Pol Guasch: «En la amistad es donde he podido crearme a mí mismo»
El poeta y novelista tarraconense visita este martes la librería El Soterrani de Tarragona (19 horas)
Pol Guasch (Tarragona, 1997) es autor de Napalm al cor, ganadora de Llibres Anagrama y traducida a diversos idiomas, y del libro de poemas Tanta gana, premio Francesc Garriga. Guasch ha pasado el verano en Berlín, invitado por el Literarisches Colloquium y a finales de este mes viajará a Nueva York para presentar Napalm. Antes, no obstante, esta tarde, visitará el Soterrani Llibreria para conversar sobre su última novela, Ofert a les mans, el paradís crema (19 horas).
Vuelve a Tarragona. ¿Cómo se siente?
Mi relación con Tarragona es muy extraña. Desde que me fui a Barcelona empecé a construir toda mi vida allí y sentía que ya no le podía dar nada a esta ciudad y que ella tampoco me pedía nada. Todos estos años que he ido volviendo, no tenía la sensación de venir a Tarragona, sino de venir a mi calle, donde vive mi familia, donde vive mi madre, mis abuelos. Pero últimamente sí que empiezo a notar que tengo cosas que dar a esta ciudad y que ella también me pide. Que tú contactes conmigo o que lo haga la gente del Soterrani. Y me hace mucha ilusión.
Usted es ‘nuestro’.
Creo que lo diría muy poco. Es decir, no me siento un tarraconense reivindicado ni creo que lo tenga que ser. Siento que las personas que me reivindican son mis profesoras de instituto, gente que me ha visto crecer. Pero pienso que es algo que pasa en Tarragona en general, que no es consciente del talento e insisto, no lo digo por mí. Es una ciudad que no cuida el talento que genera, que no reivindica mucho a la gente que ha hecho cosas interesantes siendo de Tarragona. Quizás es una falsa sensación, pero es como lo veo.
‘Napalm al cor’, ‘El paradís crema’, ‘La part del foc’. ¿Qué relación tiene con el fuego?
Existe una respuesta compleja e incluso biográfica en relación con el fuego, una respuesta que no puedo dar porque aún la estoy elaborando. De hecho, estoy escribiendo sobre esto, preguntándome el por qué de esta insistencia en el fuego. Por otra parte, mi obra, que de entrada puede ser vista o interpretada desde una perspectiva pesimista u oscura, distópica –rápidamente cuando alguien habla de mis novelas habla de distopías– para mí es una obra con mucha esperanza. En Napalm al cor un joven decide crear su propia historia vital y en El paradís dos amigos hacen de la amistad un lugar de refugio. Por tanto, para mí tienen mucha esperanza, sin renunciar a mostrar la parte más oscura, las sombras de la existencia, la pena de existir, la tristeza del mundo. Y la imagen del fuego tiene mucho que ver con todo esto.
Amor, amistad y familia son recurrentes en su obra. ¿Tiene amigos de los de siempre?
Sí, Paradís prácticamente lo escribí como un homenaje a mis amigos, especialmente a Berta, mi mejor amiga. Fuimos juntos a la guardería y también al instituto, en Tarragona. Tras escribir Napalm me pregunté cómo escribía tanto sobre el amor cuando en realidad lo que más me ha marcado es la amistad. Es donde he podido ser, donde he sido más libre, donde he sido más feliz, donde me he podido crear a mí mismo. Sobre todo ha sido en la amistad donde he tenido más autonomía para ser yo o para explorar quién quería ser. No en el amor ni en la familia.
Para bien o para mal, la familia marca.
Es un lugar del que no puedes escapar biográficamente y del que yo tampoco he podido escapar creativamente. Tanto Napalm como Paradís tratan de la familia. Entonces, para mí la familia es un lugar totalmente luminoso y al mismo tiempo, peligroso. Tengo la sensación de que le debo todo a mi familia, lo bueno y lo malo.
¿Qué me dice del apocalipsis, también presente en su obra?¿Le preocupa?
Escribo sobre lo que me atraviesa, sobre lo que me preocupa. La familia, el amor, la amistad y el final de los mundos posibles. La escritura me permite, no solo entrar en otros mundos, sino en otras temporalidades, en otros ritmos, en otras formas de estar que lo que hacen es alejarme de la automatización. Me ayuda a entrar en espacios de complejidad, de conciencia, en espacios donde los problemas se pueden transitar más tranquilamente, sin tener que posicionarse de manera dicotómica sobre cualquier cosa.
¿Volverá a la poesía?
Es algo que me preguntan con frecuencia. Empecé escribiendo poemas y siempre digo que me consuelo diciendo que la poesía que no escribo está dentro de mis novelas. Pero desde que escribo narrativa, me cuesta mucho más entrar en la poesía.
¿En serio?
Sí. Encuentro más dificultad. Me da mucho más respeto que antes.
Tras los premios, ¿siente presión creativa?
La escritura es de los pocos lugares en mi vida en los que me he sabido relacionar alejado de mi mirada externa y de lo que los demás pensaban de mí o proyectaban en mí. Prácticamente disociado. Es decir, como si el Pol escritor fuera una persona diferente al Pol que vive, camina y sale con sus amigos.
¿Qué mirada tienen en Norteamérica de ‘Napalm al cor’?
Mi editor de Inglaterra me pasa artículos de ‘The Guardian’ y ‘The New Yorker’ y me ha sorprendido que lo que destacan, en Inglaterra y Estados Unidos, es la belleza. En una novela que aquí se recibió muy desde la oscuridad, que retrataba la opresión cultural y lingüística que a nosotros nos es muy familiar. Allí hablan de oscuridad bella y me parece interesante porque creo que tiene que ver con la poesía, precisamente, con la capacidad de encontrar belleza en lugares donde no la hay o de capturar bellamente cosas que, de entrada, no lo son.
¿Su próxima obra también quemará?
Seguro. No necesariamente en el título, pero es inevitable que el fuego aparezca. No te puedo decir nada, no por secretismo, sino porque todavía no sé qué forma tiene.