El impacto de Europa

Euro, Schengen, directivas, regulaciones, fondos estructurales, ayudas... ¿cómo ha cambiado nuestra economía con la Unión Europea?

¿Qué retos se abren hoy en materia de políticas económicas?

Entre el 6 y el 9 de junio se celebran elecciones al Parlamento Europeo, donde los ciudadanos con derecho a voto, en una comunidad de cerca de 450 millones de personas, elegirán a los representantes que pilotarán, entre otras cuestiones, las próximas políticas económicas para un territorio que cuenta con un Producto Interior Bruto (PIB) de 14,5 billones de euros y es responsable del 14% del comercio mundial de mercancías, según los últimos datos publicados por la Unión Europea (UE), relativos a 2021.

Una ocasión para echar la vista atrás y hacer balance de lo que ha significado, en términos económicos, que el Reino de España ingresara en 1986 en la entonces Comunidad Económica Europea (CEE), hoy Unión Europea (UE).

¿Qué impacto ha tenido participar en este proyecto que agrupa hoy a 27 estados miembros? ¿Qué retos se plantean de cara a la próxima legislatura en materia económica? Juan Antonio Duro, catedrático de Economía de la Universitat Rovira i Virgili (URV), hace el primer balance: «La evaluación neta es claramente positiva. La entrada en la Comunidad Económica Europea en 1986 fue indudablemente positiva: ha implicado insertar la economía española y catalana en el contexto de las principales economías europeas y del mundo, nos sitúa en una liga superior, y fue un salto cualitativo enorme en términos económicos».

«Si lo analizamos a escala micro -prosigue este catedrático de Economía-, es cierto que durante los primeros años pudo haber un choque por cuestiones como la desaparición de aranceles, pero la economía floreció porque, con la armonización, España ofrecía una gran plataforma para inversiones extranjeras».

Además, «a nivel monetario -prosigue Juan Antonio Duro-, obviamente la integración de España en la CEE supuso un salto presupuestario positivo, recibiendo fondos que fueron aprovechados para recapitalizarse y hacer infraestructuras».

Unas inversiones en infraestructuras, admite, «que siempre podríamos haber hecho mejor, probablemente con no tantos aeropuertos y tan bonitos, o con Rodalies en lugar de AVE, pero que aún así han tenido un gran impacto: no despreciemos los Fondos Feder o los Fondos de Cohesión».

Pero con la incorporación a la Unión Europea, a partir del año 2004, de los estados procedentes del antiguo Bloque del Este, estos fondos prácticamente desaparecieron, «aunque para entonces España -precisa Juan Antonio Duro- ya tenía un nivel económico próximo al de la media europea».

Xavier Ferrer, presidente de la Comissió d’Economia Internacional i Unió Europea del Col·legi d’Economistes de Catalunya (CEC), coincide con ese balance positivo, al destacar que «con entre un 5% y 6% de la población mundial, pero alrededor del 20% del comercio mundial, la Unión Europea es un área económica importante en el mundo».

Pertenecer a ella supone «participar en un mercado único, con una moneda y una política monetaria únicas [para los 20 estados miembros que forman parte de la zona euro], accediendo al 20% del comercio mundial y eliminando incertidumbres», prosigue este economista.

«Desde el punto de vista de los derechos -añade Xavier Ferrer-, pertenecer a la UE nos ha aportado una serie de valores que garantizan un marco de gestión democrática en este espacio de Estado del Bienestar, que garantiza la libertad, seguridad y bienestar de la ciudadanía».

Y, aunque recuerda que ese espacio común no siempre es homogéneo, «porque la UE es una unión de estados, no un estado al uso», destaca la necesidad de juntar fuerzas «dentro de un espacio de 450 millones de habitantes».

Desde el mundo de la empresa, Ignasi Cañagueral, presidente de la Associació Empresarial Química de Tarragona (AEQT), defiende que «estar en la UE nos ha traído crecimiento, competitividad, innovación y normas más exigentes, tanto en operación, como en seguridad, medio ambiente o salud, en un proceso de mejora continua».

«La eliminación de las barreras comerciales -prosigue Ignasi Cañagueral- ha aumentado las exportaciones y nos ha cambiado el mercado, de ser un mercado local a ser un mercado potencial de 500 millones de consumidores y con productos diferenciales, porque el mercado europeo es un mercado sofisticado, con demandas exigentes».

