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Nos fijamos en las consecuencias negativas de la informatización y de la inteligencia artificial y no en las positivas, que son extraordinariamente mayores

Estas son las siglas en inglés de la inteligencia artificial (Artificial Intelligence) y en nuestro idioma suenan como un: ¡ai...quina por!

Desde que los medios generalistas empezaron a ver una oportunidad de asustarnos aún más, con lo que algunos definieron como el principio de una nueva era donde las máquinas sabrán más que los humanos, no hemos parado de sentir que hemos dado un nuevo paso fundamental y temible. Me gustaría reflexionar sobre ello porque creo que no es eso sino un paso más en el desarrollo de la tecnología que ayudará a seguir cambiando nuestra forma de trabajar, de obtener información relevante y de mejorar nuestras vidas.

Leyendo sobre la revolución industrial que empezó con la invención de la máquina de vapor, una gran mayoría de noticias se centraron en la población que hasta aquel momento utilizaban la fuerza de los animales para llevar a cabo su trabajo, fuese en el campo o transportando productos de un lado a otro: ¿Qué harán los carreteros? ¿Cuántos agricultores se quedarán sin trabajo con la invención del tractor? ¿Y los criadores de caballos? ¿Y los productores de piensos?

Se temía que mucha gente en el sector textil se quedara sin trabajo por la mecanización de los telares. La industria aparecía como el gran enemigo. Y, como tan a menudo sigue sucediendo, preocupados por los ‘ais’ y mucho menos por lo que esas revoluciones pueden brindarnos.

Visto en perspectiva, la revolución industrial cambió la vida de millones de personas en positivo y le dio un revolcón a nuestro planeta y a la mayoría de sus habitantes, que dejaron de sufrir muchísimas penurias, injusticias y privaciones gracias al invento de las máquinas y la industrialización. Y de eso, por lo que sé, se habló mucho menos. Eran los problemas potenciales lo que interesaba y no las ventajas seguras.

La revolución informática fue y sigue siendo un fenómeno parecido. Nos fijamos en las consecuencias negativas de la informatización y de la inteligencia artificial y no en las positivas, que son extraordinariamente mayores. Sea eso quizás porque nuestra cultura se basa cada vez más en la crítica negativa y menos en el sueño positivo.

Estamos creando un mundo mejor, extraordinario, irreconocible por nuestros ancestros. Un mundo donde parece que casi todos podamos llegar muy lejos, donde hemos limado las diferencias de clases y de oportunidades, reduciéndolas a lo mínimo. Y todo ello gracias a la revolución tecnológica y del conocimiento y no a la política, que algunos todavía piensan que es quien debería resolver los problemas de nuestro minúsculo universo.

Si al comienzo de nuestra era, la informática eran los ordenadores primitivos que ya nos quitaban trabajo de encima, hoy no nos extraña nada que una persona compre sus billetes, reserve su hotel y esté trabajando horas frente a un dispositivo comunicándose con gente de todo el planeta en reuniones en línea.

El trabajo se ha simplificado enormemente y casi han desaparecido las secretarias que servían de ayuda a los directivos, desembarazándoles de los trabajos más burocráticos. Hoy esas personas trabajan en proyectos, resuelven dudas, hablan con clientes y se han convertido en ejecutivos con responsabilidades importantes.

Esa liberación de los trabajos más burocráticos que hacen los ordenadores y nuestros dispositivos son fáciles gracias precisamente al desarrollo de la tecnología. Llamamos a Siri o Alexa con mucha facilidad para ahorrarnos trabajo y aquellos que han domotizado su casa, saben que todo funciona mejor y más rápidamente que antes.

Controlar la temperatura en cada habitación, poner en marcha los electrodomésticos, encender las luces, ver dormir a los hijos y mucho más, mediante una sola palabra dirigida al teléfono inteligente.

¿Y qué es la inteligencia artificial sino el siguiente paso lógico después de la utilización de la voz para controlar el flujo de la información? Tengan en cuenta que hace ya años que la IA existe y se ha utilizado en muchísimas ocasiones. No es algo que nació en el 2023. Habrán oído hablar de los algoritmos matemáticos que hacen maravillas y nos permiten alcanzar cotas de sofisticación en los cálculos que permiten predecir casi con exactitud lo que vamos a vender y a qué precios.

Y si no, pregúntense cómo hacen las líneas aéreas para llenar sus aviones con personas que han pagado precios diferentes dependiendo de la fecha de compra, el lugar desde donde lo hace, si viaja frecuentemente con la aerolínea... todo mezclado da un precio que su compañero de viaje no tiene.

La IA es la sofisticación de todo lo que hemos desarrollado hasta ahora. Pensar que las máquinas van a hacer nuestro trabajo y que todos estaremos en el paro es una barbaridad que contradice todo lo que hemos aprendido hasta hoy. Las máquinas son las compañeras de viaje que nos ayudan a ser mejores: «The power to be your best», que decía Apple hace muchos años (el poder de sacar lo mejor de ti), y nos van a ayudar aún más para tener tiempo de idear, pensar, crear, innovar y ser mejores personas.

Xavier Oliver es profesor de IESE Business School