El euro digital avanza con cautela
El Banco Central Europeo (BCE) decidirá en octubre los próximos pasos de un proyecto que preocupa a la banca
El euro digital está de camino. Para adaptarse a la creciente digitalización de la economía, el Banco Central Europeo (BCE) estudia desde hace tiempo la posibilidad de introducir un euro digital como complemento del efectivo. En octubre, el BCE decidirá si sigue adelante con el proyecto, lo que parece casi seguro, según las fuentes consultadas, aunque tal vez todavía no su aplicación práctica.
Y ese es el problema con el que se enfrenta el BCE: que no hay un camino probado para introducir una moneda digital de un banco central. La gran novedad es que el euro digital será dinero efectivo digital que se depositaría en el Banco Central Europeo y podría llegar a hacer irrelevante el papel de los bancos. ¿Quién no preferiría tener sus ahorros depositados en el BCE con todo su respaldo a dejarlos en una entidad financiera, que tiene más riesgo aunque cuente con la protección -siempre limitada- del Fondo de Garantía de Depósitos?
«Hay mucho más dinero en circulación que el que ha emitido el Banco Central», explica Eloy Noya, director de Innovación del Instituto de Estudios Financieros (IEF). Los bancos comerciales van ‘creando’ dinero con los créditos que conceden. Pero, al mismo tiempo, esos bancos pueden prestar en función de la liquidez que obtienen del dinero depositado por los ahorradores en su entidad y cumpliendo unos coeficientes marcados por el BCE.
No es extraño que el vicepresidente del Banco Santander, José Antonio Álvarez, haya apuntado la posibilidad de que los créditos disminuyan por el uso del euro digital, ante el efecto que podría tener en los balances de los bancos. El euro digital «es algo que nos preocupa», reconoció Álvarez.
Así que el BCE se está tentando mucho la ropa antes de empezar con la prueba piloto del euro digital. Pero «no hay marcha atrás», asegura Francisco Joaquín Cortés, profesor de Finanzas de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). «Aunque nadie va a dar un paso de forma irreflexiva porque el BCE quiere evitar una fuga de depósitos», dice Cortés.
Para evitar desplazamientos masivos desde los depósitos minoristas al BCE que afectaría a los bancos y a la economía, el banco central piensa limitar a 3.000 euros el importe que los particulares podrán tener en euros digitales (está por definir cuánto se permitirá a las empresas y comercios).
Además, Noya apunta a que las cuentas en euros digitales podrían estar en los bancos para evitar impactos en la estabilidad financiera. Un camino a recorrer, por tanto, sin pausa pero tal vez con algo de prisa para evitar que le coman el terreno las criptomonedas estables (conocidas como ‘stablecoins’) o quizás monedas digitales de otros bancos centrales. El vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, insistió hace unos días en que la Unión Europea «no puede quedarse de brazos cruzados» ante las monedas digitales privadas y extranjeras, ya que si se permite su uso generalizado para los pagos internacionales podría ponerse en entredicho el atractivo del euro y amenazar la soberanía monetaria del banco central y «su capacidad como prestamista de último recurso».
Verónica López, consultora de Analistas Financieros Internacionales (AFI) explica que son pocos los bancos centrales que no están al menos investigando el tema. «Brasil acaba de anunciar el lanzamiento de DREX y su interés en iniciar una prueba piloto en comercios; China tiene en fase piloto el ‘e-yuan’ y la India se encuentra en pleno desarrollo de proyectos piloto de la rupia digital con la participación de ocho grandes bancos».
Bahamas, Nigeria y Jamaica tienen ya sus CBDC (moneda digital de banco central, por sus siglas en inglés), aunque el proceso es mucho más fácil en países en desarrollo y poco bancarizados. En todo caso, López subraya que las monedas digitales de los bancos centrales «son ya parte del escenario más inmediato y probable».
Se estima que la implantación efectiva del euro digital no ocurrirá antes de 2026, que es un plazo en realidad muy corto para todo lo que hay que hacer. Tal como lo ha planteado el BCE, el euro digital servirá para realizar y recibir pagos de pequeña cuantía entre particulares, en los comercios físicos, como hacemos ahora con el dinero en efectivo, pero también en el comercio electrónico o con la Administración.
Funcionaría como una billetera digital y estaría disponible tanto para pagos online como offline, es decir, los pagos podrían realizarse de dispositivo a dispositivo sin conexión a internet, lo que garantizaría un alto grado de privacidad. Nadie podría ver qué es al utilizar el euro digital fuera de línea, aseguran desde la Comisión Europea, algo que es cuestionado por expertos, que advierten que «lo digital siempre deja una traza».