De ruta por Tarragona: Montañas de silencio
Nos adentramos en los caminos en los que la huella se pierde por el avance de una vegetación que trata de recuperar lo que una vez le perteneció
Unos pocos lugares son los que copan la atención de la mayoría de las personas que se acercan a la naturaleza. Lejos de las sendas más concurridas se alzan montañas cuyo nombre sólo conocen los más avezados a las actividades al aire libre.
Es el caso de la Mola Castellona (1.034m) y la Mola del Moro (934m), dos picos del Parc Natural dels Ports ensombrecidos por la cumbre de la que hacen de contrafuertes, el coloso del Mont Caro (1.441m).
En la ruta de esta semana, nos adentramos en los caminos gobernados por el silencio; aquellos en lo que la huella se pierde por el avance de una vegetación que trata de recuperar lo que una vez le perteneció. ¿Qué tienen de especial estas cumbres?
Dificultad de la ruta
Determinar la dificultad de una ruta ya es de por sí una dificultad. Por suerte, existen escalas de graduación que establecen la dureza a partir de factores observables.
El Método SENDIF, creado por la Taula de Camins de l’Alt Pirineu i Aran, sostiene que la dificultad de un itinerario de senderismo depende, por una parte, del esfuerzo físico que este supone y, por otra parte, de los obstáculos del camino.
Desde el punto de vista de la dificultad moderada, esta ruta es de dureza muy exigente a juzgar por sus 11,09 kilómetros de distancia y 867 metros desnivel positivo o subida. He aquí una de las dos razones por las que se trata de un itinerario poco frecuentado.
En lo que respecta a la complejidad técnica, estamos ante un recorrido por el que es difícil de navegar. Son múltiples los cruces confusos en los que podemos salirnos de la senda con facilidad.
De esta manera, convendrá apoyarnos en una aplicación móvil o dispositivo GPS que guíe nuestros pasos e, incluso, llevar con nosotros un mapa de la zona para consumir menos batería.
En este orden de cosas, los principales retos técnicos los representan dos trepadas. La primera se encuentra en el primer tercio de la ruta. Es fácil de resolver gracias a la rugosidad de la roca, sus múltiples puntos de agarre y la pared que cubre nuestra espalda.
En cambio, la segunda, aquella que da acceso a la cumbre de la Mola Castellona, es aérea, obliga a un desplazamiento diagonal y debe hacerse tanto en la ida como en la vuelta. Quienes no se sientan preparados para acometerla podrán esperar a que vuelvan quienes decidan hoyar la cumbre.
Será entonces cuando empiece el camino de vuelta, en el que se recomienda recuperar fuerzas debido al desnivel positivo que debe superarse.
Instrucciones de la ruta
El punto de inicio es el techo de Tarragona, en concreto, el aparcamiento del Mont Caro. Sus plazas son escasas, luego conviene madrugar. Empezamos descendiendo por el sendero hacia el Coll del Vicari, pues la ruta dibuja una pirámide invertida y la subida se concentra en la segunda mitad del recorrido.
Los primeros compases se caracterizan por su facilidad y privilegiadas vistas de las Terres de l’Ebre y las cimas que nos aguardan. La primera trepada se encuentra en el cruce de caminos de l’Escaleta y detiene nuestro ininterrumpido descenso.
Tan pronto la hayamos superado, estaremos a escasos minutos de la Mola Castellona, desde la que observaremos el techo de Tarragona y su vecina, la Mola del Moro.
Es aquí donde la navegación se torna compleja, cuando no confusa, obligándonos a comprobar con frecuencia que seguimos en el recorrido. Después de completar la bajada hasta el Barranc de la Conca, ascenderemos hasta a la canal de acceso a la siguiente montaña, donde habremos de enfrentarnos al punto más técnico de la jornada.
Sin importar lo que decidamos, este será un buen lugar en el que reponer fuerzas antes de continuar: el camino de vuelta al Mont Caro no sólo es confuso, además, disparará nuestro consumo energético. Por lo tanto, es de capital aportar carbohidratos, azúcares y sales minerales para mantener el ritmo.
Costumbres de antaño
Desde la Mola del Moro observaremos el impresionante barranco de La Caramella, allá donde era costumbre irse a comer La Mona y Jules Carvallo diseñó un sistema que recogía las aguas para abastecer a Tortosa.
De hecho, el itinerario podría completarse tomando como punto de inicio este barranco.
Esta alternativa permitiría añadir como puntos de interés las piscinas naturales a cambio de renunciar a las vistas que nos proporciona el Mont Caro. Eso sí, el acceso a La Caramella es complicado y serán aún más las dificultades técnicas, como pendientes de gran inclinación en las que podríamos resbalar por la hierba.