin precedentes. Esta transformación la tenemos que gestionar. Hay que agarrar el toro por los cuernos, antes de que él nos arrolle.
La transformación es un trabajo de equipo. Hoy ninguna organización puede afrontar los retos del siglo XXI sola, tampoco la administración pública. O bien encontramos la voluntad y la manera de colaborar para crear respuestas y soluciones conjuntamente, o bien viviremos las consecuencias.
Cada uno por su cuenta no puede hacer mucho. Por ejemplo, un agricultor cuya explotación esté cerca de la industria química puede invertir en un sistema de riego eficiente pero sin la depuración del agua industrial puede encontrarse en una situación de escasez de agua y sus tierras no producirán a pesar del moderno sistema de riego. En este caso, para tener resiliencia, necesitamos el esfuerzo de todos los interesados: la industria, los agricultores, la administración y los depuradores del agua.
La transformación tampoco se puede imponer. La administración puede forzar cambios e intentar de conseguir los retos que se ha fijado, como en el caso de la descarbonización, pero no funciona si a la vez no se soluciona otros problemas como la infraestructura o el almacenamiento de CO2 (por ejemplo en pozos de petróleo abandonados como lo hacen en Noruega).
Si no puede conseguir energía verde fácilmente, la industria no tendrá más remedio que comprar derechos de emisiones de CO2, lo cual puede hacer su modelo de negocio inviable. Sin la búsqueda de soluciones de forma colaborativa no vamos a tener la transformación que necesita el territorio y puede ocurrir que la industria química no sobreviva aquí en Tarragona.
La descarbonización de la industria es un reto que nos impone Europa. No es sencilla porque falta: 1) infraestructura básica en líneas de alta tensión, 2) almacenamiento económico de CO2, 3) solares con acceso a suficiente energía verde. Es imprescindible aunar fuerzas para resolver esta situación y acelerar la transformación sin daño al tejido industrial.
No sólo hay que acelerar la transición industrial, sino también la urbana, la digital y la social. En cada ámbito hay retos complejos que no se resuelven sin colaboración y sinergias entre todas las partes interesadas. Por esta razón y para el bien de Tarragona, hemos de actuar. StartSud quiere aportar su granito de arena y estamos en conversaciones con varios actores para encontrar la mejor fórmula para poner en marcha esos cambios tan necesarios a nivel industrial, urbano, ecológico y digital.
Armand Bogaarts es emprendedor