Manu García acerca al Nàstic a la gloria de Segunda División
El portero grana transforma en oro puro el gol de Nil Jiménez ante el Racing Ferrol en Balaídos. El conjunto grana está en la final del play-off ante el Villarreal B
Balaídos fue un infierno que el Nàstic convirtió en paraíso. Lo hizo interpretando un plan de partido que el equipo grana recita de memoria. Es ese niño que lo memoriza todo el día antes del examen. El Racing Ferrol fue un conjunto que compareció impetuoso y se marchó hundido. Ni el aliento de su afición le recompuso el ánimo. Nil Jiménez golpeó en el 60’. Fue suficiente. Un solo golpe. Así es el equipo grana, un destroza ilusiones. Porque apenas concede y machaca cuando tiene una. Su rostro ha ido cogiendo un tono más oscuro conforme ha llegado el momento de la verdad. El asesino ya no tiene clemencia.
Salió el Racing Ferrol con su melodía habitual. Esa nana suave y lenta que desquicia al rival. Le busca atraer para que salte mal en la presión y destrozarle con pases tensos y con tintineo constante. Lo sabía un Nàstic que no fue a lo loco. Instaló su 4-4-2 en un bloque medio que pretendía ser un mar de pirañas. Tapar al pivote posicional, ya fuera Manzanara o Álex López, para cortocircuitar la fluidez asociativa. Ahí nacía todo, pero no resultaba sencillo. Era una pelea entre un equipo que juega muy bien el balón y uno que sabe defenderse muy bien sin él y con diferentes registros.
Por si quedaban dudas de que cualquier desajuste podía costar caro, Del Pozo dejó constancia de ello en los primeros compases. Aprovechó una rápida transición para meter un centro mordido que por fortuna grana no encontró rematador. Les gusta asociarse, pero no rehúyen de la verticalidad si se les presenta la oportunidad. Además cuentan con una pieza ganadora para virar su plan fetiche. Joselu arriba tiene gol, pero también maneja el cuerpeo. Por eso es un plan B rutilante porque si hay que saltar la presión con un simple balón largo, él lo puede hacer ganador.
Si Del Pozo había avisado al inicio de la semifinal casi aparece minutos después para reventarla cuando se acababa de consumir el primer cuarto de hora. Culminó una bonita jugada ofensiva y apareció dentro del área libre de marca tras llegar desde segunda línea. Remató tenso y raso pero centrado. Manu García sacó el pie. Lanzó el flotador. Un milagro más del portero sevillano durante la temporada.
No era un plan cómodo de partido para el Nàstic el que se estaba desarrollando, pero tampoco desconocido. Ya interpretó uno parecido en el Belmonte y sacó carta ganadora. Cuestión de resistir y matar. Ante equipos que se proponen y se exponen suele ser habitual penalizarles con mayor crueldad. En una pérdida tonta en fase de construcción en la medular del Ferrol llegó el primer aproximamiento grana. Pablo Fernández condujo la contra, fijó por el medio y soltó a Nil Jiménez que parecía llegar desbocado por la izquierda. Solo parecía porque lo que podía haber sido un disparo claro, terminó en nada. Le faltó malicia, viveza.
La transición como primera arma y el balón parado como segunda. El Nàstic presentó sus credenciales de manera consecutiva. Fue tras un córner pocos instantes después de la contra pérdida. Del Campo sacó un centro cerrado que encontró la testa de un Dani Romera que la mandó arriba. El conjunto de Raül Agné asomaba la cabeza a los 20 minutos de partido.
Poco más trascendente sucedió durante el resto de la primera mitad. Solo un disparo de Joselu desde la frontal en el añadido que blocó Manu García. Ambos equipos parecían haberse comprendido. Dejaban poco margen para la maniobra. El Nàstic aandaba cuidadoso con la presión y el Racing Ferrol con las pérdidas en zonas de gestación. Pasaban los minutos y las cábalas que planteaban un partido largo cada vez tenían más sentido. El fútbol es un juego de errores y ambos habían fallado poco y sin consecuencias determinantes.
Ya en la segunda mitad ambos equipo se miraban con mucho recelo. Sabían que un golpe era letal. Un simple gol mandaba el partido casi a dormir. Por eso el respeto se respiraba en el ambiente. Hasta en las gradas de Balaídos en el que la afición del Racing Ferrol sentían el vértigo de la situación.
Algo se mascaba. Tragedia para unos, delirios para otros. Y llegó. Porque no es la primera que sucede ni la última. Porque este Nàstic ha convertido sus partidos en guiones tan crueles para el rival como revitalizantes para su esencia. Resiste y suele ganar. La jugada llegó a la hora del partido.
La fe de Robert Simón no conoce límites. Es un devoto de lo imposible. Peleó un balón que parecía incontrolable y logró cederlo a Pablo Fernández. A partir de ahí nació una jugada de manual. De esas que solo el talento puede construir. El Faro de Cangas filtró a Dani Romera que había picado al espacio en el momento exacto. El cuero le llegó y con la punterita se sacó al defensa. Pudo definir, pero prefirió esperar y pasar. Contempló el paisaje cuando andaba en llamas. Encontró solo a un Nil Jiménez que no perdonó en boca de gol. El primer de la temporada. En qué momento. Ni en sus mejores sueños.
El partido entraba en un terreno predilecto para el Nàstic. Defender un 0-1. Música para los oídos. Probablemente no existe mejor equipo haciendo eso en toda la categoría. El conjunto grana sumerge los encuentros en el barro cuando tiene ventaja. Sabe controlar el ritmo del partido jugando con el nerviosismo del rival y con el paso del tiempo.
Quiso reaccionar Párralo y para ello metió a otro viejo rockero del gol. David Rodríguez entraba para forman una doble punta con Joselu. No era momento de guardar nada. La navaja estaba sobre su cuello.
Toda conquista lleva sufrimiento. El Nàstic no lo tuvo fácil, pero supo resistir. Por eso ha llegado donde ha llegado porque en la agonía sonríe.
Esa capacidad de resistencia se explica en gran parte gracias a la figura de Manu García. Un portero que para lo parable y lo imparable a veces también. El Ferrol le metió el miedo en el cuerpo con un disparo de falta de Álex López que sacó con una buena mano.
Tuvo otra el conjunto gallego con un disparo que desvió Quintanilla con la punta de la bota. Otro fiel a la resistencia.
Pero la tarde era de Manu García. El portero sevillano apareció cuando más se le necesitaba. El sevillano se hizo grande en la última del partido con una parada que sacó a bocajarro a Alayeto. Allí acabó todo. El Nàstic está a un partido del ascenso. El rival será el Villarreal B.