Hábitats naturales para combatir el cambio climático

Para el 2050 se deben restaurar el 90% de los espacios que estén en mal estado, según la primera ley europea sobre este tema. Biólogos y técnicos valoran la situación del territorio

En los últimos 20 años, las poblaciones de vertebrados e invertebrados autóctonos de los que se tienen datos han perdido de media el 25% de sus individuos. Esta pérdida es superior al 50% en las especies que viven en ríos, lagos y humedales; al 30% en las de ambientes agrícolas y prados y al 10% en las de bosques y matorrales. Son datos del informe Estat General de la Biodiversitat a Catalunya, relativos al 2020.

Se trata de una situación que no se constriñe a Catalunya. Por ello, en 2023 el Parlamento Europeo sacó adelante la primera Ley de Restauración de la Naturaleza en la historia de la UE que incluye el vocablo restaurar. El reglamento exige a los estados miembros que adopten medidas para restaurar al menos el 30% de los tipos de hábitats que no estén en buen estado para 2030; llegar al 60% para 2040 y al 90% al 2050.

¿Qué implica esta ley? «Es un poco pronto para valorarlo, pero entiendo que en primer lugar se trabajará para restaurar hábitats relacionados con especies amenazadas o que son de interés para la conservación, aunque también hábitats que puedan ayudar a la mitigación o a la adaptación al cambio climático», comenta Carles Ibáñez, director científico del Centro de Resiliencia Climática y jefe de la Unidad Tecnológica de Soluciones Climáticas y Servicios Ecosistémicos de Eurecat. Una de las prioridades, continúa Ibáñez, «sería recuperar hábitats de costa porque los humedales, tanto en el Delta como en Tarragona y en Catalunya en general han desaparecido en gran parte. En el Mediterráneo hemos perdido un 80%».

Que exista un marco legal es vital para no seguir destruyendo y empezar a construir. Sin embargo, diversas organizaciones en el territorio ya trabajan, desde hace tiempo, en esta restauración. Es el caso de SEO/BirdLife o Geven, Grupo Ecologista del Vendrell y el Baix Penedès. «Es una acción con la que ganamos a nivel personal, en bienestar, y lo comprobamos durante la pandemia, la necesidad que teníamos de naturaleza», dice Marc Viñas, Coordinador de la Oficina Técnica de SEO/BirdLife en el Delta de l’Ebre. «Pero también destacan los servicios ecosistémicos. Es decir, cuando un hábitat está vivo nos beneficia. En un humedal, la vegetación actúa como un depurador natural y en relación al cambio climático, el hecho de tener un espacio naturalizado es clave.

En zonas litorales, con la subida del nivel del mar y las tormentas más severas que vendrán, un espacio natural mitiga sus efectos porque si hay una franja suficientemente amplia de espacio natural, esto se traduce en un movimiento de la arena de la playa y se crea una zona inundable detrás de las dunas, lo que amortigua el oleaje. En caso contrario, se da una lucha entre un espigón, una infraestructura levantada con ingeniería y la fuerza de la naturaleza», relata Viñas. «Muchas de nuestras playas y zonas litorales se deben rehacer cada año porque se ha roto la dinámica natural propia de un sistema vivo y entonces las tenemos que mantener de manera artificial», sostiene.

Por su parte, Ricardo Collado, divulgador y biólogo conservacionista de Geven, considera que la disminución de especies es resultado del modelo socioeconómico de los últimos tiempos. «Tenemos una agricultura que ha cambiado muchísimo, muy intensiva, y también los usos del suelo. Es un modelo centrado en extraer el máximo beneficio económico posible en el mínimo tiempo, lo que provoca la destrucción de la biodiversidad. Son monocultivos con campos grandes, sin márgenes donde la fauna tenga refugio».

Proyectos en el territorio

En el caso concreto del Baix Penedès, Collado explica que se trata de una comarca «con una gran fragmentación de sus ecosistemas. Hay setas de urbanizaciones y de polígonos por todas partes, con toda una serie de infraestructuras que la atraviesan, que son necesarias. Pero es contraproducente para la biodiversidad». En este sentido, resalta que «para que la ley europea tenga una efectividad real, se tiene que tener en cuenta la conectividad entre los espacios que se recuperen y que estos corredores puedan utilizarse para moverse. En el caso del Baix Penedès, está clarísimo que el gran conector es la propia riera de la Bisbal, cuya desembocadura son Les Madrigueres, a conservar y a mejorar. Tenemos que dar un paso para renaturalizarla, sería un proyecto que se tendría que hacer a nivel global para que vuelva a recuperar su funcionalidad ecológica».

Tanto SEO/BirdLife como Geven llevan tiempo realizando actuaciones en el territorio. Un ejemplo son Les Madrigueres, en el Baix Penedès donde, como cuenta Collado, «se está creando una infraestructura verde, se están recuperando una serie de lagunas litorales y poco a poco se va ampliando el proyecto».

Asimismo, incide en la custodia agraria, que consiste «en llegar a acuerdos con propietarios agrícolas para dar a conocer una agricultura regenerativa, que además de producir alimentos aporte biodiversidad, que era lo que ocurría hace cien años. Por ejemplo, las balsas agrícolas son puntos interesantes para la cría de anfibios, uno de los grupos más amenazados o la recuperación de prados, de zonas abiertas, para las rapaces nocturnas, como la lechuza».

Por lo que respecta a SEO/BirdLife, la entidad inició su camino en el Delta con unos proyectos demostrativos de restauración de hábitats litorales y de cultivo del arroz compatible con la conservación de biodiversidad, especialmente con la recuperación de lagunas litorales en declive.

«En la zona del Clot, en la laguna de l’Encanyissada, donde la entidad dispone de un pequeño espacio en propiedad, había unos arrozales abandonados. Mediante la gestión hidrológica y dando espacio a la regeneración de la vegetación se demostró que se podía rehacer la dinámica natural. El otro proyecto es Riet Vell, un ejemplo de más de dos décadas de trayectoria de producción de arroz ecológico, compaginado con el uso público de la finca, donde está ubicado el observatorio desde donde se pueden contemplar las aves más de cerca de todo el Delta».

«Si recuperas hábitats también puedes recuperar fauna», dice por su parte Carles Ibáñez. «La fauna desaparece en la medida en que carece del hábitat adecuado, por lo que si se restablece, se puede recuperar de forma espontánea porque vuelve a recolonizar desde otros lugares. Puede ser el caso del lobo o del lince». Y es también el de la canastera común en el Clot y Riet Vell. «Es un ave con núcleos de cría dispersos y llegó a criar allí. Necesita zonas abiertas y llanuras con escasa vegetación cercanas a humedales, pero también está presente en zonas de cultivo y praderas húmedas, donde llega a nidificar. Igualmente, la vegetación helofítica, el carrizal, aporta refugio, ya sea para hibernantes o para especies nidificantes. Lo que generas, en definitiva, es un espacio fuente de biodiversidad y no solo para disfrutarla, sino en beneficio del servicio ecosistémico», concluye Viñas.

Foto: Joan Revillas

«La falta de hábitats y su degradación, fruto de la agricultura intensiva y de los monocultivos, son los principales factores de la desaparición de los insectos en general. A esto se le añade el calentamiento global, así como la aparición de especies invasoras y enfermedades, consecuencia de la globalización», apunta el reusense Xavier Branchat García, un apicultor que trabaja en Montferri. Pedagogo, las ganas de vivir en el campo le llevaron hasta su nueva profesión, a la que se dedica desde hace más de una década.

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