Esclavos del pasado
España solo ha ganado tres partidos en los últimos tres Mundiales. La selección de Luis Enrique
ha evidenciado que le cuesta rebelarse contra la adversidad y dominar otros contextos de partido
España sigue digiriendo la eliminación frente a Marruecos en los octavos de final del Mundial de Qatar. No hay consuelo porque el mismo grupo de jugadores que había completado una exhibición sin casi precedentes en su debut con Costa Rica fue perdiendo fuelle hasta caer eliminado en la primera eliminatoria al todo o nada. Marruecos desfiguró a una España que murió fiel a su idea de juego, pero sin hacerle cosquillas al rival. Fue un juego estéril, acomplejado y sin riesgo. Un paso atrás que ya viene de lejos y una oportunidad pérdida para romper con dos Mundiales anteriores en los que la decepción también había reinado. En las últimas tres citas mundialistas, España solo ha conseguido sumar tres victorias (Australia, Irán y Costa Rica). El bagaje es desolador e indica que algo está pasando. ¿Cómo puede ser que un equipo que en el 2010 reinó se haya consumido de tal manera? Lógicamente no siempre se puede ganar, pero al fútbol español hay que exigirle más porque cuenta con equipos y jugadores de primer nivel. No hay excusas. Si la Eurocopa de Luis Enrique cayendo en semifinales ante Italia fue un más que honrado papel, el Mundial de Qatar es un absoluto fracaso que debe hacer reflexionar a la Federación Española de Fútbol si se va por el buen camino.
Luis Enrique es un seleccionador que crea controversia. Unos lo defienden a capa y espada y no admiten errores en su figura, mientras que otros le buscan defectos donde no los hay. El entrenador asturiano ha generado un clima de crispación que se decía que era ideal para quitarles presión a sus jugadores, pero lo cierto es que ante Japón y Marruecos se vio a unos futbolistas españoles agarrotados y con miedo a morir.
La gran pregunta que se hace todo aficionado es cómo se ha pasado de dominar a Costa Rica de manera apabullante y a Alemania durante la primera mitad, a ser un equipo tan inofensivo y frío como el que se vio ante Japón y Marruecos. Lo cierto es que estas dos exóticas selecciones han sacado lo peor de España. Le han destapado sus carencias y algunas van más allá del juego, aunque se pueden explicar a través de él.
La selección ha demostrado ser un equipo que solo sabe jugar bien cuando todo va a favor de su idea. Si el marcador lo tiene favorable, tiene un buen día y el rival duda, es imparable. Eso sí, cuando la cosa no fluye, el marcador aprieta y el rival incómoda, se rompe. Existe un pasado que ata a España porque el recuerdo es tan memorable que cuesta alejarse de él. Una nostalgia que no deja avanzar a ningún lado.
España fue la reina del balompié con el balón como protagonista. Aquel equipo tenía a los mejores jugadores del mundo en muchos de sus puestos. Cada línea contaba con un jugador referencia y todos ellos sumaban virtudes a una idea de juego asociativa y totalmente competitiva. Los años han pasado y el relevo no ha llegado. Se cuentan con jugadores muy buenos, pero ni mucho menos se acercan al nivel de sus antecesores. El problema que existe es que se sigue jugando como si ellos todavía estuvieran. Ya no somos los más guapos y toca asumirlo porque en el fútbol suele ganar lo inteligente y no lo bonito.
Esta España ha caído siendo fiel a su estilo. Una idea romántica, pero poco práctica. Creer en una filosofía está bien, pero nunca hay que perder de vista las otras porque siempre se puede aprender. Hoy en día los equipos que ganan son aquellos que dominan todos los registros y contextos. Se puede jugar muy bonito, pero si no se sabe jugar a todos los ecosistema que plantea este deporte no se va a ningún lugar.
La España de Luis Enrique ha demostrado ser de las mejores, por no decir la mejor, en la idea de fútbol asociativo cuando ha podido imponerla, pero también ha demostrado que si esta idea se aleja del partido, se vuelve un equipo frágil, temeroso y con poca personalidad como para rebelarse ante la adversidad.