Un debut frío en verano (Nàstic 1-1 Ourense)

El Nàstic se estrena en un Nou Estadi a puerta cerrada con un empate ante el Ourense. Jardí adelantó a los granas con un golazo, pero Carbonell lo igualó

Frío. Así dejo el Nàstic a todos en su estreno. Entre el Nou Estadi, sin gente, y el resultado, empate ante el Ourense (1-1), la cosa debe mejorar. Es solo el primer partido de la temporada, pero para ser un candidato al ascenso solo vale el camino de la exigencia y ganar siempre en casa debe ser una obligación. Empezar con un empate nunca es bueno.

Al Nàstic lo dejaron sin alma, porque el Nou Estadi estaba vacío, pero conservó su corazón, porque ese pertenece en gran parte al cuerpo técnico y la plantilla. Son ellos los que lo hacen latir. Los que provocan que tenga más o menos pulsaciones. Los que el año pasado recuperaron el pulso de un club que durante un pasado reciente tuvo muchos días de ritmo planto, insulso, de esos que reflejan que no hay amor ni temor. Fue un año que terminó con un final cruel, pero la historia sigue. Este Nàstic tiene sed de venganza y el debut frente al Ourense, con el condicionante del anhelo de aficionados, era un decorado perfecto para comenzar a reflejar ese sentimiento de rebeldía. Contra todo y contra todos.

Dani Vidal apostó por un once sin sorpresas. Solo tres fichajes nuevos en él (Leal, Narro y Antoñín). Al resto del equipo, continuidad. Así es más fácil mantener la identidad que hizo al Nàstic un equipo ganador. Lo tiene claro.

El Ourense es un equipo que aterrizó en el Nou Estadi Costa Daurada sin vergüenzas. Aprovechó su inercia positiva, el año pasado ascendió con mano de hierro, y mostró un plan de partido coherente y atrevido. Los gallegos suelen jugar con un 4-3-3, pero Rubén Domínguez cambió el esquema. Colocó un 5-3-2 que tenía un claro cometido: frenar a Pablo Fernández y Antoñín Cortés. La dupla ofensiva del Nàstic es tan diferencial que los rivales van a comparecer ante los granas con una hoja de ruta claramente influenciada.

Jugar con 5 no fue una excusa para desentenderse del balón. El Ourense lo quiso tener y al Nàstic le costó hacerse con el control del partido. Faltó ritmo de circulación, claridad en la salida y sobre todo se echó en falta esas acciones ganadoras de Pablo y Antoñín.

Golazo de Jardí

Sin embargo, el Nàstic posee un talento diferencial que le permite no tener que fluir con tanta necesidad como otros. Ya lo demostró el año pasado y este año la calidad vuelve a abundar. Jardí se ha pedido el ‘10’ esta temporada en algo más que un gesto simbólico. Quiere galones porque su fútbol lo reclama. Él estrenó la pretemporada con un golazo de falta directa ante el Sabadell en la Nova Creu Alta y volvió a hacer lo mismo en partido oficial. Esta vez no necesitó tener el balón parado. Se hizo el espacio en una recuperación en el centro del campo y dónde otros hubiesen visto una transición, él vio un remate. Marqueta estaba adelantado y lo pagó caro. El reusense no se lo pensó y lanzó un zurdazo que sobrevoló el Nou Estadi. El cuero voló y voló hasta que encontró la red. Una obra de arte para comenzar la temporada. El equipo se fundió en una piña, saben que el camino para tocar la cima es estar unidos.

El gol le dio algo de poso al Nàstic. Con el tanto a favor ya no tocaba arriesgar y el paso de los minutos le beneficiaba. Los de Dani Vidal tuvieron dos ocasiones para facturar el partido antes del descanso, pero no lo hicieron. Primero la tuvo Pablo Fernández con un buen disparo desde el interior del área tras un gran amague que Marqueta repelió. Solo dos minutos después, en el 41’, Jaume Jardí tuvo el segundo en su cuenta. Encontró posición de disparo desde la frontal, pero la pelota se marchó rozando el palo largo. 1-0 al descanso con mejor marcador que sensaciones, sobre todo en el juego.

Un jarro de agua fría

En la segunda mitad, el partido seguía transcuyendo en ese terreno peligroso. El resultado era corto y el Nàstic seguía sin transmitir una sensación de superioridad evidente. El Ourense solo necesitaba un picotazo, cualquier desajuste defensivo, y lo encontró. El Nàstic estuvo poco contundente en una acción defensiva que Carbonell penalizó. Se sacó un derechazo ante el que nada pudo hacer Varo. Un disparo inapelable. Un gol que obligaba al Nàstic a jugar a contracorriente con la presión del empate encima.

Los minutos pasaban y el partido pedía ajetreo. Dani Vidal lo leyó y apostó por un plan ofensivo. Retrasó a Sanz al centro de la zaga y colocó a Montalvo en la medular. El otro cambio fue la entrada de Marc Fernández por Víctor Narro, hombre por hombre.

El Nàstic no se conectaba porque no se encontraba y el Ourense sí que lo hacía. La confianza de un equipo y otro no tenían nada que ver. A uno no le encajaba nada y al otro le encajaba todo.

Tromba sin premio

El Nàstic buscó la victoria, pero nunca estuvo cerca de ello. Dejó demasiadas dudas e incluso el Ourense puso una marcha más en algunas fases de la segunda mitad. Los minutos finales fueron de tromba grana, pero con más corazón que fútbol. El Nàstic no encontró premio en esa agonía que hace dos meses fue tan cruel.

Todavía queda una semana de mercado en la que el equipo podría, más bien debería, sufrir mejoras. De momento, el estreno grana dejó muchas dudas porque en defensa no se tuvo esa contundencia de la que tanto se alardeó el año pasado y en ataque faltaron ocasiones y solo marcó la diferencia ese golazo de Jardí. Un punto frío para empezar.

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