Agricultura regenerativa

Lo ‘verde’ no es postureo: es una nueva mirada que pasa de la productividad de la planta a la salud del suelo, del cual depende

He tenido la suerte en los últimos años de acercarme a la agricultura y a los productores agroganaderos en distintos lugares, no de forma teórica sino con los pies en el suelo, visitando sus fincas en varias ocasiones.

¿Qué pude observar? Meses y meses sin lluvia. Cambios en la pluviometría, con más lluvias torrenciales, donde el agua se va en lugar de permanecer en la tierra, arrastrando la capa más fértil del suelo y favoreciendo la erosión. Cada vez más heladas y en momentos donde más daño puede hacer a los cultivos.

Distorsión en las temperaturas y de las estaciones, cambiando el ritmo y alterando los cultivos, a veces quemando los brotes nuevos del cereal, o aparentando maduración del fruto y atrayendo plagas anticipadamente. Posiblemente es en el campo donde más se pueden apreciar los cambios que se han generado en el clima.

Hacerse cargo de esta realidad, a través de la llamada transición ecológica, no es cosa de urbanitas. Es verdad que al estar desconectado el mundo urbano del rural -los tractores tienen que venir a la ciudad para hacer valer su clamor-, este fenómeno se comprende también de forma desconectada de la complejidad que requiere una transición ecológica justa, que considere lo sistémico de este desafío: regulaciones que, con buenas intenciones, tienen como efecto colateral un sin número de obstáculos -burocracias y costes entre otros- por sortear; mercados abiertos que generan condiciones desiguales para competir; consumidores que, presionados por una canasta cada vez más elevada, priorizan precio, en lugar de consumo local y productos sin trazas de químicos. No considerar estas complejidades lleva a alzar consignas contra esta transición.

¿Hay futuro para el campo sin esta transición? En el campo es sabida la pérdida progresiva de la calidad y vitalidad del suelo, por pérdida de materia orgánica, compactación, erosión, etc. Prácticas agrícolas que han tenido éxito por rendimiento, han dejado una estela de degradación.

En contrapartida, suelos vivos, sanos, y biodiversos son capaces de retener mejor el agua, disminuir el impacto de la temperatura, generar mecanismos de control con depredadores naturales, y entregar productos de mayor calidad nutricional. Además, suelos vivos son capaces de capturar carbono de manera natural.

Al repensar la agricultura desde una perspectiva de recuperación de las funciones de la naturaleza y sus componentes, en lugar de pensarlo como un valor post-materialista, podríamos gozar nuevamente de ecosistemas sanos, con una producción agrícola más resiliente ante los cambios del clima, y actuando como sumideros de carbono. Recuperar la salud del suelo transformaría al campo en un actor clave, no sufriente, de la transición hacia sociedades más sostenibles.

Desde esta perspectiva, lo ‘verde’ no es postureo, sino una forma viable de vivir y producir en el campo. Una nueva mirada que pasa de la productividad de la planta a la importancia de la salud del suelo, del cual depende la calidad de los cultivos. Desde esta perspectiva, se entiende la necesidad de recuperar aquellas funciones que se han degradado, y hacer agricultura en armonía con estos elementos.

El ecosistema es un compañero de viaje al que cuidar. Es lo que llamamos agricultura regenerativa. Cientos de agricultores se han acercado ya a esta mirada. Lo hacen, por convicción o por buscar formas alternativas que les permitan hacer agricultura más sostenible económicamente, sin la presión de unos costes de insumos cada vez más altos y que no pueden manejar ante la presión que viven por parte de intermediarios y distribuidores.

Pensar en el campo implica ir más allá de medidas paliativas o aisladas. Se necesita cocrear con los agricultores para regenerar ecosistemas, para devolverles su vitalidad, a la vez que su capacidad de producir de forma sostenible, ecológica y económicamente, para quienes deciden dedicar su vida al campo, para fortuna de nuestra seguridad alimentaria.

Verónica Devenin Vera es profesora asociada de EADA Business School