Diego Martínez y Laia Palau, el éxito desde la normalidad
El Celler de Vila-seca albergó dos charlas brillantes de dos caras reconocibles del deporte español
Diego Martínez y Laia Palau comparten el amor por el deporte y el hecho de haber alcanzado cotas muy elevadas en él. Cada uno a su manera, pero siendo devotos del esfuerzo y la ilusión. Más allá de estas dos virtudes lo que más les caracteriza es que contemplan sus éxitos desde la normalidad. Son dos personas que transmiten valores humildes en un contexto cada vez más estridente. Se agradece contar con figuras deportivas de este tipo que confirman que todavía quedan muchas personas dentro del deporte profesional que asumen con naturalidad las victorias y las derrotas.
Sus perfiles similares aunque diferentes fueron los que llevaron a Joan Plaza a invitarles al Campus de Entrenadores que organiza estos días en Vila-seca. El Celler del municipio vilasecano fue ayer testigo de la presencia de estas dos caras reconocibles del deporte español. Durante la mañana realizaron dos conferencias seguidas en las que hicieron gala de su naturalidad.
El primero en comparecer fue Diego Martínez sobre las 10.30 horas de la mañana. Nada más y nada menos que el entrenador del RCD Espanyol, palabras mayores. Si alguien esperaba una figura altiva y que intentase sentar cátedra en todo momento, no se la encontró. El técnico vigués partió de la premisa de cómo se gestiona un vestuario de fútbol tan numeroso entre jugadores y cuerpo técnico. Lo explicó con tranquilidad y cercanía, dejando claro que lo más importante es implementar dos valores rápidamente como son «la confianza y la generosidad».
Su camino hasta el fútbol profesional no ha sido fácil. Ha entrenado en todas las categorías y no fue un futbolista de primer nivel al que la oportunidad le llegó con más facilidad que a otros.
De hecho, lo suyo fue una aventura utópica en algunos momentos. Recordó una anécdota que sorprendió a todos. Fue en su primer día del curso de entrenadores de Nivel 1 y el profesor le soltó lo siguiente a él y sus compañeros: «Ninguno de vosotros va a conseguir entrenar en Primera División». Amarga e inútil bienvenida para soñadores como Diego Martínez que por dentro respondía que él lo iba a intentar y que por esfuerzo y ganas no iba a ser.
Tres años en el Sevilla Atlético, con un ascenso a 2ª y una permanencia, uno en Osasuna, y tres en Granada, con un ascenso a Primera y una clasificación a Europa League, dan para mucho. Contó varias anécdotas que demuestran como lidera un vestuario. Desde que intenta conocer el lado personal de todos, jugadores y trabajadores del club, hasta que es importante demostrarle a los jugadores lo importantes que son sea cual sea su rol. Un rol que es un estado y no estatus porque puede cambiar a lo largo de una temporada. Sino que se lo digan a Fede San Emeterio, con el que no contó durante las primeras siete jornadas en el Sevilla Atlético y le daría luego la oportunidad de jugar en Primera División con el Granada. «El director deportivo me decía que si era Makelelé porque siempre le decía que era el mediocentro que necesitábamos. Luego en una charla me recordó que no le había puesto durante siete partidos. Los jugadores perdonan, pero no olvidan».
Tras un discurso repleto de ideas interesantes y anécdotas llegó Laia Palau con esa calma que encandiló a todos. Una leyenda del baloncesto español que se sentó con una aparencia tranquila, simpática y que ya en sus primeras palabras dejó claro que iba a hacer un diagnóstico muy personal de la evolución del baloncesto femenino. Plaza la había llamado para ello y cumplió con creces porque dejó claro que faltan apoyos para que crezca. Ahora al menos hay referentes, cosa que ella no tuvo. «Ahora las niñas sí que piensan que esto puede ser una profesión», fue una de las frases lapidarias que dejó por el camino.
Palau dejó claro que ha sido «una jugadora muy entrenable» que a lo largo de la carrera ha tenido entrenadores de todo tipo y que su relación con los árbitros es una de las cosas que cree que podía haber mejorado: «He sido una jugador difícil de arbitrar porque soy muy expresiva y lo comento todo. Soy agobiante, pero ya sabían como era y pudimos habernos llevado mejor».
Ahora debe decidir como seguir vinculada al baloncesto. Plaza preguntó en que rol la veían los asistentes y estos contestaron que como entrenadora y directiva en la mayoría de casos. Una persona levantó la mano en todas las opciones planteadas y dejó un resumen perfecto de lo que es esta leyenda: «Puede ser lo que ella quiera». Palau agradeció esas palabras emocionada, tanto como cuando reconoció que cuando suba a buscar la Creu de Sant Jordi de 2022 lo hará en honor a todas las jugadoras de baloncesto del país.