Vocación médica: los doctores que nos atenderán
Futuros especialistas preparan el salto al tensionado sistema sanitario con la ética y la empatía por aval
Alrededor de 125 médicos salen cada año de las aulas de la Facultat de Medicina de la Universitat Rovira i Virgili (URV). Antes incluso de matricularse, cuando aún son aspirantes, su decana, Fàtima Sabench, les ofrece un buen consejo: «Les digo que, si no logran acceder, no desesperen y no lo vean como un fracaso; que pueden hacer muchas otras cosas vinculadas a la Medicina que quizá les hagan muy felices, aunque no sean médicos. Y que, si lo consiguen, se lo pasen bien en la carrera y disfruten lo que tanto les costó alcanzar El resto va solo».
La elevada nota de corte del grado hace que «tengamos alumnos con bachilleratos estratosféricos, selectividades perfectas y vocaciones bonitas; pero se nos quedan fuera personas con muchísima calidad humana y la misma vocación brutal que no pasaron por décimas o por no tener un expediente brillante». «Esos, seguro que también serían excelentes médicos», valora Sabench.
Durante la formación de los doctores del futuro, la URV pone el foco en multitud de aspectos, pero uno de ellos se centra en «los valores: la capacidad de resistencia, de adaptación o de tolerancia al fracaso son también cualidades de un buen médico», precisa la decana. Y es que, «intentamos que, hoy en día, no acaben sabiendo solo lo que pone en los libros. Con esas notas, evidentemente ya saben estudiar y memorizar. Pero queremos enseñarles ética, contacto, trato personal, deontología, el ver al paciente desde un punto de vista global. Y los entrenamos mucho en la empatía y en la comunicación de malas noticias, más allá de lo puramente curricular».
Alrededor del 70% del alumnado es de fuera de Catalunya. De ese grueso, aproximadamente la mitad de los estudiantes vienen de la Comunitat Valenciana, pero también los hay «de Madrid, Andalucía, Extremadura, Galicia, País Vasco... Son gente con la maleta hecha».
Las vocaciones médicas siguen vivas y en auge hoy en día, pese a que el mundo laboral que espera a estos profesionales no pase por su mejor momento. «La Medicina tiene ese doble rasero. Además de que, como ciencia, es muy bonita y muy completa, aporta una visión de cooperar», indica Sabench. Y destaca que «incluye esa vertiente humanística de formación continuada. El médico estudia toda la vida para atender las necesidades de los pacientes con nuevas tecnologías y tratamientos». «Es, en definitiva, una mezcla científica y romántica: tenemos un deber pero, para el médico, es un honor ayudar a quien tiene al lado», dice la decana.
En pocos días, la última hornada de la URV que hizo el examen MIR elegirá especialidad y, en mayo, los médicos internos residentes se incorporarán a los hospitales hasta obtener su título de especialista. Luego, «buscan trabajo. La gente joven que sale tiene ganas de aportar. Pero la Covid ha tensionado mucho el sistema sanitario, que ya estaba apretado. Las guardias son de 24 horas y siempre pasa algo; son difíciles y queman. Y los sueldos son bajos, no están a la par con los de Europa», indica Sabench.
Los nuevos médicos «persiguen con gran ilusión su primer contrato laboral. Se incorporan tarde y lo pagan, también, a nivel personal. Se han esforzado muchísimo durante mucho tiempo para hacer lo que siempre quisieron. Y es un privilegio poder trabajar de lo que les gusta, pero no por eso tienen que estar en condiciones precarias. ¿El sistema está tensionado? Está claro, y es cosa de todos arreglarlo», concluye la decana.
«Con esfuerzo e ilusión se puede ser médico»
Durante siete meses, añadidos a los seis años del Grado de Medicina, dedicó plenamente su tiempo al estudio. Fueron «alrededor de diez horas diarias con el objetivo de pasar el examen MIR y poder, después, elegir una especialidad». Ahora, «me encuentro haciendo ruta por diferentes hospitales de la comunidad, ya que tengo intención de quedarme en Catalunya, y valorando qué escoger: dudo entre Medicina Familiar y Medicina Interna, y me encuentro en el proceso de tomar esa decisión», apunta Carlota Mir Castro (Reus, 25 años).
