El Nàstic, un equipo camaleón en busca de identidad
El Nàstic ha dibujado tres estructuras diferentes (4-3-1-2, 4-2-3-1 y 4-3-3) en los cuatro primeros partidos de Iñaki Alonso
«Hoy en día la riqueza táctica es muy importante porque nos estudiamos todos muchísimos. Todos sacamos fortalezas y debilidades del rival. Por el perfil de jugadores que tenemos quiero que seamos capaces de tener diferentes estructuras, incluso dentro de un mismo partido. Eso depende del conocimiento, del compromiso...». Iñaki Alonso dejaba esta declaración de intenciones en su entrevista concedida al Diari después de su debut ante la SD Logroñés en el Nou Estadi. Quería un equipo camaleónico con capacidad para adaptarse a diferentes estructuras de juego en función del rival y del contexto del partido.
Cuando un equipo es capaz de competir desde diferentes sistemas para castigar los defectos del rival y potenciar las virtudes propias suele estar listo para grandes cosas. El fútbol va evolucionado y ahora está en una etapa en la que premia a aquel que no se asusta ante ningún contexto que dibuje el partido. Sin embargo, ver a un equipo mutar constantemente en su estructura no es siempre un aspecto positivo. A veces este hecho es un claro indicador de que el entrenador no da con la tecla y plantar a sus jugadores desde diferentes sistemas para intentar dar con ella. El riesgo de sumergir al equipo en una pérdida de identidad es evidente.
El Nàstic de Iñaki Alonso busca escapar de esta vertiente negativa que puede implicar ser un equipo camaleónico. Si Raül Agné era un técnico que solía apostar de manera firme por el 4-4-2, el técnico vasco es todo lo contrario y está demostrando tener más facilidad para cambiar de estructura. En los cuatro partidos que ha dirigido ha utilizado hasta tres dibujos diferentes en inicio de partido.
Su debut ya dejó claro que Alonso no le tenía miedo a incidir en la pizarra. De inicio ante la SD Logroñés plantó un 4-3-1-2 o 4-4-2 en rombo con el que buscó concentrar gente por dentro y dejar las bandas para los carrileros. Una estructura ofensiva que no cuajó, tal y como reconoció el entrenador grana en el post partido. Su plan no funcionó y adoptó medidas.
Frente al Intercity abandonó ese sistema para pasar al 4-2-3-1 que había utilizado de manera más rutinaria en su carrera. Un sistema tradicional en el fútbol en el que le dio libertad a Aarón Rey por detrás de Guillermo y escoró a Pedro en una posición de falso extremo. El experimento funcionó en cuanto a pegada y lo cierto es que se vio a un equipo que amenazó bien en transición. Golpeó, resistió y ganó, pero el margen de mejora a nivel ofensivo era evidente. Se podía hacer mejor y sobre todo de manera mucho más regular.
Aquella prueba contentó más al entrenador de Durango que volvió a dibujar el 4-2-3-1 ante el Athletic B. Si frente al Intercity se tuvo pegada, ante el filial vasco no. Lo peor que el equipo no volvió a mantener una línea de juego regular y volvió a dejar demasiadas fases del juego intrascendentes. No se vio ese conjunto agresivo, vertical y ofensivo que Alonso ha promovido desde su llegada al banquillo del Nou Estadi.
Aquella actuación tan espesa tuvo sus consecuencias y frente al Real Murcia se volvió a cambiar el sistema. Esta vez se apostó por un 4-3-3 con el que se dejó solo una referencia ofensiva y se jugó con dos interiores en la sala de máquinas con Montalvo como pivote en la base de la jugada.
Otra vez el experimento falló. El Nàstic no encontró el camino al gol y dejó claro que la pegada lucida frente al Intercity fue un accidente. El equipo sigue sin generar un fútbol ofensivo firme, le cuesta mucho generar ocasiones y todavía más materializarlas. Muta en forma de manera constante, pero el fondo sigue siendo el mismo: reina la esterilidad.