Pertenecer a la UE, añade el presidente de la AEQT, «también nos ha bajado los costes, con lo cual somos más competitivos, generando sinergias». Además, «la moneda única ha supuesto un factor tractor, con menos incertidumbre financiera y más acceso bancario, y con la cual hemos podido empezar a competir con EEUU».

A todo ello se le añade «el movimiento de personas», prosigue Ignasi Cañagueral, que ha permitido que en un polo petroquímico como el de Tarragona puedan trabajar hasta 27 nacionalidades distintas sin que ello implique cargas burocráticas o diferencias administrativas entre esas nacionalidades, propiciando la movilidad y la atracción de talento.

Por último, el presidente de la AEQT, con una presencia importante de empresas de carácter multinacional, destaca «una armonización que ha hecho posible que compitamos más o menos con las mismas leyes, y tener una visión conjunta ayuda». Dicho lo cual, desliza que, «por otro lado, quizás se han pasado con las normas, con ejemplos como el Green Deal, donde podemos encontrar hasta 15.000 páginas específicas dedicadas a ello».

«Es un momento de cambio -prosigue Ignasi Cañagueral- y tenemos un plan, pero se necesita apoyo político y social para llevarlo a cabo. Estamos hablando de cambios estructurales, con procesos descarbonizados, renovables, con materia prima circular... todo eso no sale gratis, vale dinero y ha de haber ayuda. Europa ha de entender que lo que nos jugamos es mucho».

En este punto, Ignasi Cañagueral añade que «queda mucho trabajo por hacer, y por eso estamos pidiendo apoyo a todas las administraciones, empezando por la europea: el paradigma es la ‘Declaración de Amberes’, una iniciativa de Cefic [la patronal de la industria química europea, con sede en Bruselas] que pide apoyo para la reindustrialización de Europa, porque no queremos que Bruselas abdique de tener un sector industrial fuerte, igual que tampoco queremos que se debilite el sector primario, cuando hablamos de autonomía estratégica».

Esta autonomía estratégica (en el acceso a fuentes energéticas propias, fabricación de chips o modelos de Inteligencia Artificial generativa desarrollados en Europa con estándares de derechos y libertades europeos, por poner algunos ejemplos) es hoy uno de los principales retos que afronta hoy este proyecto compartido.

Lo explica Xavier Ferrer, del Col·legi d’Economistes de Catalunya: «Teníamos la idea de que, en un mundo globalizado, lo importante era gestionar los productos, que después se compraban. Pero con la pandemia vimos que esos productos no estaban a mano, y esto se agravó todavía más con la guerra de Ucrania, que ha provocado dos líneas en la UE: hemos de reindustrializar Europa y tenemos que organizar nuestra defensa».

Más Europa

Y eso solo es posible, prosigue Xavier Ferrer, sumando esfuerzos: «La construcción europea no se ha hecho porque los gobernantes sean europeístas, sino porque, o nos ayudamos, o en el mundo no pintaremos nada. Ahora, interesaría dar un salto cualitativo en materia de seguridad y defensa, en integración económica, incorporando al euro los estados que faltan, en una política de inmigración común... que la UE se parezca cada vez más a un estado».

«En el contexto actual -coincide Juan Antonio Duro, de la URV-, el futuro es mucha más Unión. El mundo ha cambiado mucho, no es el mismo que hace veinte años. Han emergido pesos económicos poderosos, que quieren ser pesos políticos, como es el caso de China y, próximamente, India. Si sumas la pérdida de peso demográfico y de liderazgo en temas tecnológicos, la única forma [que tiene Europa de afrontar esta competencia global] es una mayor integración a todos los niveles».

«La supervivencia de Europa -prosigue Juan Antonio Duro- es a través de profundizar en la integración. Ahora es una suma de estados, y esto nos lastra. Además, la gente no acaba de verlo o le suena muy lejos el tema de la Unión, cuando muchos asuntos de nuestro día a día provienen de la UE. El cambio climático, los tipos de interés, la protección de nuestros depósitos bancarios... todo viene determinado por la Unión».

Xavier Ferrer, del Col·legi d’Economistes de Catalunya, corrobora este análisis: «De todas las leyes que hoy afectan a la ciudadanía europea, entre un 70% y un 75% emanan de Bruselas; por eso estas elecciones son importantes, porque de la línea política que haya en el futuro Parlamento Europeo, saldrán leyes que nos afectarán», concluye.