Orgía europea del Reus (5-2)
Los rojinegros golean al poderoso Porto en una exhibición de juego colectivo en el Palau d’Esports
Martí Casas rebañó una pelota en el fondo de su propia pista cuando se habían consumido siete minutos de envite, pareció un defensor experto en la intendencia y eso que su hábitat natural se encuentra en área enemiga. El esfuerzo de Casas lo recogió Salvat para volar en la transición, el capitán, que vive el momento más lúcido de su carrera, escogió la pausa necesaria para servir un pase preciso a Oruste, en el corazón del gol. De media vuelta, el argentino batió a Malián. El delirio rojinegro madrugó para una noche deliciosa.
El escenario no superó a los de Garcia, que da la impresión que le pueden competir a cualquier miura europeo sin pestañear, entre otras cosas porque, a lo mejor sin el potencial de talento que acumula el Porto en su plantel, disponen de un argumento sustancial; la estructura. Si algo distingue al Reus tiene que ver con su organización, se trata de un equipo reconocible, poco dado a las excentricidades, pero muy fiable. Ante el Porto le sobró personalidad para interpretar el plan.
Marc Julià, por ejemplo, es el rey del orden, un canalizador de pulsaciones, se baila al ritmo que él quiere. Su categoría no admite sospechas, con o sin máscara, porque lució protección en la nariz dañada en Riazor. Dio igual, ofreció un curso para los niños de interpretación del juego en la máxima exigencia.
El Reus rozó la perfección en el capítulo inicial, pero careció de tino para aumentar el botín. Se estrelló con Malián con remates francos de Martí Casas, Oruste y Salvat. Casas, incluso, estrelló una pelota en el poste. En la otra orilla, Ballart no quiso ser menos. Se agrandó ante el derroche de calidad luso, cuando sus compañeros le pidieron auxilio, respondió con una firmeza impoluta. Càndid, seguramente, disfruta de la plenitud desde que aterrizó en el Palau d’Esports. No se concedió ni una licencia. En un partido de este tamaño, el poder las porterías indica que el hockey se define todavía a través de la grandeza de sus arqueros. No hay otra.
El delirio
Martí Casas cerró el círculo, si él había iniciado la aventura del primer gol, desnudó su capacidad en la finalización para convertir la noche en una orgía deportiva para el Reus. Casas acarició la pelota a media altura ante Malián para convertir el 2-0 ya con el desenlace en ebullición. A los 30 minutos compareció para el 3-0 y completó una actuación individual maravillosa. No solo anduvo preciso ante la portería enemiga, cuando el Reus le necesitó en el sacrificio defensivo se puso el primero de la fila.
El Porto se descosió, se olvidó del refugio y la épica no le sirvió. Cada contragolpe del Reus le descubría las entrañas. Se animó para el 4-0 el canterano Jansà, muy establecido ya con los mayores. Recogió un rechace dentro del área y la puso en el ángulo. El Palau latía como nunca, en un trance eufórico sin precedentes.
La amplia ventaja no conformó a los reusenses, en el confort también enseñaron ambición. Los gritos de Garcia desde el banco impregnaban exceso de atención y valentía para no conformarse. Mientras, el Porto, un rival cargado de estrellas, se hacía pequeño por momentos. Solo las maniobras solitarias de Gonçalo Alves provocaban inquietud.
Antes de que el internacional luso dejara su firma en el partido, la sociedad que formaron Oruste y Casas otorgó unos beneficios incalculables al Reus. La empujó sin resistencia Martí para su hat trick particular. La manita confirmó el extraordinario nivel local en una fecha señalada.
Gonçalo Alves simbolizó la única resistencia lusa. A la desesperada decoró el resultado, pensó en el average particular en caso de réditos futuros, pero no borró el extraordinario recital del Reus, que ante su gente deleitó con otra noche para la enciclopedia continental.
Los de Garcia, eso sí, no disfrutan de tiempo para el respiro. El domingo llega el Barça. Casi nada.