La afición del Nàstic vuelve a tomar el Parc del Francolí: una marea de optimismo
La parroquia grana se mostró segura de que este equipo puede darle la vuelta a la eliminatoria y de que el Nou Estadi será una olla a presión y un factor diferencial para conseguir el sueño
El Parc del Francolí volvió a teñirse de rojo como espacio de comunión entre la afición del Nàstic. Así como sucediera en las semifinales ante el Ceuta, más de 5.000 aficionados granas se reunieron para vivir de la mano la hora de la verdad, en la final por el play-off de ascenso a Segunda División entre Nàstic y Málaga.
La parroquia grana encaraba con optimismo el duelo de alto voltaje. El rendimiento y juego mostrado a lo largo de la temporada por el equipo dirigido por Dani Vidal despierta ambición en una marea grana que se siente identificada con el equipo.
Aún tomaba asiento la afición cuando Alan Godoy tuvo el primero en sus botas. En las gradas del Francolí no cabía ni un alfiler, mientras que los aficionados más enfervorizados preferían posicionarse lo más cerca posible de la pantalla gigante habilitada por Tarragona Ràdio, Tarragona Esports y el propio Nàstic.
La afición grana volvió a hacer notar su aliento hasta Málaga. Los cánticos y bengalas presentes a lo largo del encuentro avivaron una afición más unida que nunca.
Junto a las bufandas y las elásticas granas, muchos aficionados lucían con orgullo los colores del Nàstic en el rostro.
Pese al arreón inicial, el entusiasmo se fue atenuando a medida que avanzaba la primera mitad, falta de ocasiones. Un derechazo de David Concha y una doble parada de Albero Varo despertaron a los aficionados, que no desaprobaban el empate momentáneo en el marcador.
El gol del Málaga al filo del descanso supuso un jarro de agua fría. El Nàstic encajó por medio de una de sus principales armas, el balón parado.
No obstante, las sensaciones en el entreacto no eran negativas. La puesta en escena del equipo en la Rosaleda daba motivos más que suficientes para creer en el equipo.
La diana de David Concha confirmó los buenos augurios. Fue la respuesta perfecta y el antídoto idóneo para levantar a la marea grana.
La afición volvió a hacer vibrar el Francolí a medida que el Nàstic parecía tomar el feudo malagueño. Mientras el cuadro tarraconense enmudecía a los 30.000 aficionados malagueños, Tarragona volvía a vibrar con el sueño del ascenso.
Sin embargo, la euforia grana se frenó con una rigurosa decisión arbitral, que se tradujo con una pena máxima a favor de los locales. La afición grana no compartió la el veredicto arbitral en un forcejeo en el área.
Pese a que muchos aficionados no quisieron ver el lanzamiento, la frustración se apoderó del Francolí cuando Roberto convirtió el segundo de la tarde.
La afición se empezaba a desesperar a medida que avanzaba la segunda mitad. El Nàstic no era capaz de encontrar portería y el Málaga, espoleado por su afición, se crecía con el escenario.
Una ocasión desbaratada por el propio Roberto, al que se le quedó el balón atrás cuando encaraba portería ante Varo, puso el corazón en el pecho de los seguidores granas.
Cuando más negro parecía el devenir del encuentro, Andy Escudero tuvo en sus botas la igualada, pero aunque alguno llegó a cantar gol, el balón no encontró portería.
Con el pitido final, los rostros de la afición ya vislumbraban sed de venganza. La afición ya pensaba en el duelo del próximo sábado a las 21.00 horas en el Nou Estadi, que dictará sentencia.
Saben que con un templo grana lleno hasta la bandera todo es posible. 14.000 personas llevarán en volandas a un Nàstic que con un gol vuelve la eliminatoria a su favor.
Hay optimismo. Eso quedó claro. Esa marea grana de más de 5.000 voces estará el sábado que viene en el Nou Estadi para, igual que hizo ante el Ceuta, marcar el primer gol del partido.