Despegue exitoso (Nàstic 1-0 Arenteiro)
Un gol tempranero de Nacho González en un córner le permite al Nàstic sumar el primer triunfo de la temporada y romper el maleficio de 13 años sin ganar en la fecha inaugural
Ahí lo tienen. Este es el Nàstic de Dani Vidal o al menos una versión muy parecida a lo que quiere el técnico tarraconense. El Arenteiro sufrió en sus propias carnes un debut liguero grana que sirvió para romper un maleficio de 13 años sin ganar en la primera jornada de liga y sobre todo para refrendar que las buenas sensaciones en pretemporada no eran cuentos chinos. El Nàstic fue un equipo solvente, con identidad, que sacó rédito del balón parado y que dejó semillas de ser un equipo que va a dar que hablar en el sentido bueno de la palabra. Fue el primer examen, pero el alumno ha llegado a septiembre con ganas de matrículas de honor.
Tromba de agua y de juego. Eso es lo que vivió al Arenteiro en los primeros minutos de encuentro en el Nou Estadi Costa Daurada. El Nàstic le pasó por encima en una de esas salidas e inicios de temporada que todo entrenador sueña. Se vio a un equipo confiado, suelto y que sabía interpretar en cada momento lo que demandaba la jugada. Los gallegos salieron con una defensa de cinco y un bloque bajo intentando no conceder grietas, pero el Nàstic las encontró porque circuló el cuero con paciencia y encontró en Escudero y Jardí dos aceleradores del juego desde los costados.
El primer tanto llegaría en otro aspecto que los tarraconenses pretenden dominar como es el balón parado. En una categoría como la Primera RFEF ayuda a decantar partidos o directamente los decide. Dani Vidal es consciente de ello y por eso nunca duda en darle la importancia que merece. Si quedaban dudas, las despejó en el primer córner de la temporada. Borja Martínez botó con tensión el centro y Nacho González peinó el cuero en el primer palo con la suficiente sutileza como para mandarla a la portería. Fue un toque de billar. Fue perfecto para colar el cuero en la portería.
El Nàstic se encontraba con el marcador de cara a las primeras de cambio. Lo ideal para jugar con el confort del resultado. Se soltaron y se comenzó a ver el juego que pretenden desplegar. Un equipo dinámico, con paciencia y que verticaliza siempre que puede. Pudo encontrar un premio mayor inclusive a los pocos segundos de marcar el primero. Fue en una rápida transición que terminó con un disparo de Escudero y un posterior disparo al rechace de Marc Fernández que obligó a García a tomar cartas del asunto con dos paradas que le dieron el flotador al Arenteiro.
El conjunto grana yacía cómodo sobre el césped. Todo tenía su sentido. En ataque había fluidez y paciencia, mientras que en defensa se apretaba arriba y no se dejaba conectar al Arenteiro en el partido ningún momento. Todo era mérito de la intensidad, pero si algo sorprendía es la libertad de movimientos que da Vidal en ataque. Los cuatros futbolistas del frente ofensivo cambian posiciones de manera natural. Expresan su fútbol sin ataduras. Lo mismo los delanteros caen a banda que los extremos juegan por dentro. No juegan con grilletes, pero saben que cuando se pierde la pelota hay que activarse para recuperarla, es la única consigna que no olvidan.
Cumplido el ecuador de la primera mitad, el Arenteiro comenzó a tener más el balón en campo propio. Al Nàstic le tocó exhibir más esa versión defensiva basada en el orden y la colocación. También ofreció buenas señales en este sentido. Nota muy positiva porque este equipo pretende dominar todos los escenarios de encuentro que le presenten. «Lo estamos haciendo bastante bien, me gusta». Así definía al equipo de Dani Vidal un aficionado de tribuna. A veces los mejores resúmenes están en pocas palabras y se encuentran en las gradas.
Cambios y sufrimiento final
Si el inicio de la primera parte fue bueno, el de la segunda casi lo mejora, al menos en el marcador. Solo lo evitó Diego García. El portero del Arenteiro voló para evitar el segundo gol grana. Fue Jardí que resulta un elemento indetectable en los metros de peligro. Aparece por sorpresa y tiene instinto. Lo demostró con un cabezazo que ya se colaba en la meta gallega de no ser por la parada providencial de su arquero.
Lo cierto es que en la segunda mitad el Nàstic salió menos mandón. Estuvo más espeso con el balón y el Arenteiro no sintió ese temor que sí que vivió durante la tromba inicial de la primera mitad. La lluvía también se había marchado, así que había un partido nuevo por delante, aunque con el Nàstic con ventaja en el marcador, y eso no era detalle baladí.
La inspiración regresó en el 65’, cuando Jardí se inventó una jugada mágica en una baldosa que terminó con un disparo en boca de gol que volvió a salvar García en una parada de balonmano con los pies. Fue el último acto de servicio de ambos porque Vidal metió energía y magia con la entrada de Gorka y Concha.
Lo que le tocó al Nàstic en los últimos minutos es sufrir para sellar el triunfo. Es lo que tiene cuando se llega con ventaja mínima gracias por otra parte a la inspiración del portero rival. Pero pasó la prueba del sufrimiento. Hola, ilusión. Adiós, maldición.