La sequía y la inflación marcan la vendimia
Fenómenos meteorológicos extremos, junto a un incremento de costes de producción disparado, impactan en la campaña de recogida de la uva
La campaña de recogida de la uva de 2022 encara su tramo final con perspectivas a la baja en producción, aunque con buenas expectativas en calidad de producto y un alza generalizada en los precios, según las últimas estimaciones del sector. Una mala campaña en volumen de producción, pero excelente en calidad, que está a la espera todavía de ver el resultado final para los viticultores en términos de costes y rentabilidad.
La prolongada sequía y los golpes de calor han provocado un descenso medio en la producción del 30% para el conjunto de Catalunya, que ha sido especialmente acusado entre los productores de la DO Cava pero que cuenta con algunas excepciones (como la DO Terra Alta) donde las cifras de producción se estiman muy similares a las del año pasado.
A estos condicionantes climáticos se le añade un incremento de costes de producción que, en algunos casos, llega a duplicar los costes del año pasado, con los carburantes, fertilizantes y productos fitosanitarios como capítulos destacados.
Pero, junto a todos estos elementos, hay un hecho que hace distinta esta vendimia de todas las precedentes, y que abre una senda de futuro para los viticultores. Por primera vez, la campaña de recogida de la uva en Catalunya ha arrancado con un estudio de costes medios de producción de la uva, que sirve como referencia para cumplir con la Ley 12/2013 de medidas para mejorar el funcionamiento de la cadena alimentaria.
Una ley que, entre otras actuaciones, contempla que los precios de los contratos con los productores primarios deben ser superiores a sus costes de producción, trasladándose este principio a toda la cadena de operadores, donde cada operador debe pagar al operador inmediatamente anterior un precio igual o superior a sus costes de producción.
Con la publicación, a mediados del pasado mes de julio, del primer estudio de costes de producción de la uva para la campaña de la vendimia de 2022 -un estudio elaborado por el Centre de Recerca en Economia i Desenvolupament Agroalimentari (CREDA) y el Gabinet Tècnic del Departament d’Acció Climàtica, Alimentació i Agenda Rural-, se fijan por primera vez unas horquillas de precios de referencia, que facilitan el cumplimiento de la legislación y que han logrado un prometedor grado de consenso entre los diversos operadores del sector.
El estudio, presentado en la Taula del Cava celebrada el pasado 14 de julio en Vilafranca del Penedès, aborda el segmento que históricamente ha sido más sensible a los precios, y donde tradicionalmente los viticultores han sufrido con mayor intensidad sus fluctuaciones: el cava.
Para ello, este análisis determina una horquilla en los costes de producción de las tres variedades de uva mayoritarias en la elaboración del vino base para cava (xarel·lo, parellada y macabeu) en las zonas de producción del Alt y Baix Penedès, Tarragonès y Conca de Barberà, que al mismo tiempo concentran el mayor volumen de producción de uva de Catalunya.
En el caso del macabeu, el coste medio en 2022 se sitúa, según este estudio, en los 0,40 euros por kilo, con una horquilla que se mueve entre los 0,31 euros por kilo y los 0,48 euros por kilo. Una cifra idéntica a la de la uva de la variedad xarel·lo, cuyo coste de producción medio para esta campaña está calculado en 0,40 euros el kilo (con una horquilla entre los 0,30 euros y los 0,48 euros el kilo), y por debajo de la parellada, cuyo coste medio por kilo se cifra en los 0,46 euros, con una horquilla de entre 0,35 euros y 0,57 euros el kilo.
Unos precios que, según corroboran diversas fuentes del sector, se están respetando por parte de los grandes compradores de uva y vino base para cava. «Este año -explica Jaume Domènech, Cap sectorial de la Vinya i el Vi de Joves Agricultors i Ramaders de Catalunya (JARC)- es la primera vendimia en la que la uva para la elaboración de cava se clasifica en Cava de Guarda y Cava de Guarda Superior. En el primer caso se está pagando a 40 céntimos el kilo, que son 42 céntimos si es ecológico, mientras que en el segundo se pagan entre 50 y 51 céntimos, aunque hay bodegas que están llegando a pagar esa uva a 70 céntimos».
