Instalados en la incertidumbre
La moderación en la escalada inflacionista y la contención de los costes energéticos mejoran ligeramente la confianza en este año
Otro año incierto, y ya van algunos. De nuevo enero es propicio a balances y previsiones en materia económica y, ante la pregunta de qué nos depara este 2023, surge una única certeza: nos hemos instalado en la incertidumbre. Pandemias globales, guerras en Europa y asaltos a parlamentos nos han predispuesto a no dejarnos sorprender por lo inesperado, donde la novedad para este año quizás sería que fuese un año ‘monótono’ y dentro de lo ‘esperable’.
Ignorando (que no descartando) esos hechos inesperados que de un día para otro cambian por completo nuestras vidas, hay algunos elementos para el análisis. Los más destacables son una moderación en la escalada inflacionista y una cierta contención de los costes energéticos que invitan a algunos analistas a unos pronósticos algo menos sombríos de lo que eran hace algunos meses.
Esta misma semana, el Instituto Nacional de Estadística (INE) confirmaba que el Índice de Precios de Consumo (IPC) despidió diciembre en el 5,7% para el conjunto de España, una décima menos del 5,8% anticipado. Se trata de una cifra que se sitúa por debajo del 6,5% del mismo mes de 2021 y que queda muy lejos del pico del 10,8% alcanzado en julio, gracias a la bajada de los carburantes y del gasóleo para calefacción y al hecho de que la electricidad se encareció menos que en diciembre del año anterior.
Frente a estos elementos esperanzadores surgen otros, no tan positivos. Entre ellos, la escalada en los precios de los alimentos, que cerró el año desbocada en un 15,7%, con notables encarecimientos en productos básicos como la leche, el queso, los huevos o la carne. En paralelo, la inflación subyacente (que no contempla los productos energéticos ni los alimentos no elaborados) daba señales preocupantes: en diciembre, esa tasa se incrementó en el conjunto de España siete décimas, al pasar del 6,3% de noviembre al 7% con el que cerró el año.
Una subida que, entre otras cosas, forzó al Gobierno a actuar eliminando desde el 1 de enero el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) de los productos que ya tenían el tipo reducido del 4%, además de rebajar del 10% al 5% el de los aceites y las pastas.
Aunque no solo el gobierno español ha aplicado medidas durante los últimos meses para tratar de contener la escalada de precios. Desde el Banco Central Europeo (BCE), asumiendo su cometido de controlar los precios en la zona euro en torno al ideal y muy lejano objetivo del 2% de inflación, se ha aplicado una política de encarecimiento sostenido de los tipos de interés que, a día de hoy, sitúan el precio del dinero en el 2,50%, con el euribor (la tasa a la que se prestan dinero entre sí los bancos en la eurozona) cerrando diciembre en el 3,018%, cuando apenas un año antes se manejaba en tasas negativas del -0,502%.
Las consecuencias sobre el crédito y la capacidad adquisitiva de los ciudadanos son la derivada más clara de todo ello. Con una palabra que sobrevoló los últimos trimestres de 2022, y que ahora persiste como rumor de fondo: recesión. En su última Enquesta de situació econòmica, el Col·legi d’Economistes de Catalunya (CEC), que presentó esta misma semana los resultados obtenidos en otoño, constata una caída en la preocupación de los economistas por el aumento de los precios y costes, acompañada de un incremento en la preocupación por la subida de los tipos de interés, respecto a la misma encuesta elaborada en primavera.
Así, mientras que en primavera de 2022, un 47% de los economistas consultados se mostraba ‘muy preocupado’ por el aumento de precios y costes (y donde el precio del gas, el petróleo, los carburantes y otras materias primas figuraban como la primera preocupación, con un 60,6% de las respuestas, seguida por la inflación y los costes de producción, con un 55,4%), en otoño ese porcentaje había descendido cerca de diez puntos, hasta situarse en un 38,4%.
Además, la preocupación por el aumento de precios en productos energéticos y otras materias primas había descendido notablemente, hasta alcanzar un 35,3% de las respuestas (25 puntos menos), pasando de la primera preocupación a la tercera.
En términos generales, el índice de confianza de los economistas catalanes (que sintetiza las percepciones de los colegiados frente a la situación económica general, tomando en cuenta todos los factores que inciden en ella) se situaba en diciembre en un 5,05 sobre diez para la economía catalana, con una ligera mejora respecto al 5,01 de junio, y tras un retroceso desde el 5,12 de febrero.
Las previsiones respecto a la economía española, sin embargo, son algo peores, y de hecho no mejoran, al pasar de una puntuación media de 4,95 en junio a 4,83 en diciembre.
