Suzanne Valadon en el MNAC: libertad a color

El Museu Nacional d’Art de Catalunya revisa la figura de la artista francesa en una esencial muestra, visitable hasta el 1 de septiembre

‘La chambre bleue’, 1923, de Suzanne Valadon. Foto: DT

Al observar el arte de diferentes épocas, así como la absoluta influencia de los medios de comunicación, es evidente que ha habido cambios dramáticos en lo que se considera un cuerpo femenino bello. El ideal de belleza femenina ha pasado de ser un símbolo de fertilidad a otro de proporciones calculadas casi matemáticamente, siguiendo siempre la línea que responde a los deseos sexuales masculinos. La metamorfosis de la mujer ideal sigue el cambio de rol de la mujer en la sociedad, de madre y amante a individuo con aspiraciones profesionales. Su representación por parte de los artistas a lo largo de los siglos revela este cambio de rol y apariencia que debe interpretarse dentro del contexto social e histórico de cada época con sus propias teorías sobre lo que constituye la forma corporal femenina ideal.

Una joven descarada muy dispuesta a disfrutar la vida llamada Marie-Clémentine Valade, más tarde apodada Suzanne Valadon, por hallarse siempre rodeada de «viejos», fue la primera artista que planteó cuestiones relacionadas con las representaciones estándar de las mujeres ideales en el arte. Sus imágenes trastocan las convenciones que se habían utilizado durante cientos de años. Su obra se puede visitar en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) hasta el 1 de septiembre, en una muestra en la que la artista es determinación, fuerza, libertad y, sobre todo, razón de vivir. Comisariada por Eduard Vallés en colaboración con el Centro Pompidou-Metz y el Musée de artes de Nantes, la exposición está dividida en ocho secciones para tratar en profundidad todos los aspectos de la artista y analizar las repercusiones de su obra en la recuperación de la identidad y complicidad femenina en la cultura de masas y su conquista del desnudo.

‘La Femme aux bas blancs’, 1924, de Suzanne Valadon. Foto: DT

Y es que el desnudo femenino ha sido representado en el arte durante milenios y es representativo de esta búsqueda utópica de una belleza irreal. Desde el símbolo de fertilidad de la Venus de Willendorf del Paleolítico hasta la Venus de Urbino de Tiziano, las mujeres han sido representadas con frecuencia como meros objetos con función sexual. Se esperaba que las mujeres arcaicas tuvieran pechos y caderas grandes para mostrar su fertilidad, mientras que las representaciones medievales de María Magdalena con una larga cabellera pecadora para que las mujeres viesen estas imágenes y procuraran mantener su castidad.

Esto queda todavía más mostrado porque las artistas no pudieron tener carreras profesionales exitosas hasta los siglos XVIII y XIX. Aunque había mujeres que pintaban, no eran reconocidas como tales, al menos no por el público general, y mucho menos por las academias. A las mujeres pues, se les ha visto como agentes pasivos, pero nada más ajeno a la realidad; siempre han sido muy activas en sus sociedades.

Con la Belle époque, esta corta época en París caracterizada por la consolidación de la burguesía y su estrecha moral, aparece un espíritu de apertura hacia una libertad en las costumbres que parecía que no se había respirado hasta ese momento. El decoro burgués asciende y queda completamente establecido, dándole a la mujer un papel estrechísimo, estando mucho más limitada en su participación social y, sobre todo, sexual. Se inventa el eterno femenino y la mujer como el ángel del hogar. Las del pueblo siempre han tenido que trabajar, pero las burguesas son encerradas y sometidas a un escrutinio que desemboca en una pelea para llevar otra vida, la aparición del feminismo y la lucha por la emancipación.

La época moderna trajo muchos cambios al mundo del arte: Degas y Manet llevaban décadas rebelándose contra la Academia Francesa, la fotografía entró en el lindar artístico y las mujeres empezaron a tener la oportunidad de vivir de su arte. Suzanne, por su parte, desafió los estereotipos artísticos sobre las mujeres durante toda su trayectoria. No solo era una artista mujer, algo poco común, sino que también retrataba a mujeres que estaban muy poco idealizadas y eran poco atractivas según los estándares de la sociedad.

Valadon cambió el mundo del arte masculino a través de la revisión de la lectura sobre el cuerpo femenino idealizado y no idealizado, luchando comparativamente con artistas académicos establecidos que trabajaban al mismo tiempo que ella, como William Bouguereau. Camille Claudel, el grupo de las amazonas o las sáficas, acompañan en el tiempo e incluso en el espacio a Suzanne en esta revolución de las costumbres, este fenómeno de proclamación de libertad absoluta femenina.

Suzanne demostró con valentía su dominio de las composiciones y el color, con especial atención a los desnudos, y es momento de que se distinga su obra independientemente de sus influencias de coetáneos masculinos como su expareja Miquel Utrillo, su examante Toulouse-Lautrec o su amigo Degas, en este caso, de la mano de más de un centenar de obras que quedarán expuestas en el MNAC todo este agosto.