«El año pasado se estaba pagando a 30 céntimos», prosigue Jaume Domènech, que destaca la publicación del estudio de costes como una de las razones que explican esta subida. «Este año -explica- se presionó mucho para tener ese estudio, y el consenso son esos 40 céntimos, es el precio de referencia». Un precio que, sin embargo, desde este sindicato agrario siguen considerando insuficiente: «Pensamos que no se debería pagar ningún kilo de uva por debajo de los 50 céntimos».
Joan Josep Raventós, responsable del sector del vino de la Federació de Cooperatives Agràries de Catalunya (FCAC), confirma que «este año, la tendencia es a aumentar el precio para asumir el coste de producción y, si no llegamos a esos 40 céntimos que calcula el estudio de costes, nos acercaremos mucho a esa cifra».
«Podemos estar contentos -prosigue-, porque se están consiguiendo unos precios, tanto en la uva como en el vino, más ajustados a las necesidades de los elaboradores de vino, y soy optimista en que este año se logren buenos precios, pero querríamos que tuviesen continuidad con contratos a largo plazo, y no solo de un año».
«De momento -añade Joan Josep Raventós-, esta caída de la producción afecta al payés, que tiene que asumir costes más altos. En las bodegas, además, muchos de los gastos son prácticamente fijos, con un aumento de costes en vidrio, portes para la exportación... Pienso que veremos un aumento en el coste del vino para el consumidor final, pero es algo necesario para que los productores puedan ganarse la vida».
En este punto, defiende el papel que juegan las cooperativas agrícolas, enfocadas cada vez más a la producción y comercialización de sus propios vinos y cavas: «Somos la tercera zona productora de vino de España, con un producto de proximidad, y las cooperativas no nos deslocalizamos».
«Es necesario -defiende- que se nos perciba como un sector de futuro, y si bien las producciones seguirán bajando en los próximos años a consecuencia de más sequías y la tendencia a un mayor cultivo ecológico, buscando una mayor calidad, si somos capaces de mantener la misma extensión de viñedos, buscando un vino de calidad excepcional y valorándolo, habrá futuro».
«Vinos de lineal de supermercado -concluye Joan Josep Raventós- siempre los habrá, y se seguirán produciendo en cualquier lugar, pero en nuestras tierras no los podemos producir. Se trata de repercutir la materia prima en el producto final, y que una botella de vino valga 15, 20 o 30 céntimos más, no creo que sea algo que el consumidor note tanto. Y 10 o 15 céntimos más por botella representan hoy la subsistencia o no del sector».
Josep Marrugat, Responsable nacional del sector de la Vinya i el Vi de Unió de Pagesos (UP), coincide con esta visión, y pone el foco en el mundo del cava, donde las comarcas de la demarcación de Tarragona son importantes productoras de uva y vino base.
«La uva para cava -explica Josep Marrugat- es la que está sufriendo más, tanto en merma de cosecha como en niveles de precios. Los 40 céntimos por kilo que se están pagando concuerdan con el estudio de costes, y en condiciones normales de producción compensarían, pero con un 30% o 40% menos de kilos, son del todo insuficientes. En un mercado normal, lo que ahora se paga a 40 céntimos se debería pagar a 50 céntimos».
«El sector del cava -prosigue- podría hacer más [para ayudar al viticultor], pero está hoy más pendiente del vidrio y de las cajas que de la uva. En las DO Montsant y DOQ Priorat, por ejemplo, un kilo de uva se paga a 3 euros, para una botella de vino que se venderá a 20 euros. Pero aquí hay cavas de 20 euros que no llegan a pagar el euro por kilo de uva, cuando por el precio al que venden las botellas se deberían pagar entre 1,5 y 2 euros. Podrían pagar mejor, y deberían pagar mejor, para que la gente se orientase hacia la calidad».
Desde la DOQ Priorat, el presidente de esta denominación de origen, Sal·lustià Àlvarez, analiza la situación: «Hay dos tipos de agricultura. En primer lugar está la industrial, con grandes volúmenes de producción, y luego está aquella con una producción agraria identificada con la bodega y marcas concretas. Son dos mundos y dos precios. No tiene nada que ver un mundo que está discutiendo los 0,40 euros por kilo de uva con otro en el que el precio de la uva empieza a partir del euro».
«Lo tomes por donde lo tomes -prosigue- son dos mundos, y pienso que, tanto a nivel de regulación como de administración, se deben tratar de forma distinta. Quien quiere definir una botella de vino a partir del origen y busca la identidad, debe definir la calidad a partir del precio de la uva».