La sequía es un problema estructural
Las lluvias de las últimas semanas han aliviado una situación de auténtica emergencia en muchas partes del país, pero no debemos bajar la guardia
El 21 de mayo se celebró un debate sobre la sequía en el Colegio de Economistas, que forma parte del Observatorio Intercolegial del Agua con Ingenieros Agrónomos, Industriales y de Caminos, Canales y Puertos. Existen diversas sensibilidades entre los expertos sobre las soluciones, pero todos coinciden en señalar que se trata de un grave problema estructural, consecuencia del cambio climático.
Las lluvias de las últimas semanas han aliviado una situación de auténtica emergencia en muchas partes del país, pero no debemos bajar la guardia. Además de por la falta de lluvia hemos llegado a este punto por el déficit de inversiones en un contexto de incremento de consumo de agua.
Todos los sectores económicos han sufrido en mayor o menor grado las restricciones y el encarecimiento de costes. Algunos han atacado bastante al sector turístico como gran consumidor, cuando en realidad representa un porcentaje bajo y también está haciendo esfuerzos en ahorrar agua.
Como se expuso en la jornada, las soluciones son diversas (potabilizadoras, recuperación de acuíferos, desalinizadoras, trasvase entre cuencas, reducción de las ineficiencias y pérdidas etc.) y no necesariamente excluyentes entre sí. No resolveremos la falta de agua si no acometemos reformas estructurales en su gobernanza, incluyendo el asumir un mayor canon del agua, porque el problema no es coyuntural.
A nivel industrial se puso como ejemplo la regeneración de agua que realiza la industria petroquímica de Tarragona, cuyo programa se inició hace 12 años. Actualmente se consumen 6 Hm3 al año y en la futura fase 2 se llegará a los 9. El objetivo es que el 40% del agua usada por esta industria sea regenerada en el año 2026.
El nivel de eficiencia en el transporte de agua en Catalunya es, según los expertos que participaron, del 98%. Ese 2% que se pierde supone hoy un desaprovechamiento inasumible. Piénsese por ejemplo en la tristemente famosa fuga situada en Badalona, que desperdicia al día cerca de 200.000 litros de agua potable. Además es algo que se arrastra desde hace casi dos décadas (por la ya mencionada falta de mantenimiento), lo que arroja una cifra acumulada de agua perdida de más de 1.100 millones de litros.
La dramática situación de algunos pantanos trajo el tema de los trasvases entre cuencas hidrográficas y aquí se demostró que no hay unanimidad en que la solución pase por llevar agua del Ebro al área metropolitana de Barcelona. Se habla de interconexión de redes pero parece bastante claro que en general sería de un solo sentido.
Además de la necesidad de garantizar un caudal suficiente del río y de desplegar un plan de protección del Delta de l’Ebre que aporte los sedimentos requeridos, quedó de manifiesto que existe una importante desafección del territorio con la capital catalana. Cualquier iniciativa en este sentido debería ir acompañada de políticas socioeconómicas de reequilibrio territorial desde las zonas ricas hacia las más desfavorecidas (que ahora tienen excedente del recurso más preciado). En todo caso tampoco conviene olvidar que pantanos de la demarcación como los de Siurana o Riudecanyes están a menos del 3% de su capacidad.
Como se sabe, el consumo de agua en la agricultura es el más relevante. Es un sector económico importante, máxime cuando la capacidad de autosuficiencia alimentaria catalana está en niveles del 35%. El 26% de la superficie de Catalunya es de uso agrícola (822.000 Has.). De estas tierras aproximadamente un tercio se riegan: un 52% por gravedad, un 32% por riego localizado y un 16% por aspersión. Aquí hay un importante margen de mejora, porque la eficiencia de cada sistema es diferente (no pasa del 50% en el primer caso y puede llegar al 80% en el segundo). La tecnificación del riego conseguiría un ahorro del 35%.
El consumo del área metropolitana es otro aspecto crucial. Actualmente el 55% del agua de Barcelona tiene un origen no convencional. Viene de desalinizadoras (lo que implica un coste 2 o 3 veces superior a la de origen natural) y de regeneración. Además de los costes directos (en muchos casos relacionados con un mayor consumo de energía) hay que tener en cuenta otras consideraciones, como los aspectos medioambientales (por ejemplo en el hipotético caso de llevar agua a Barcelona en barcos).
Como última reflexión en Catalunya hay 196.000 piscinas (la mayoría privadas). El municipio que más tiene es Sant Cugat del Vallès, con casi 5.000; en los de las cuatro capitales de provincia no llegan a las 2.000 piscinas, mientras que hay otros de segundas residencias que pasan de las 3.000. Aunque no sea determinante, no parece razonable pedir el mismo esfuerzo en ahorro de agua a todos por igual ¿verdad?
Es obvio que la solución pasa por la concienciación y el ahorro de ciudadanos y agentes económicos, pero también por acciones responsables de nuestros dirigentes, asumiendo inversiones y medidas consensuadas con visión de medio plazo, porque la sequía ha llegado para quedarse y no siempre la solución vendrá del cielo.
Miquel Àngel Fúster es presidente territorial en Tarragona del Col·legi d’Economistes de Catalunya