Tarragona, los más optimistas
Por demarcaciones, los economistas de las comarcas de Tarragona son los que muestran las puntuaciones más altas, al contar con un índice de confianza de 5,25 puntos para el conjunto de Catalunya y de 5,02 puntos para España. En el extremo opuesto se sitúa Barcelona, la única demarcación que se queda por debajo del cinco, al puntuar con un 4,99 su confianza en la economía catalana, mientras otorga 4,82 puntos al conjunto de España.
Con unas perspectivas en las que el aprobado va de unas décimas, la primera pregunta es si este 2023 lograremos esquivar esa sombra de recesión que planea por las economías de medio mundo. Miquel Àngel Fúster, presidente territorial en Tarragona del Col·legi d’Economistes de Catalunya (CEC), responde a ello: «Con las variables económicas que tenemos ahora en la mano, yo vería un crecimiento muy débil, pero no una recesión. Aunque, con esos cisnes negros que hemos tenido cada inicio de año, quién sabe».
Instalados en esa incertidumbre, Miquel Ángel Fúster expone que «aunque demasiado optimistas no podemos ser, estamos en una situación económica relativamente buena en comparación con el mundo: mientras que el Fondo Monetario Internacional (FMI) decía recientemente que un tercio de la economía mundial entraría en recesión este año, en España podríamos estar en un crecimiento del PIB de un 1%».
Miquel Àngel Fúster alude a las recientes palabras de la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, que estimaba que un tercio de las economías mundiales entrarían en recesión este año, con unas estimaciones de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) mundial de apenas el 2,7% en 2023, cuando en 2021 fue del 6% y en 2022 del 3,2%.
Además, aseguró que la mitad de la Unión Europea (UE) entraría en recesión este año, después de que los EEUU entraran ya en recesión técnica (tasas de crecimiento negativo del PIB durante dos trimestres consecutivos) en 2022. En el caso de la UE, las previsiones del FMI son un ligero crecimiento del PIB del 0,5% para el conjunto de la Unión durante este año, con grandes economías como Alemania e Italia llamadas a entrar en recesión.
Josep-Maria Arauzo-Carod, catedrático de Economía de la Universitat Rovira i Virgili (URV), se suma al análisis: «Creo que habrá un cambio radical respecto a 2022, eso es seguro, porque hubo un incremento de actividad por encima de lo normal, y es posible que en el último trimestre de este 2023 el crecimiento sea cero o incluso negativo, pero si llegamos a hablar de recesión, será un artificio técnico».
«Este es un análisis -prosigue este catedrático de la URV- que vale tanto para la economía catalana como para la española, en un contexto europeo en el que hemos salido menos mal parados que otros por los efectos de la energía rusa. El choque energético, sin duda, ha sido un punto de inflexión, pero me ha sorprendido la resiliencia ante él que ha habido en Europa este pasado 2022».
En cuanto a la confianza empresarial respecto al año que iniciamos, este economista sostiene que «las empresas son conscientes de que la economía se frena, y las inversiones hacen lo mismo. Habrá mucha prudencia, pero creo que en el contexto del Estado, Catalunya está en una mejor posición que el conjunto. Sí que hay cierto pesimismo en la clase empresarial, pero con ese matiz».
«En términos de inflación -añade Josep-Maria Arauzo-Carod-, pienso que no veremos lo que hemos visto en 2022, pero tampoco estaremos en un escenario como el que estábamos acostumbrados, y no creo que la normalización de la evolución de los precios sea posible en 2023, aunque sí que podemos cerrar el año en torno a una inflación del 4%».
Fuera triunfalismos
Pero, ante esta coyuntura, la posibilidad de que esquivemos la recesión debe analizarse con perspectiva. Lo explica Miquel Àngel Fúster: «Las lecturas triunfalistas se han de poner en contexto. Estamos teniendo un invierno muy suave de temperaturas, y ya veríamos qué precios de la energía tendríamos aquí si nos hubiese sucedido algo como la ola de frío que llegó a la costa Este de los EEUU en Navidad. Por otro lado, hemos de poner en contexto las medias de crecimiento del PIB en los países que tuvieron crecimientos más fuertes con la recuperación tras la Covid-19, porque todas las comparativas están muy distorsionadas».
«Tenemos una inflación más baja y un crecimiento más alto que nuestros vecinos europeos, es cierto -prosigue Fúster-, pero hay que ponerlo en el contexto del largo plazo».
Carles Mas, director del área de Economia i Empresa de Pimec, coincide con este análisis: «Si intuimos que a nivel económico mundial EEUU entra en recesión y arrastra a Europa, tarde o temprano esta oleada macro llegará hasta aquí. Si Alemania y Francia empiezan a ir mal, el efecto cascada te afectará, con lo que no puedes ser triunfalista con las buenas noticias a pasado, como el paro o el PIB».
Además, «nos hacemos un poco de trampas -alerta Mas-, porque todavía estamos por debajo del nivel de recuperación de la Covid-19 que otros consiguieron en 2020 y 2021, y que aquí no se prevé hasta finales de 2023 o primeros de 2024. Así que, si creces un 2%, estás creciendo más que quienes crecen a tasas de cero o ligeramente positivas pero, relativamente, estás por debajo, y no nos hemos de engañar».
