El tesoro perdido de La Riba
Sendero. En un paso natural antaño protegido por uno de los supuestos asesinos de Joan Prim i Prats se halla la Torre del Petrol, mandada construir por el comandante Manuel Orozco
Entre el Camp de Tarragona y la Conca de Barberà existe un paso natural antaño protegido por uno de los supuestos asesinos de Joan Prim i Prats. En él se encuentra la llamada Torre del Petrol, mandada construir por el comandante liberal Manuel Orozco, a quien su afición por la bebida le valió el sobrenombre de ‘Petrol’.
Hoy, un recorrido senderista nos descubre esta torre cilíndrica que domina La Riba, Picamoixons y la Sierra de Miramar, la misma de la que huyó una mula cargada con un botín. Los hechos sucedieron en el fragor de un combate entre los liberales y los carlistas en el marco de la tercera guerra carlista. ¿Qué habrá sido de las monedas de oro, las joyas y los cubiertos extraviados?
Dificultad de la ruta
El Método SENDIF, creado por la Taula de Camins de l’Alt Pirineu i Aran, sostiene que la dificultad de un itinerario de senderismo depende, por una parte, del esfuerzo físico que este supone y, por otra parte, de los obstáculos del camino.
Desde el punto de vista de la dificultad física este recorrido es moderada. El ascenso es una constante, de ahí sus 415 metros de desnivel positivo repartidos con cierta regularidad.
El punto más demandante es la subida que nos separa de la Torre del Petrol. En lo que respecta a lo técnico, la principal complicación es mantenerse en el camino. Así pues, conviene seguir el sendero con una aplicación.
Instrucciones de la ruta
Estacionaremos en Picamoixons, por ejemplo, junto al polideportivo, y caminaremos hasta su antiguo depósito de agua, en el Carrer de Sant Salvador. Tomaremos el Camí de la Font, dejaremos atrás la fuente y continuaremos hasta el Mas de Ràfols.
El sendero surge después de una pista que gira a la derecha de la masía. A medida que caminemos, el sendero se estrechará y ascenderá hasta conectarnos con la Carretera dels Moros y el Turó del Mas del Gínjol, colina que no hace falta coronar.
Desde el lugar llevaremos a cabo un descenso con vistas a la Torre del Petrol. Una vez en ella, emprendemos la bajada con cuidado debido a la pronunciación de la ruta.
La leyenda del Petrol
En el marco de las guerras carlistas se forjó una leyenda en el levante de las Muntanyes de Prades. El Petrol, un liberal a cargo de las fuerzas del gobierno en La Riba a quien se le atribuye haber participado en el asesinato del General Prim, se había hecho fuerte en una torre que mandó construir él mismo en la cumbre de Puig Cabrer, justo donde se alzó el castillo de la localidad.
El sobrenombre del comandante Manuel Orozco, Petrol, obedecía a su afición por el alcohol: «petróleo» era lo que pedía cuando quería tomar aguardiente. Junto con el Nen de Prades, un carlista no menos famoso, fue una de las figuras más recordadas de la época. De hecho, se dice que éste fue el verdugo de Orozco gracias a una emboscada organizada en el pueblo de Montral.
El tesoro perdido
Ya entrada la tarde, los carlistas atacaron la torre de Puig Cabrer. Los liberales aguantaron el envite hasta la noche, cuando por fin recibieron refuerzos.
El fuego de las armas alumbraba la escena observada por los vecinos de La Riba mientras, asustada por el combate y sacando espuma por la boca, una mula huía en dirección a las casas del pueblo. Guiada por su olfato, se escondió en un establo.
El ruido levantó de la cama al propietario, quien registró de arriba abajo la casa en busca del acompañante del animal. No encontró a nadie, ni tan siquiera en la calle, así que se dispuso a registrar las alforjas de la mula.
Para su sorpresa, encontró un botín de valor incalculable: cajas llenas de monedas de oro, joyas e incluso cubiertos. No se lo pensó dos veces: descargó el trofeo y echó a la mula de malas maneras. Al día siguiente, el pobre animal fue encontrado de camino al Pinetell, eso sí, con las alforjas vacías. De lo que no se supo nada más, tal y como nos cuenta Josep Iglésies, es del botín que tenía.
Las torres de telegrafía óptica
La Torre del Petrol desempeñaba una doble función: por el día, era un puesto de vigilancia, por la noche, enviaba señales ópticas. Hacía justo lo mismo que el mal llamado castillo de La Mola de Colldejou. Ambas torres formaban parte de la red de telegrafía óptica española. Si hubo un tiempo en que la comunicación a distancia dependía del humo, en el siglo XVII se desarrolló una tecnología más sofisticada con la que enviar mensajes.
Los telégrafos en sí se situaban en el punto más alto de la construcción, la cual, a su vez, había de situarse en una posición de altura privilegiada visible a un mínimo de 6 kilómetros de distancia.
La pronta introducción del telégrafo eléctrico supuso su sustitución a pesar de que las torres apenas habían sido construidas. Así se puso punto final a este medio de comunicación cuyo nacimiento se situó en abril de 1855.