Un canto a la libertad
‘Las cinco vidas del traductor Miranda’, tercera novela del escritor tarraconense Fernando Parra, ofrece un interesante juego entre ficción y realidad. Es un ‘thriller’ en el que se difuminan los límites de ambos mundos
Las cinco vidas del traductor Miranda es la tercera novela de Fernando Parra en la que nos ofrece un interesante juego entre ficción y realidad. El sustrato verídico del que se nutre el argumento es la publicación en 1988 de Los versos satánicos, obra de Salman Rushdie que desató una gran polémica la cual acabó cristalizando en la fetua del ayatolá Jomeini en 1989, quien condenó a muerte al escritor y a todo aquel que contribuyese a la difusión de la novela.
Las cinco vidas del traductor Miranda podría leerse, a priori, como un thriller en el que se difuminan los límites de ambos mundos para llevarnos de la mano por la vida de tres personajes: Salman Rushdie, cuya historia tiene una base real, el desconocido traductor español de Los versos satánicos y un anónimo terrorista islámico. La peripecia vital de estos dos últimos nace de la imaginación del autor, si bien se imbrica con los acontecimientos reales que rodearon la historia de Rusdhie. Cada capítulo versa sobre un personaje y a medida que avanza la acción, el lector va descubriendo los hilos invisibles que los enlazan hasta formar un único tapiz de injusticia, de tragedia y de caídas, pero también de resurrecciones.
Uno de los aciertos de esta obra es la caracterización de los personajes. El autor lleva a cabo una indagación profunda por el alma de cada personaje, lo que nos permite comprenderlos y empatizar con ellos. Aparentemente, son muy diferentes, pero comparten similitudes que nos remiten a dos temas fundamentales en la novela: la identidad y la culpa, motivos que constituyen ya una constante en la narrativa de Parra.
Salman Rushdie, amedrentado por la amenaza islamista, debe adoptar el nombre de Joseph Anton. Este necesario cambio conlleva una crisis identitaria que se plasma en la novela con gran precisión, buceando por las consecuencias públicas y privadas que esta nueva identidad le suponen al personaje. Es muy interesante la manera en que se presenta la evolución del escritor indio, desde una posición de víctima a verdugo, desde un ser lleno de certezas y de seguridades a un ser anulado, incapaz de autorreconocerse, al que se le inocula un profundo sentimiento de culpa, pues se le responsabiliza de todas las consecuencias económicas y humanas que conllevan su protección y su firme determinación de no retractarse por haber cometido el «delito» de escribir un libro.
El tema de la identidad también aparece en el traductor español, quien ha de adoptar el heterónimo de José Luis Miranda tras la fetua. Parra ha construido un personaje muy enigmático, en consonancia con la historia que rodea al verdadero traductor, cuya identidad todavía permanece oculta. Se trata de un personaje atormentado, el cual está pendiente de un juicio, cuya causa desconocemos, que lo tiene sumido en una seria depresión. Ahogado por un profundo sentimiento de culpa, autoinoculado y reforzado por los demás, Miranda decide no ocultar su heterónimo para lograr que lo maten. En este proceso de autodestrucción en que está sumergido el personaje, varios son los cambios de identidad que experimenta, de ahí el título de la novela.
Ante estas desoladoras existencias, ambos personajes hallan en el amor, en el arte en general y en la literatura en particular los asideros a los que aferrarse. He aquí otro tema fundamental en la obra: el poder salvífico de la cultura. Las heridas de Joseph se cauterizan con el bálsamo de la escritura y el maltrecho ánimo de Miranda se restituye en contacto con el arte, pues además de traductor es guía turístico. Otro tema vertebrador de la novela es el proceso de radicalización de algunos musulmanes. El terrorista no es un personaje maniqueo, malvado per se, sino que a través de su diario conocemos las posibles motivaciones que lo llevan a abrazar la lucha armada. Parra se imbuye en su conciencia y explora los vericuetos más íntimos de su ser para hacernos comprender la tragedia que se esconde tras este personaje. Padece una crisis identitaria que unida a la desinformación, lo convierten en una persona manipulable. En su proceso de envilecimiento es muy interesante la pugna de su parte bondadosa y de su lado más oscuro, lo que lo convierte en un ser angustiado pero en el que siempre hay una brizna de humanidad.
Las historias confluyen en un final muy sobrecogedor que, de nuevo, fusiona realidad y ficción y en el que el autor no cae en el sensacionalismo. Describe lo que sucede con cada personaje con pequeños trallazos muy impactantes que remarcan el sinsentido del fanatismo y el horror de la barbarie humana.
Y, por supuesto, la novela es una defensa a ultranza de la libertad de expresión frente al radicalismo islámico que pretende acabar con los valores democráticos de Occidente y también contra todos aquellos poderes políticos que bajo un paraguas supuestamente democrático intentan cercenar este derecho.
Leer Las cinco vidas del traductor Miranda es un deleite, no solo por su interesante argumento y la compleja construcción de los personajes sino por la calidad literaria de su prosa. Parra demuestra que tiene una voz propia, reconocible, caracterizada por el mimo y la cuidada selección de los vocablos, por la búsqueda de la belleza y por la explotación de las capacidades sugestivas de la palabra. Lleva a cabo una delicada labor de marquetería lingüística que se materializa en impactantes descripciones y en hermosas reflexiones de hondo calado que contribuyen a que esta novela sea, como dijo Kafka, «un hachazo contra el mar helado que llevamos dentro».
Las cinco vidas del traductor Miranda es, en definitiva, un canto a la razón y a la cultura, un homenaje a todas las personas valientes que no dudaron en alistarse en el bando de la libertad, una lanza más en favor de la lucha contra la intransigencia, una obra oportuna pues ve la luz en un momento de nuevo oscuro para Rushdie. Es una novela con muchas capas de lectura, que zarandea la conciencia del lector, que nos invita y empuja a cuestionar temas, problemas y actitudes que persisten en la actualidad, lo que corrobora su vocación de permanencia.