De la primera opción, le atrae «el vínculo que se genera con el paciente» y también que «el médico de familia puede hacer que este no tenga descompensaciones y acuda poco al hospital. Lo ve a lo largo de toda su vida, que es muy bonito, y conoce su entorno y su situación». En cuanto a Medicina Interna, «es algo más a nivel hospitalario y me interesa mucho porque igualmente permite entender al paciente como un todo, además de que ofrece la posibilidad de la docencia y eso es muy positivo», detalla Mir.
Ella supo que quería ser médico «cuando hacía la ESO. Antes, no me lo había planteado. Y, al tener que definir el itinerario de bachillerato, decidí pelear por entrar». Lo logró. «Me esforcé, todo salió bien en la prueba de selectividad y accedí a Medicina», recuerda, aunque «realmente, cualquiera de las Ciencias de la Salud me habría gustado mucho porque tenía muy claro que lo que quería era ayudar a la gente de alguna manera». Y es que «pienso que todo el que escoge un Grado es porque tiene una vocación», precisa. Quizá por eso, «no es hasta acabar que uno piensa si las condiciones laborales que encuentre van a ser las óptimas».
Sobre este aspecto, Mir señala que, «sin haber vivido aún en el sector, sé que hay aspectos que se podrían mejorar». Por eso, «estoy muy agradecida a quienes hoy reclaman avances en las condiciones de los residentes, que están muy lejos de las de otros países europeos, para así evitar la fuga de médicos», dice. Y sostiene que «el día que yo esté allí, también lo haré para tratar de hallar lo mejor para quienes vienen después, en función de las necesidades de la sanidad».
Del prestigio de la profesión y de su vínculo con el virus, opina que a la Medicina «se la ha valorado siempre, pero la pandemia ha servido para que la sociedad sea consciente de carencias del sector y también para que se dé cuenta de la sanidad pública de primer nivel que tenemos y de su importancia».
A quien comparta el mismo sueño de empezar la carrera que ella tuvo, la médico le lanza un mensaje conciso: «Si alguien tiene vocación, deberá esforzarse mucho durante el bachillerato pero, una vez que esté en el grado, verá que vale la pena. Al final, con mucho esfuerzo, sacrificio e ilusión se puede entrar. A base de estudio y de fuerza de voluntad, sí se puede. Y hay una parte muy bonita de aprender cosas que a uno le gustan. Al acabar, mirará atrás y verá que ha valido mucho la pena».
«Me mueve el deseo de ayudar al otro»
«En mi casa, mis padres son médicos: él es neumólogo y ella, psiquiatra. Supongo que, al verla tan de cerca, quizá la profesión siempre haya sido algo familiar para mí», explica Marc Hernández Santacana (Reus, 24 años). Aunque no recuerda un momento concreto en que tomase la decisión, «creo que desde pequeño ya sabía que me gustaba y al empezar el bachillerato lo tenía claro», relata. Ahora aspira a especializarse en Dermatología. «Me mueve esa voluntad de ayudar a la gente y este es un campo muy bonito, así que ha sido mi primera opción. Ofrece el contacto con personas a las que puedes acompañar en su proceso para darles una mejor calidad de vida o, simplemente, estar allí para ellas. Eso, aunque en parte sea sufrido, me parece algo muy gratificante», afirma.
Hernández acaba de hacer el examen MIR. Igual que para el resto de sus compañeros, el camino ha exigido sacrificio. «Sí es cierto que hay que estudiar bastante. Es un tiempo que tenemos que invertir aunque todavía esté alejado de lo que después nos gustará, que es atender a pacientes. Pero, seguramente, la labor que desempeñaremos en el futuro compensa todas esas horas de esfuerzo», valora. ¿Y cómo se logra? «En general, creo que cualquier médico tiene vocación. La medicina tiene que gustarte. Estudias seis años, haces un MIR... Si no te motiva, es más complicado», señala.
