Rosario Raro: «A Martha Gellhorn la borraron del Día D»
La escritora rescata la figura de la reportera estadounidense en ‘Prohibida en Normandía’
La reportera Martha Gellhorn colaboró con The Ghost Army, un ejército fantasma creado en Hollywood para engañar a los nazis. Ella y su marido, el famoso Ernest Hemingway, inventaban las vidas de soldados que no existían. Pero Martha aspiraba a mucho más. «No quería convertirse en una nota a pie de página de la vida de otra persona y, de hecho, fue la única mujer, entre más de 150.000 soldados, que participó en el Día D», explica Rosario Raro, autora de la novela Prohibida en Normandía (Planeta), que tiene a Gellhorn como protagonista principal y que cobra especial relevancia en el 80 aniversario de aquel hecho histórico.
¿Por qué Martha Gellhorn?
La tenía en la trastienda porque siempre me anoto argumentos que nos proporciona la realidad y que se podrían convertir en novela. En el caso de esta mujer sabía que había sido seguramente la corresponsal de guerra más importante de la primera mitad del siglo XX. Pero cuando tuve el dato de que había sido la única de entre más de 150.000 soldados en el desembarco de Normandía, quise contarlo. Me parecía una proeza y, sobre todo, la clave está en por qué no había pasado a la historia. Por eso se titula Prohibida en Normandía, por qué la habían silenciado. Me parecía que había cierta obligación moral en esta labor de rescate.
Usted cuenta la otra historia: más de 9.000 muertos.
En la novela digo que la victoria solo es una forma de derrota atenuada porque las guerras tendrían que ser un anacronismo. Esta novela es pacifista, como lo era Martha y como lo soy yo. No es para nada un relato épico, glorioso, de ensalzamiento, sino todo lo contrario, una reflexión sobre el porqué de estos conflictos. De hecho, entre los soldados muertos estadounidenses había muchísimos con nombres y apellidos alemanes, lo cual quería decir que eran hijos de la primera generación de emigrantes de Alemania a Estados Unidos y que habían muerto luchando en el bando aliado cuando, si sus padres se hubieran quedado en Alemania, hubieran combatido en el otro. Así de absurdo es todo. Creo que siguiendo el espíritu de Martha, era la historia que quería contar.
¿Por qué solo fue ella al desembarco?
Lo que sucedió fue que el alto mando aliado se negó a que se acreditara a las mujeres periodistas para cubrir el desembarco por el solo hecho de que eran mujeres cuando en el caso de Martha y de sus compañeras, las otras corresponsales desplazadas, su credibilidad y su profesionalidad estaban fuera de toda duda. Martha ya llevaba muchas guerras en la mochila. En algunos conflictos ella tenía más experiencia que los propios militares que estaban allí.
Sufrió censura.
Quería que su crónica fuera la primera en llegar a EEUU. Ella se autodenominaba los “ojos de América”, decía que todo lo que grababa con los ojos luego lo devolvía con palabras y quería que sus compatriotas tuvieran esa información de primera mano porque llegaba muy sesgada a causa de la censura militar, ya que buscaban que los jóvenes estadounidenses siguieran alistándose. Sin embargo, la revista Collier’s no publicó ni esa crónica del desembarco ni otras que escribió en Europa y se había jugado la vida para escribir estos reportajes. Cuando les amenazó con demandarlos le contestaron que lo hiciera, que tenía todas las de perder porque no les unía ningún tipo de relación profesional en aquel momento. Primero la ningunearon y luego la borraron y la tacharon como si nunca hubiera estado allí.
Antes ha dicho que la guerra debería ser un anacronismo, pero los Balcanes, Ucrania, Gaza...
Cuando estalló la guerra de Ucrania me sorprendió muchísimo que hubo bastante titulares que decían “Europa de nuevo en guerra después de la Segunda Guerra Mundial”, con lo que suponía que se habían olvidado por completo de los Balcanes. Yo hablaba de anacronismo en ese sentido, que por una parte estamos tan tecnologizados, somos una raza tan sofisticada y luego caemos en la atrocidad máxima porque cada guerra nos retrotrae a un estadio de barbarie. La guerra siempre es la misma, solo se traslada de sitio y de tiempo, pero los que mueren siempre son los mismos.
Martha era la mujer de...
