A propósito de las microcredenciales
Las microcredenciales universitarias acreditan formaciones breves
Siguiendo las directrices de Europa, la Ley Orgánica del Sistema Universitario da impulso a un nuevo formato de formación universitaria bajo el nombre de microcredenciales, con el objetivo de que las universidades jueguen un papel importante en la formación permanente de las personas.
Las microcredenciales universitarias acreditan formaciones breves, centradas en la adquisición de conocimientos específicos, y se destinan principalmente a personas adultas que, o bien no cursaron estudios universitarios, o bien necesitan reciclarse y adaptarse a los cambios o novedades en sus entornos profesionales y laborales.
Para ello, esta formación pretende ser flexible y adaptable a las diversas necesidades del alumnado, incluyendo el uso de la modalidad virtual, y con una estructura modular por la que cada microcredencial puede tener sentido de forma independiente y, a la vez, combinarse y acumularse con otras formaciones en el marco de un itinerario formativo personalizado.
El reto no es menor, mediante la capacitación específica de las personas no sólo se quiere hacer frente a las demandas de nuevos empleos que los cambios tecnológicos generan, sino también a las transformaciones sociales y económicas de un mundo que cambia y evoluciona de forma trepidante. Para ello, este tipo de formación no se concibe de forma puntual y aislada sino con la voluntad de acompañar a las personas siempre que lo precisen.
En este contexto, las universidades no se pueden limitar a formar desde cero, de una vez y para siempre, sino que también tienen que ofrecer programas formativos que permitan a los estudiantes, desde la libertad de poder escoger sus itinerarios educativos, ir construyendo paulatinamente su propio mapa de conocimientos y competencias, en función de los intereses y necesidades de cada momento, de modo que puedan alcanzar sus objetivos personales y profesionales.
En esta línea, el objetivo 4 de la Agenda 2030 sobre educación determina la necesidad de promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos y de aumentar el número de personas con las competencias necesarias para acceder a un empleo. Por ello, dentro del ecosistema formativo, las universidades también deben ofrecer microformaciones en su oferta propia, aprovechando su posición y conocimiento, encontrando los ámbitos para los que estén mejor posicionadas, y teniendo claro el propósito y las necesidades del alumnado al que se dirigen.
Así, según el propósito, las microcredenciales universitarias pueden servir tanto para recalificar a profesionales con estudios y conocimientos previos, como para reorientar a otros hacia una nueva actividad o empleo e, incluso, como una nueva vía para acceder a la formación universitaria reglada. El objetivo es garantizar la formación de las personas adultas a lo largo de la vida, mediante cursos formativos con un gran impacto laboral y educativo, que respondan a sus necesidades o carencias.
No es tarea fácil, y obliga a las universidades a estar aún más atentas a las necesidades formativas presentes y futuras, así como a colaborar entre ellas y con las empresas y sectores destinatarios de la formación. De ello no sólo depende nuestro futuro individual y colectivo, sino también el futuro de las propias universidades como referentes educativos y entidades acreditadoras de conocimiento.
El valor de aprender ya no estará únicamente en lograr títulos, tras años de estudios y exámenes, sino que también será necesario comprender el entorno, saber utilizar las herramientas adecuadas en cada momento y estar preparados para el cambio. Y todo ello será posible mediante programas de formación permanente que permitan a las personas adquirir conocimientos y competencias para mejorar su empleabilidad a lo largo de la vida laboral. Las microcredenciales quieren servir a este propósito, y tengan por seguro que las universidades también.
Benjamí Anglès Juanpere es vicedecano de alianzas, comunidad y cultura de la UOC