Los planes más inmediatos de este doctor pasan por «hacer la formación en Catalunya, aunque tampoco me importaría irme fuera» y «para trabajar, aún no lo sé. De momento, me centro en la especialidad y luego, veremos qué vueltas da la vida y qué me deparará».
La pandemia, «como estudiantes de Medicina, no la vivimos muy distinto a cualquier otra persona. No nos echó para atrás. No nos lo planteamos». Y el contexto laboral no le impone. « En cuanto a las condiciones, seguramente si les preguntas a mis padres las habrán tenido mucho peores y yo espero que para las siguientes generaciones sean el triple de mejores que para nosotros. Al final, uno lucha por lo que quiere», opina Hernández. Y añade que «tengo ganas de empezar y vivirlo». «Desde sexto, al acabar el rotatorio –que en la URV es un año muy práctico en el que vas pasando por diferentes servicios–, hay casi un año en el que no tocamos mucho más que apuntes», precisa, «así que quiero reconectar: volver al hospital, conocer a compañeros, ver nuevas formas de trabajar...».
La suya es una profesión socialmente valorada «porque consiste en ayudar y, ante eso, la gente se siente agradecida». Pero hay algo que sabe muy bien. «Las hay igual de valiosas. Dentro de un hospital, a veces parece que el reconocimiento vaya siempre dirigido al médico y, en cambio, sin las enfermeras, los camilleros, auxiliares, administrativos y otros profesionales, no podríamos desarrollar bien nuestro trabajo. Formamos un equipo y trabajamos codo con codo», mantiene.
«Todos tenemos ganas de comenzar ya a trabajar»
«Espero poder ayudar a muchas personas, sentirme útil y disfrutar de esta profesión tan bonita que he elegido. Y quiero hacerlo lo mejor posible», expresa Judit Gassol Puigjaner (Puigpelat, 25 años). Su propósito es el mismo, seguro, que el de todos sus compañeros de promoción, que «llevamos muchos años estudiando, hemos hecho unas oposiciones muy duras y tenemos muchas ganas de trabajar».
Medicina le atrajo porque «abre mil puertas a mil ámbitos diferentes» y «permite estar en contacto con las personas y, a menudo, hacer un seguimiento del enfermo y acompañarlo para mejorar cuestiones que quizás para él suponen un mundo». «Se suele decir que hay que hacer lo que a uno le haga feliz y, sin duda, es importante», señala. En su caso, «siempre me han gustado mucho las relaciones sociales y ayudar a los otros. Y, a la vez, me interesaba el mundo científico, pero también el humanístico. Medicina es una carrera que posibilita explorar ambos campos».
Tras el examen MIR, «toca escoger una especialidad y, ahora mismo, todavía no he acabado de decidirme», comenta Gasssol, y explica que «me gusta bastante Pediatría, atender a los niños. Y también la parte de las alergias, con adultos, observando la evolución del paciente. Anestesia tiene una vertiente de control del dolor y, con pequeñas modificaciones, mejora la vida de los pacientes». Sea como sea, «me gustaría quedarme en Catalunya e incluso en Tarragona porque es mi casa y valoro estar cerca de los míos», comenta la médico.
Gassol sabe que su generación afronta nuevos retos, algunos derivados de la Covid. «Encontrar un equilibrio entre las econsultas y las consultas físicas también puede ser bueno porque habrá gente para la que solucionar algo telefónicamente sea una ventaja», opina. Y señala otra realidad: «Desde que hay Google y la gente puede entrar y buscar enfermedades, resulta más complicado crear la confianza médico-enfermo. No hay que ser paternalista, el acceso a la información debe estar y es un derecho, pero tendría que haber una educación para conseguir un buen uso», indica.