Precisamente ella decía que no quería convertirse en una nota a pie de página de la vida de otra persona. Con esa afirmación se refería a Hemingway y eso sigue sucediendo, de alguna forma. Y al respecto hay algunas reflexiones en la novela. Por ejemplo, en el caso de las mujeres, muchas veces el físico se convierte en un biombo y no se ve más allá y en ese sentido, a Martha la llamaban “El peligro rubio” o jirafa porque era muy alta. Son cosas que nos suenan un poco a patio de colegio y, en cambio, eran comentarios de sus compañeros de redacción. Hay tics de este tipo que se siguen manteniendo y ya tendríamos que pasar página, que el género fuera un rasgo más entre todos los demás que tenemos y que no se valorara a alguien por ser hombre o mujer, cualquier cosa que sea eso.
¿Cómo era Gellhorn?
Durante estos años he convivido con ella, la he reconstruido como personaje a partir de sus escritos y he encontrado a una persona con mucha empatía, que se situaba siempre en el lado de las víctimas, muy intrépida, con un espíritu indómito porque imagínate, para dejar a Hemingway hacía falta valor. Es un referente y vale la pena rescatar figuras así y darles el lugar central que merecen.
Otro de los ejes es el papel de Hollywood en el desembarco.
En Dover, en el sur de Inglaterra, montaron un enorme plató, como lo hacía el Hollywood dorado de los años 40, la época de las superproducciones y el objetivo era engañar a los alemanes y hacerles creer que el desembarco iba a producirse por el Paso de Calais que era la parte más estrecha del Canal de la Mancha. Se llevaron allí a 1.100 hombres, de los que ninguno era soldado. Es decir, había escenógrafos, cámaras, fotógrafos, escultores, pintores, carpinteros, todo para construir un simulacro y hacerle creer al Ejército de Hitler que allí, frente a las costas francesas pero bastante más al Este, había apostados 100.000 soldados esperando la orden de cruzar el canal y desembarcar. Posiblemente ha sido el truco de magia más importante de la historia: fabricaron tanques hinchables, aeródromos falsos, un puerto falso también, llegaban trenes a cientos vacíos para que creyeran que estaban desplazando tropas. Aplicaban la magia del cine o la ficción a la realidad y esto me pareció muy curioso.
También recoge famosos de Hollywood sí que combatieron.
Efectivamente, eran militares como David Niven, Glenn Ford o, en el caso de mi novela el que tiene más protagonista es Douglas Fairbanks hijo, que ya era una estrella de Hollywood. Tenía un carácter muy bromista, desenfadado y se dice que recurrir al humor en circunstancias tan trágicas es una válvula de escape bastante habitual. Es el contrapunto y muestra la cotidianidad de esas personas en el otro lado del mundo y cómo se desenvolvían.
¿Qué pasó con el documental de John Ford?
Él sí que era de la épica. Querían una película que ensalzara ese glorioso acontecimiento desde el punto de vista estadounidense, de los aliados. Ford grabó la película simultáneamente cuando sucedió el desembarco, pero cuando llegaron los rollos y la vieron en una sesión privada decidieron hacerla desaparecer porque eran imágenes muy terribles. Temieron que los jóvenes estadounidenses no quisieran seguir alistándose y se prohibió la exhibición en cualquier cine. Solo he podido rescatar 20 minutos. Es terrible. Está en internet, pero hasta la fecha nadie ha conseguido dar con la película completa, aunque dicen que hay una copia en Washington. Fue intencionado que no se mostrara en público.
¿Qué otro papel jugó el cine en el desembarco?
En el Nido del águila, en los Alpes, cada noche Hitler veía una película con su círculo más cercano con Goebbels, el ministro de propaganda, que había estudiado Historia del arte o Hoffmann, su fotógrafo. De puertas afuera siempre contaban que era de la UFA, de la productora del gobierno alemán, pero veían películas de Hollywood. Hitler veía muchas de Walt Disney, cosa que sorprendió bastante, y entonces, cuando terminaba la película hacían una especie de cinefórum. La víspera del desembarco parece que se quedó despierto hasta las 4 de la madrugada, lo que supuso que, cuando estaba toda la operación en marcha, nadie se atrevió a despertarlo, lo que dice bastante del carácter y del funcionamiento. Y eso no solo era a título informativo, sino que todas las órdenes tenían que pasar por él. Si él no enviaba los tanques a las playas de Normandía, no podían hacerlo sus lugartenientes. También coincidió que Rommel no estaba, porque era el cumpleaños de su mujer y se encontraba de permiso. Fueron una serie de factores que hicieron que, a pesar de las miles de bajas de los soldados aliados, que los sorprendieran, de alguna forma los pillaron con la guarda baja, gracias al cine, en gran parte.