Steven Díez exhibe una portentosa derecha y se apunta el ITF de Roda de Berà

El jugador canadiense supera en tres sets (6-2, 2-6, 6-3) al español Alberto Barroso en la pista central

«Mantenlo en el fondo de la pista, juégale al revés, porque de derecha va muy rápido», le decía el técnico a Alberto Barroso desde la grada justo en el primer set, cuando el canadiense Steven Díez marcaba músculo con autoridad en la final del torneo ITF de Roda de Berà. Fue en una matinal calurosa, en una pista central del Tennis Berà repleta de público, la mayoría con mayor simpatía hacia el español. Barroso quiso pero no pudo ante la contundencia de un rival que rozó la perfección en el primer parcial del partido.

El nivel de exigencia que impuso el canadiense desde el arranque de la final resultó altísimo. No se permitió errores no forzados y basó su éxito en un golpe de derecha portentoso. No se le contaron concesiones en el juego. «Vamos, está bien, está bien», se decía a sí mismo Díez, en ese pulso personal que mantienen los tenistas con su yo interior. En la psicología del duelo, la fortaleza de Steven se arropó en la ventaja en el marcador que tomó desde el primer juego, cuando ya le rompió el saque a Barroso. Mientras uno se agrandaba, el otro se hacía pequeño.

Presenciar una final en la pista central del Tennis Berà permite sentir hasta los murmullos y los suspiros de los jugadores, también sus miedos e inseguridades y sus instantes de euforia. Hubo algún amague de reacción de Barroso, que rozó el 3-5 con bola para el saque, pero cada vez que el español asomaba la cabeza, Díez respondía con un firmeza asombrosa. Con un saque directo o con un golpe definitivo. Se impuso por 6-2 y mandó el envite a un respiro necesario. De hecho, los protagonistas decidieron visitar vestuarios para cambiarse de ropa y disfrutar de unos instantes de sombra. Un mediodía de julio, a pleno sol, desgasta demasiado.

Si alguien auguró que Alberto Barroso iba a plantar la bandera blanca en la segunda manga se equivocó por completo. No conoce la perseverancia del jugador español, que trabajó el partido hasta el último aliento. Le dio mucho valor a la final y su mejor cara se consolidó rápido.

Barroso sacó mejor, le pidió a su rival mayor concreción en cada respuesta. Se metió de lleno en el partido. Su rival se equivocó con mayor frecuencia, sintió la incomodidad, claro que conservar el nivel de eficacia del primer set se hacía casi imposible. La final se igualó tal y como los expertos habían previsto. Dos jugadores agresivos, dispuestos para facilitar el espectáculo y ambiciosos. Un duelo a la altura del torneo.

Las bolas que, al principio, colisionaban en la red y caían a favor del canadiense, modificaron su suerte en el segundo intervalo, con Barroso a pleno dominio. Prácticamente no dio opción de respuesta a su rival desde que le rompió el saque en el segundo juego.

Barroso le devolvió el 6-2 a Díez y envió la final al tercer y definitivo set, el decisivo. Ya no había vuelta atrás. La final conquistó la emoción gracias a esa personalidad para superar situaciones adversas del tenista español, que soñó de nuevo con la remontada definitiva.

El desenlace

En el momento de la verdad, reapareció la solvencia de Steven Díez, sobre todo en su golpe de derecha. Decisivo, demoledor. Tiene una confianza tan extraordinaria en ese registro que presumió de él para llevarse el título. Quiso sobreponerse Barroso, pero no halló un camino para restar con brillantez

La final se marchó a las dos horas y media de duración, una locura con el incendio de sol que ahora mismo cae en toda la zona tarraconense. En cada esfuerzo, en cada gota de sudor, los dos tenistas mostraban ilusiones y afán por campeonar. Su camino recorrió el torneo de forma impoluta hasta el día definitivo. El 6-3 final coronó a Steven Díez, pero no desmereció a Barroso.

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