‘Stendhal en Mauthausen’, leer para sobrevivir al infierno
Llibert Tarragó se inspira en unos documentos ocultos en la casa familiar de su madre en Vilaverd para relatar su infancia y las vivencias de su padre Joan como deportado
Llibert Tarragó es periodista e hijo de Joan, un republicano español deportado a Mauthausen durante la Segunda Guerra Mundial. En su libro Stendhal en Mauthausen repasa su infancia en el exilio y las vivencias como prisionero de su padre, uno de los responsables de la biblioteca clandestina del campo de concentración.
Con ayuda de otros deportados españoles republicanos, Joan Tarragó se hizo con libros pertenecientes a deportados italianos, que llegaron al campo a partir de 1943: «La biblioteca se escondió en un barracón, al mando de un tal Azaustre, otro deportado español, que cuando volvió a España, acogía clandestinamente a Jorge Semprún cuando iba a Madrid», explica en una entrevista con motivo de la publicación del libro.
Pero Stendhal en Mauthausen (El Mono Libre Editorial) es también el relato de la vida de una familia exiliada, la de Llibert, que nació en Francia en mayo de 1947, porque su padre no pudo regresar a su tierra, tras sobrevivir cuatro años en el campo de concentración, pero sí reencontrarse con su esposa, Rosa.
Dos historias
Así, el libro se divide en dos bloques: en el primero, el autor cuenta cómo era vivir en el exilio -no visitó España hasta que tuvo 12 años-, el descubrimiento de la historia de su padre y su visita de adulto al campo de concentración. La segunda parte son las vivencias de Joan en el campo de prisioneros.
Stendhal en Mauthausen
Autores: Joan Tarragó y Llibert Tarragó.
Editorial: El Mono Libre.
Traducción: Josep Maria Pinto.
Sinopsis: Homenaje a todos cuantos comprometieron su vida por poder leer
La obra parte de unos documentos ocultos que el autor encuentra en la antigua casa familiar de su madre, en Vilaverd (Conca de Barberà). «Estaban escondidos en un despachito de mi madre. Yo tenía mi vida fuera de allí, a 500 kilómetros, los leía de vez en cuando. Pero cuando viajé a Mauthausen, algo se despertó en mí».
Tras este viaje, decidió aplicar un método científico a la historia de Joan en el campo nazi que encontró en los documentos del despacho. «A partir de ahí me interesé de manera no tanto sentimental, sino desde un punto de vista histórico». Tarragó se entrevistó con prisioneros que usaron esta biblioteca: «Ellos me decían que leer era sobrevivir en el infierno. Un resistente francés me explicó cómo La cartuja de Parma de Stendhal resultó muy importante para él. Consiguió escaparse de ese infierno gracias a la literatura». Sin embargo, el autor evita tratar de héroe a su padre, e insiste en transmitir un mensaje de lucha colectiva: «Cuando voy a dar charlas a los institutos quiero dar un ejemplo de lo importante que es la solidaridad y lo colectivo. Frente a lo que pasa ahora en el mundo, tiene que haber una fuerza colectiva para oponerse».
«Mi padre decía que un hombre sólo no podía hacer nada. Eran jóvenes, con una ideología, y que pensaban solo en una cosa, que era escapar del infierno para volver a luchar contra Franco», recuerda. Padre e hijo Tarragó construyen en el libro un edificio de la memoria con detalles de gestos callados que representan la unión en una lucha colectiva que no terminó al salir del campo. Gestos tal vez pequeños, como el de Joan Tarragó al recoger migas de un mantel que representa el recuerdo del hambre, la solidaridad y la resistencia colectiva de quienes daban su comida al que más necesidad tenía.
«Me impactó mucho el testimonio de un aragonés que encontré en internet. Explicaba el miedo que tenía al subir desde la estación del pueblo de Mauthausen hasta el campo, cinco kilómetros más adelante. Oyó una voz que le dijo ‘Chico, no te acojones’, y esa voz era de Joan Tarragó. Cuando tengo momentos difíciles pienso en esta frase», confiesa Llibert, que explica que, como hijo de deportado, también sufrió su propio trauma.
«Para los hijos de los deportados es un trauma diferente, pero también es un trauma», concluye.