Las dos maldiciones que ha roto el Nàstic con su triunfo ante el Amorebieta
El Nàstic puso fin a la maldición visitante y a la de no recibir penaltis a favor
La victoria conseguida en Urritxe frente al Amorebieta (0-1) fue más que un simple triunfo por la forma y el fondo en el que se logró. El Nàstic sumó los primeros tres puntos de la temporada y lo hizo en la que prácticamente era la última jugada del partido. No solo eso, llegó desde el punto de penalti y Joan Oriol no falló en una acción en la que a muchos futbolistas las piernas les hubiesen temblado. Con ese triunfo, el Nàstic rompió dos maleficios. Se dice pronto.
Ganar en Primera RFEF cuesta y mucho. Eso es algo que los aficionados granas ya tienen más que interiorizado. Esta es la cuarta temporada del Nàstic en esta categoría que hace cuatro cursos cambió el nombre y ha ido subiendo el nivel deportivo. Cuatro años en el barro permiten que Tarragona conozca al dedillo las trampas que ofrece una división en la que cada partido es una guerra. No hay duelo fácil porque todo se decide por detalles.
El Nàstic había sumado dos empates en las dos primeras jornadas en casa. Dos resultados que sabían a poco porque el Nou Estadi siempre ha sido un fortín. No se puede decir que en la entidad tarraconense se respirara nerviosismo, pero sí impaciencia por conseguir el primer triunfo del curso. Ese que cuanto antes llegue, mejor, porque la confianza que otorga la primera victoria en una temporada tiene mucho más valor de moral que muchas otras a lo largo de un curso.
El conjunto grana tenía la difícil misión de intentar sumar el primer triunfo del curso en la condición de visitante. Si ganar como local ya es complicado, hacerlo lejos de casa todavía lo es más. No lo dicen las sensaciones, lo dicen los números. No hay equipo que sume más puntos de visitante que de local en la categoría al final de un curso.
Urritxe era un escenario que precisamente no invitaba al confort. Un campo estrecho, de dimensiones pequeñas, de césped blando y en el que exhibir ese juego fluido y de continuidad ofrecido ante el Sestao durante la pasada jornada era un imposible. Con esos condicionantes salió el Nàstic al verde, pero todavía había un añadido extra: una maldición pasada.
El conjunto grana acumulaba nada más y nada menos que nueve años sin conocer la victoria en el primer partido de visitante liguero de la temporada. La última victoria en el estreno de la condición de foráneo había sido en la temporada 2015/2016 ante el Tenerife. Una losa pesada que cada año que pasaba lo era más. Ni Dani Vidal pudo romper ese gafe la pasada temporada cuando empató en la primera salida a Majadahonda. Sin embargo, el técnico tarraconense tenía claro cual era el camino y logró poner fin a la maldición en Urriatxe gracias a una jugada clave como fue el penalti a Joan Oriol.
Precisamente la pena máxima a favor de los granas fue la gran noticia de la jornada, más allá de la primera victoria del curso. Para otros equipos recibir un penalti a favor forma parte del juego y lo asimilan con mucha más naturalidad que el Nàstic. ¿Cuál es el motivo? Sencillo, a los granas esa sensación se les había olvidado porque desde el 19 de marzo de 2023 en el Nou Estadi Frente al Calahorra que no recibían un penalti a favor en partido oficial.
51 jornadas de fase regular han tenido que transcurrir desde entonces para que los tarraconenses hayan vuelto a disponer de un penalti a favor. En pretemporada, los de Dani Vidal ya habían gozado de dos penas máximas favorables en una invitación al optimismo que el pasado domingo se terminó de certificar.
Joan Oriol provocó el penalti en el minuto 94’ y el mismo se encargó de transformarlo. Ya lo avisó Dani Vidal en pretemporada que el capitán era el elegido tras errar Pablo Fernández en ese arte durante el verano. El cambrilense demostró el motivo de la elección. Lo lanzó con frialdad, firmeza y coraje, luciendo galones y celebrando con rabia que el Nàstic ha vuelto a ganar y lo ha hecho rompiendo dos maldiciones que ya son pasado.