El Reus late (Liceo 1-4 Reus)

Los rojinegros tumbaron al Liceo en una prórroga brillante y ya están en semis

El Reus late. Lo hace el ritmo de una plantilla que anda inmersa en un espiral de crecimiento. Observan el futuro, pero disfrutan del presente. Un hoy que les permite romper pronósticos y tirar por la borda el talento del Liceo. Al actual campeón de la Copa del Rey lo facturaron en una prórroga maravillosa en la que tiraron de talento y casta. Del 1-1 como comenzó al 1-4 como acabó. Fiel reflejo de que en el momento de la verdad no hubo titubeos. Los de Jordi García ya están en semifinales y quieren más. Soñar es gratis y cuando se tienen argumentos para hacerlo, más.

«Que no puede ser atravesado o penetrado». Así define la RAE (Real Academia Española de la Lengua) la palabra impenetrable. Un adjetivo que se ajusta a la perfección a la primera parte que completó Càndid Ballart. El portero rojinegro mantuvo al Reus en el marcador porque cada aproximación del Liceo la mandó al traste. Fue en una exhibición de talento, pero también de personalidad porque lo primero siempre está, pero lo segundo se suele sacar cuando el contexto lo demanda. Los cuartos de final de la Copa del Rey eran un ejemplo de ello.

La primera mitad fue un descosido entre dos equipos que comparecieron con signos de rebeldía en su juego. Cero dudas. Ambos se conocen a la perfección. Saben lo que tienen que hacer para golpear y no ser golpeados. Esto suele situar sus partidos en ecosistemas de igualdad absoluta en el que el juego saca detalles relucientes casi en cada jugada.

El encuentro comenzó con un aviso serio del Liceo. Compagno pecó de ímpetu y regaló una falta directa tras ver una azul. Jordi Adroher, consumado especialista, acudió al envite, pero se encontró con la figura de Ballart. Aquella fue una carta de presentación fidedigna a lo que iba a acontecer. El guardameta de Arenys de Munt sacó de quicio a los jugadores del Liceo porque los enredó en una red de paradas. Concretamente fueron más de 10. Los números hablan por sí solos. Por si las sensaciones no bastaban.

Más allá de la falta directa, el Liceo completó una buena puesta en escena en el aspecto ofensivo. Consiguió generar, pero se encontró con la inspiración de Ballart y con la desgracia del larguero en el 10’. Al Reus se le veía con un semblante serio, pero creyente. Porque era consciente que el resistir era el primer paso para ganar. Ballart les señalaba un camino en el que se vislumbraban dificultes, pero también mucha esperanza.

Más allá de aguantar, el conjunto rojinegro también tuvo chispazos venenosos en ataque. Generó varias ocasiones claras. Incluso gozó de un palo de Checo Compagno. Aquella junto con una contra rematada por Salvat fueron los dos acercamientos más claros de los reusenses. Al igual que Ballart, Carles Grau, portero del Liceo, también fue protagonista. En menor medida, pero sus parados resquebrajaron lo que hubiese sido un interesante plan de partido con el Reus por delante y con el consumo de los minutos a favor.

Goles tras el descanso

Lo que no se rompió en la primera mitad se rompió en los primeros minutos de la segunda. Primero fue el Liceo, pero a Jordi Adroher le anularon su gol porque estaba fuera de tiempo. La décima falta le dio la alternativa a un Reus que se encandiló a Marc Julià. Si alguien esperaba que las piernas le temblasen, andaba equivocado. Destrozó a Grau con una ejecución maestra en la falta directa.

El mismo arte le daría 10 minutos la oportunidad al Liceo de empatar el partido. Adroher perdonó en la primera, pero no en la segunda. Al igual que Julià definió con frialdad para sumergir el encuentro en un tenso empate. No se movió más el empate en el tiempo reglamentario porque ambos equipos no arriesgaron. Encajar un gol era sinónimo de adiós y nadie quería despedirse de la Copa.

El partido se fue a la prórroga. Ambos equipos con 14 faltas directas en su haber y con el abismo ante sus ojos. Eso frena impulsos y para el descaro. Por eso los locos virtuosos aparecen en estos escenarios. Checco Compagno lo hizo con un disparo cargado de tensión, probablemente la acumulada durante todo el partido. Fue irrebatible. Grau solo pudo contemplar aquel misil. 1-2, terreno para el destape.

Al Reus el 1-2 no le pesó en un ejercicio de madurez y personalidad. Supo administrarlo. Fue más allá, lo amplió. Porque Julià apareció en el arte de la directa para volver a ser dominante. Lo suyo es puro don. Faltaba la guinda al pastel y Aragonès se encargó de ponerla. Aprovechó tener al Liceo en pleno ejercicio de épica para clavarle la última daga en una contra maravillosa.

Ballart cogió la pala y enterró el sueño de golpe. Fue en una falta directa a Rodríguez en la que le sacó el disparo y luego el rechace. 25 paradas en total. Una absoluta locura. Él sostuvo al Reus y el talento lo impulsó. ‘Ballart’ recital.

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