«Con los indicadores atrasados -prosigue Carles Mas- pueden estar saliendo datos positivos, pero con los indicadores avanzados la tendencia es negativa, y hay riesgo de entrar en recesión en breve. Si miramos cómo están España y Catalunya en Europa, vemos que estamos mejor en crecimiento, pero en buena parte es porque todavía estamos con muchas ayudas de la época Covid-19, como los fondos Next Generation EU».
«No se prevé -añade- que este año nos coja una oleada de crisis y se desacelere tanto la actividad como en otros países europeos, pero si tenemos un ciclo desfasado y otros entran en crisis, habrá que avanzarse a las medidas que pongan en marcha estos países».
«Hay muchos indicadores que están dando un vuelco y apuntan a una clara desaceleración económica -analiza Carles Mas-, y el primer motivo es el incremento de los tipos de interés. Aplicar una política de restricción monetaria siempre va acompañado de una contracción económica, porque lo que haces es, de entrada, decrecer. Y, con esta evidencia económica, lo que ahora se está debatiendo es si esto se transformará en una recesión económica, en qué tipo de recesión y en qué países».
En todo caso, tampoco este analista cree que la dimensión de esa recesión vaya a ser desaforada: «Hay muchas incertidumbres que deben ir clarificándose, que apuntan a que el escenario puede ir hacia una recesión en la mayoría de países desarrollados, pero no hacia otras crisis como la de 2008. Pienso en una recesión más cercana a las que había en los años ochenta y noventa, con dos o tres trimestres de crecimiento negativo y, al cabo de un año, volviéndose a activar la economía».
Lo cual no significa, en su opinión, que debamos relajarnos: «Defiendo -alerta Carles Mas- que hay que estar muy atentos y que podemos estar a punto de entrar en un cambio de ciclo económico. Esperemos lo mejor, pero preparémonos para lo peor».
‘La culpa fue del BCE’
Léase acompañado de música de estribillo de Gabinete Caligari y referencia cultural para boomers: ‘La culpa fue del BCE’... (que Mario Draghi nos invitó a bailar). Como en la canción del grupo de la movida madrileña, el cha-cha-chá que hemos bailado durante una década fue la barra libre de crédito decretada por el anterior presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, cuya resaca empezamos a percibir.
Lo describe Andrei Boar, profesor de Finanzas de la UPF Barcelona School of Management (UPF-BSM): «Es el propio BCE, desde hace diez años, el que ha provocado esta situación en la que estamos. La causa de la inflación no es de Rusia y Ucrania, que simplemente lo han acelerado».
«El año 2022 es el que más poder adquisitivo hemos perdido en los últimos veinte años -prosigue Andrei Boar-, y hay muchas empresas muy reticentes a subir los sueldos, o porque no pueden permitírselo, o porque no quieren hacerlo. Con la subida de tipos de interés, la gente que quiera endeudarse le saldrá más caro, y todo apunta a un freno del consumo. Pero, tengamos recesión o no, el ciudadano se ha empobrecido».
Sobre la posibilidad de entrar en recesión, sin embargo, «soy un poco más optimista, y pienso que la esquivaremos», pronostica este economista. «La inflación -prosigue-, al menos de momento, se está frenando, y pienso que este año 2023 nos saltaremos esta recesión. Ahora llevamos semanas seguidas de subidas en la Bolsa, superando máximos del año pasado, con lo que el Mercado está descontando un año de crecimiento».
Desde Pimec, Carles Mas también se muestra crítico con el papel que ha tenido el BCE en los últimos tiempos: «Soy de los que piensa que una parte del mal se dio en 2018, al no haber empezado a subir los tipos de interés a unos niveles lógicos en cualquier economía. Lo que habíamos vivido hasta ahora con tipos de interés que a la práctica eran negativos ha sido una anormalidad absoluta, y que provoca que, cuando las cosas van mal, tú ya hayas gastado casi todas las balas que tenías».
«El daño de diez años de política expansiva y de incremento tan grande de la deuda pública -añade Carles Mas- ya está hecho. Que ahora se retorne a tipos de interés positivos es lo habitual en una economía. El daño ya está hecho, y por eso en el BCE sufren tanto ahora, porque no saben qué política han de hacer. Con unos tipos de interés tan bajos, una inflación tan alta y un endeudamiento tan alto, esto es una bomba».
Ante este escenario, Josep-Maria Arauzo-Carod, de la URV, es claro: «Todo apunta a que la subida de tipos seguirá hasta el 3%, y esto sin duda tendrá efectos en gente que tiene préstamos y en las pymes, que lo pasan peor que las grandes empresas. Hay que plantear un pacto de rentas, porque hay unos costes que se deben socializar».