Peret, se cumple una década de la muerte del rey de la rumba

Rogeli Herrero murió un 27 de agosto de 2014 después de toda una vida dedicada a la música y los escenarios

Rogeli Herrero (Barcelona, 1961) llegó al mundo un diciembre congelado ungido por el gran Antonio Machín, quien, al ver a su madre embarazada, dijo: «Este será cantor». Nacido en el barrio de Hostafrancs, junto al mercado, de donde llegaban la voz musical de las vendedoras («¡Nena, mira qué sardinas!») y las rumbas de las fiestas gitanas.

Su padre era un bohemio trovador que pisó todas las salas de baile de Barcelona y que se ganaba la vida como tipógrafo. La madre, ama de casa y bailarina incansable. Así, acunado entre coplas y boleros, el destino no lo llevó a cantar en el Paralelo, pero sí a acabar atrapado sin remedio por la magia de la música.

Profesionalmente, ha navegado muchos años entre la solfa y la docencia, entre la guitarra y la pizarra. Ha impartido clases a varias generaciones de alumnos en el colegio Pau Casals del barrio de Gracia de Barcelona, y conserva un gran recuerdo de todos. Es fundador, cantante y guitarra del histórico grupo rumbero Los Manolos, con el que ha llevado la rumba por todo el mundo. Sus éxitos más preciados: su Julita, sus hijos, su gente, ir a conciertos y saborear la vida a diario. Sus vicios confesables: empaparse de sol y de mar Mediterráneo, conversar con los amigos y gozar con un plato de jamón ibérico y una copa de merlot.

Hoy se cumplen 10 años de la muerte de este artista que hizo de la música una fiesta. Se encargó de que la rumba diera la vuelta al mundo gracias a la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona, aquella noche mágica del 9 de agosto de 1992.

Lazos de sangre rindió homenaje a Peret en el décimo aniversario de su muerte. El documental, que se emitió en La 1 y RTVE Play viaja al Raval, el barrio de Barcelona que el cantante consideraba su hogar, y recorre, junto a su hija Rosita y sus nietos Soraya y Dani, los lugares que marcaron la vida del cantante.

El Raval vio crecer al niño que con doce años debutó en el Tívoli. Al joven que no tuvo más remedio que dedicarse a la venta ambulante. Un músico que se entregó a la vida.

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